catorce

118 26 44
                                    

Se había arrepentido enseguida de haber aceptado participar en los juegos, sobre todo cuando llegó el entrenamiento. Gerard, Michael y Raymond habían unido sus clases para prepararle durante los siguientes tres días post aviso del rey para el evento. Este sería al día siguiente. No le dejaban respirar más de cinco minutos sin sorprenderle con una nueva teoría, hechizo o técnica de espada que ya le había herido las manos en numerosas ocasiones. 

Gerard era bastante estricto al respecto y, apesar de que se quedase largo rato mirándole, cesando del cansancio que implicaba el gran esfuerzo, el caballero no le había vuelto a dirigir la palabra desde el día de su discusión.

Aquella noche había ido a verle de infraganti hasta su habitación, demasiaso dificil de buscar puesto que nadie quería decirle donde estaba. Tuvo que recurrir a seguirle con la ayuda de Robert y Cindirella que se habían prestado como distracción. El pelinegro se había terminado de dar una ducha, mirándole con mucha sopresa cuando le vio parado en medio de la habitación mirando con ojos muy curiosos su alrededor. A diferencia de la suya, la habitación del caballero era pequeña, poco luminosa, con una sencilla cama cubierta de una sabana de algodón azul. Tenia una pequeña mesa al fondo, donde una vela recidía, un par de libros, un par de plumas y un collar de mariposa bien portado encima de una fina tela terciopelo. 

—¿Frank?, pero qué—

—Antes de que digas algo más, esta era la única forma de hacer que dejases de ignorarme.

—Yo no—

—¿Vas a negarlo?—le miró con una ceja alzada y los brazos cruzados, advirtiendo de su posición. El caballero vaciló un momento antes de suspirar. 

—Es tarde, Frank. 

—Vale, pero no puedes estar sin hablarme todo el tiempo en lo que esto ocurre, al final, sigues siendo mi maestro y sin una buena comunicación—se encogió de hombros dando media vuelta para empezar de nuevo a mirar curioso su alrededor, tensando el cuerpo de Gerard cuando posó su mirada avellana encima de aquel collar—, seguro me matarán—. Aquello no le hizo gracia, gruñendo por lo bajo enseguida. 

Eso, sin duda, era una nueva reacción demostrativa por parte del mayor, que enseguida se acerco a él tomándole de ambos brazos, ejerciendo algo de fuerza con el fin de voltearle hasta estar frente suyo. 

—No vuelvas a decir algo como eso, jamás—su mirada intensa esmeralda le congeló, la frialdad de su voz, el agarre tosco de sus manos.

Espabiló por un momento el motivo de su visita, frunciendo los labios, mirando por debajo.

—Me estás lastimando...

—Retractate, ya te lo he dicho. No podrás hacerlo.

—Gerard—

—¡No puedo perderte de nuevo!—se quedó sin aliento. Abrió los ojos directamente hacia él, empujándole con fuerza, con el cuerpo tembloroso, impulsándose hasta tomar alguno de los libros a su vista, tirándolos contra él. 

—¡Eres un idiota, yo no soy Solar!—Gerard se cubrió con ambos brazos hasta que el castaño cesó la acción, mirándole con preocupación, tratando de volver a acercarse a él. 

—No, pero—

—Que sea una reencarnación de ella no me hace su igual. No pienso como ella, no me parezco ni un poco a ella. Ni siquiera soy como ella... estoy seguro de que sigo siendo la misma persona que encontraste en Jersey, la que trajiste sin consentimiento alguno, la que metiste en todo esto. No te has hecho responsable de ello hasta ahora, solo te has encargado de rondar por ahí, haciéndote al interesante, ocasionando esto...—señaló su pecho sin poder decir lo que sentía al respecto, las enormes ganas de querer monopolizar sus pensamientos, aún cuando sonaba más que egoísta—. No importa, ¡Que te den!.

Retrocedió un par de pasos con un puchero en los labios, los de Gerard temblaron ante las ganas de querer soltar una sonrisa tenue de lo tierno que se miraba. Aún así, no lo hizo, y Frank empezó a caminar pasándole de largo, a lo que enseguida le detuvo, con un agarre consistente, sin ser duro. 

—Si importa... Yo jamás he pensando que seas ella—

—Mentira—

—Frank—refutó. Le observó seriamente, perdiéndose en su mirada, su cuerpo se estremeció. Gerard podía mirarle así cuanto quisiera, y seguro no sabría todo lo que eso le hacía sentir de vuelta, la euforia desmesurada—. Tienes razón—. Aceptó. El castaño se tensó entonces sin poderselo creer—. No he sido sincero. No puedo, no quiero... Pero te mereces la verdad—. No podía arrepentirse de ello, y aún así, asintió dejando que el agarre fuera soltándose de a poco, quedando a su vista un caballero derrotado, destruido, desdichado. 

—Dímela—suplicó. 

—La amaba. La amaba como nunca antes amé a ninguna otra mujer—eso fragmentó algo en su interior. Cerró los ojos brevemente sin saber cuanto..., cuanto era mucho y más allá en una escala infinita al parecer, por que entonces, sintió unas terribles ganas de echarse a llorar, por la verdad que tanto esperaba saber pero que presentía y, por algo más, algo desconocido—. Cuando la mataron... cuando ella se sacrificó por Aurum, una parte de mi se fue con ella... Solar había predicho tu existencia, y luego se fue. Desapareció, se desvaneció. Aurum quedó sumido en un limbo.

—¿Fue por eso que me fuiste a buscar, por que ella te lo dijo?

—No... Frank, no lo entiendes...

—¿¡Qué es lo que no entiendo!?, ¿¡qué he sido un sustituto, para ti, para todos!?

—Solar murió hace mucho tiempo, Frank. Muchísimo.

—¿Qué?

—Solar murió hace alrededor de mil años—palideció—. Hemos estado viviendo en un bucle de tiempo debido a su protección que dejó junto al sacrificio que hizo por su pueblo. Hasta que tu aparecieras, nuestro tiempo no avanzaría. Por mucho, nadie lo intentó. Nadie te buscó. Pero entonces, empecé a soñar con ella, me imploraba encontrarte, a lo que me negué... no podía dejarla ir. Pero tuve que hacerlo, por nuestro mundo, nuestra existencia. La miserable existencia, más que perder algo que amas es no poder morir para matar el sentimiento—. Estaba en shock—. Así que sí, te busqué, utilicé todos los medios posibles para poder darme cuenta del fragmento que había ocasionado su sacrificio en el espacio-tiempo. Las dimensiones y todo aquello que separa tu realidad de la mia. Tuve que ir por ti, por que sino, nuestra existencia sería infinita. Frank, tu sola existencia aquí hace que Aurum vuelva a tener un lugar en el tiempo, desde que llegaste, los segundos, los minutos, las horas, todo... todo avanza de nuevo—. No sabía que era lo que más le sorprendía, si saber cuanto le habían mentido hasta ese momento, o el hecho de que sentía que todo lo que había sentido hacia Gerard hasta ahora, se veía tan falso...

—No puedo morir por que si muero, quedaran encerrados en este bucle de tiempo, ¿No es así?—sonrió con falsedad, sin poder mirarle a los ojos. Gerard gruñó. 

—No puedes morir, por que apenas he podido conocerte, y no podría perderte de nuevo—su gesto se endureció volviendo a cabrearse. 

—¡Yo no...!

—Frank—pronunció su nombre, tan alto que dolía—. Escúchame...

Pero ya había oído suficiente, y no estaba dispuesto a seguir haciéndolo. 

—Disculpa por haber entrado de este modo. Te veo en la arena del juego—sus ojos esmeraldas resplandecieron ante la sorpresa, negando.

—Por favor—

—Buenas noches.

Gerard no le detuvo. 

*

Chan, chan, chan, chan... La verdad ha sido revelada. ¿Se lo esperaban?

Actualizando seguido, eh. Me la volé. 

Gracias por leer, los amo. <3

—Pao.

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora