veintiuno

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La risa escandalosa de Jared resonó en el área abierta del campo, cubierto de tierra, con la ropa sucia y la sonrisa macabra, una fina línea de sangre saliendo de la herida de su frente. Justo cuando iba a vovler a hablar, la presencia de Gerard se encaminó pasándole de largo yendo hasta donde él estaba, tomándole del cuello.

—¿¡Fuiste tú!?—apretó los dientes, cuestionando entre darle un puñetazo o mandarlo a volar de nuevo, sintiendo la presencia de Frank por detrás tomarle del hombro. 

—Suéltale—ordenó. La risa de Jared aumentó.

—¿Cómo te atreves a tocarle?—apretando el agarre—, maldita basura, eso es lo que eres. ¿¡Cómo osas meterte con mi rey!?

—¡Él aún no es tu rey!—escupió el castaño, sonriendo de oreja a oreja, escalofriante, burdo. Como si fuese omnipotente—. Estás demasiado cegado, Gerard. No te recuerdo de esta forma. ¿Veo acaso tu debilidad?

—No me tientes a matarte ahora mismo—masculló el caballero, con tan sequedad en su voz que era capaz de sentir su frialdad. 

—Gerard, basta... ¡Dije que basta!—alzó la voz a duras penas, un enorme dolor de cabeza que le invadió, retrocediendo gradualmente hasta observar al pelinegro mirarle preocupado, soltando enseguida al caballero de Plumbum, aligerando el paso hacia él. Lo tomó en sus brazos, justo cuando creyó que iba a desplomarse. No estaba del todo bien aún, parpadeando varias veces y ladeando el rostro para sostenerse de sus hombros y mirarle sin temor—. ¿Acaso piensas desobedecerme?—. Vaciló por un momento, negando con toda seguridad. 

—Que preciosa escena, un simple caballero preocupado por su príncipe... Esto me trae recuerdos, ¿A tí no, Gerard?—el pelinegro pareció distorcionar el gesto de su rostro, cerrando sus ojos, apretando los labios, sintiendo la presión de las manos de Frank sobre su cuerpo, recordándole que estaba ahí, que seguía junto a él, que se enfocase solo en él. Al abrir los ojos, Gerard pareció soltar el aire que no sabía que había retenido, viéndole con adoración. 

—Si vuelves a tocarle de cualquier otra forma, te mataré—le dijo sin siquiera mirarle, tomando a Frank entre sus brazos, cargándole y llevándole con él. 

No pudo mirar el gesto de Jared, pero alcanzó a oír el pequeño sonido de su risa ahogada. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en su habitación. 

Gerard le había cambiado la ropa, le limpiaba el cuerpo con paños calientes, pasando con sumo cuidado uno por sobre la herida de su cabeza. Suspiró, temblando, sonriéndole. 

—Esto es muy erótico—le susurró. Gerard le miró con esos enormes ojos verdes, vacilando una sonrisa, relamiendo sus labios. 

—Tienes fiebre, debiste quedarte en la enfermería. 

—Y tu pudiste llevarme hasta ahí. En vez de ello, veo que preferiste hacer de mi enfermero personal—bromeó. Gerard quitó el paño de su cuerpo, remojándolo con el agua de un cazo a su costado, sin expresión. 

—Debo cuidarte, no estarás mejor en otro lado. 

—A tu lado.

—Si—replicó enseguida, mirándole fijamente, pasando el paño de nuevo por sus heridas. Sus ojos recorrían su rostro, su mano libre acarició sus mejillas, tersas. Le pareció verle temblar, pero después lo notó bien, se estremeció. 

—Bésame—le pidió, en un hilo de voz, casi imperceptible. Gerard negó—. Es una orden. 

—No necesitas ordenarme eso... Deseo hacerlo. 

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora