diecinueve

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Sus manos lo apresaron contra su cuerpo, guiándolo hasta uno de los rincones de la habitación, no quería dejarle ir, no podía dejarlo ir. El deseo ardiente consumía su cuerpo, se estaba incendiando. La lengua de Gerard se sentía caliente, lo estaba haciendo hervir. Sus labios capturaban los suyos y se envolvían de forma perfecta, como un rompecabezas. 

Sintió como su espalda tocó la pared, luego como su cuerpo fue abrazado desde su espalda, acunando sus caderas, sintiendo pegarse al cuerpo del caballero en su totalidad, robando su aliento ante el tacto de su cuerpo tan pegado al suyo. Estaba sintiendo a Gerard, sus besos le acaparaban pero la sensación le hundia sin remedio. 

Empezó por tratar de sacarle la camisa, sintiendo la suya removerse con facildad por su cuerpo hasta el suelo. Gerard se despegó de él un momento, estaba aturdido, mirándole los labios, deseando que volviese a besarle, observando como el pelinegro miraba su cuerpo, olvidándose un momento de la razón. 

—Son demasiados—murmuró por lo bajo. Frank sonrió a medias omitiendo una risa, asintió. 

—¿Te disgustan?—respondió en el mismo calmo tono con el que él le había hablado. 

Gerard soltó una pequeña carcajada, frunciendo el ceño ante su respuesta, sin poder entenderlo. Él solo le miró, fijo, sintiendo como desnudaba su alma con tan solo ese acto.

—Quiero lamerlos, todos. Cada uno de ellos... Oh mi señor—murmuró acercándose de nuevo a sus labios, apoderándose de estos. Gimió más que excitado, por sus palabras, por sus sentimientos, el acelerado ritmo de su corazón, la punta de sus dedos que cosquilleaba, sintiendo como le sacaba los pantalones y la ropa interior, sin dejar de besarle con ímpetu, cargándole desde los glúteos, reprimiendo un jadeo, enrrollando sus brazos a su cuello, sintiendo el enorme bulto debajo de sus pantalones—, quiero deborarte por completo.

Sintió las suaves telas de su cama bajo su piel, el cuerpo de Gerard en frente suyo, quién terminaba de sacarse la ropa sin dejar de mirarle con esa oscura mirada lujuriosa, tan sexy, tan masculino, irradiando dominancia. 

—Te ves muy bien—susurró cuando su cuerpo se inclinó hacia el suyo, lamiendo con la punta de su lengua sus labios, mordiendo con suavidad el inferior. 

Gerard sonrió, pensando que si él le veía de esa forma, entonces, su príncipe no se daba cuenta de el hermoso gesto de su rostro en ese momento. Sonrojado, con los ojos nublados de la excitación, los labios humedos y brillosos. 

—No creo poder contenerme tanto—frunció el ceño negando. 

—Tienes que ser gentil—ordenó. Tuvo que morder el interior de su boca con fuerza, recobrando un poco de sus sentidos, besándole de nuevo con ímpetu, lamiendo después la piel de su cuello, ahí donde residía la figurilla de una escorpión, le siguió la forma con la punta de su lengua, mordiendo después su clavícula, empezando a bajar hasta su pecho. Mordió sus pezones escuchando los gruñidos del castaño, lamiendo después la zona con parsimonia, se mantuvo jugando de esa forma mientras sus manos le abrían las piernas entrometiéndose mejor entres estas, acariciando sus muslos, rodeando su miembro con una de sus manos, empezando a mastubarle. 

Sintió el cuerpo de su príncipe arquearse, gimiendo mientras su boca seguía aprisionando sus pezones, su mano aceleraba el ritmo en su miembro y su otra mano entre abría sus glúteos acariciando sobre el pliegue.

—Mi señor... ¿Se siente bien?—jadeó mirándole momentaneamente, mientras el caballero volvía a capturar entre sus dientes su pecho. 

—Déjalo y-ya...—Gerard lo lamió, sin dejar de mastubarle, mirándole de esa forma tan provocativa que solo le generaba espamos complacientes—. S-se siente muy bien—. Gerard sonrió ladino, llevando dos de sus dedos de su mano disponible a su boca, chupándolos con gracia, acercándolo de nuevo a su trasero. 

Frank se cubrió los ojos con uno de sus brazos, tensando su cuerpo cuando sintió la intromisión. 

En el mundo real de donde provenía, jamás hubiera imaginado el estar con un hombre, mucho menos acostarse con uno. No era su primera vez, está claro, pues, además de Jamia, que apenas y se había acordado de ella y que su recuerdo no le generaba ninguna culpa, extraordinariamente, había tenido otras novias con las que había tenido relaciones, por lo que, aquella práctica no era tabú. 

Que Gerard estuviera estimulándole de tal forma que sus dedos no dejaban de entrar y salir de él y su pene escurría a punto de correrse, no le generaba ningún conflicto.

—¿Se siente bien así?—volvió a preguntarle el caballero, poco antes de soltar un gemido largo al correrse sobre su pecho, se estremeció y apretó la tela debajo de sus dedos, temblando de la impresión. 

—Tan bueno...—murmuró con una sonrisa. El aliento de Gerard chocando con su nuca, sus besos que sabían a gloria. Sus manos tomando sus caderas y alzando un poco su cuerpo hasta apegarlo a su pelvis, sintiendo como acomodaba la punta de su miembro sobre los pliegues de su entrada. Negó algo contrariado—, e-espera un momento, no lo—

Gritó algo desesperado, con toda su intromisión abriendo sus paredes. Era enorme, abriéndole por completo como si le fuese a partir en dos. Negó de nuevo—: No te m-muevas, no—

Dos estocadas, las manos de Gerard sujetas a sus caderas, arrasando con todo a su paso, y de nuevo se corría entre su piel, gimoteando del placer, llorando ante el nuevo experimento de dolor que parecía desvanecerse. 

Sintió los besos suaves y cálidos de Gerard sobre su rostro, sintiendo como era cargado por completo, colocado sobre sus piernas. Tuvo que aferrarse con fuerza a su cuello, gimoteando, recibiendo el tacto de sus labios sobre los suyos, abriendo los ojos impresionado ante el nuevo vaivén de sus caderas. 

Entraba y salía, cada vez con más rapidez, más presición, tensándose ante lo apretado que su príncipe estaba, ahorcando su miembro, gruñendo por lo bajo, lamiendo sus tatuajes, besando mucho más sus labios, mordiendo insatisfecho su cuerpo. No podía tener suficiente, no cuando ya había decidido abrir esa puerta que llamaba lo prohibido. 

No podía negar nunca más que no se sentía enteramente atraido a Frank, solo Frank, con esa mirada avellana que le miraban como el centro de un todo, y su presencia reconfortante, su cuerpo cálido y acogedor, las enormes ganas de encerrarle en su corazón para que nadie jamás pudiese hacerle daño. Se estaba volviendo loco por él, sus sentimientos brotando como una cascada sin reparo. 

No podía reprimir más sus instintos, evidentemente había cruzado ya una línea que no podían  borrar, y no quería hacerlo. Solo quería quedarse con él. 

—Gerard—gimió su nombre, tan melodioso. Como un canto de cuna. 

Le puso aún mas duro, tan cautivado por él, que se corrió sin notarlo, con su cuerpo anclado al suyo, abrazándole por completo, besándole en el punto más alto de la cima, ahí donde ambos habían escalado sin retorno.


*

Hello, there.

LO SÉ.

No sé si tomé la decisión correcta al ya hacer el smut, pero sinceramente me sentí inspirada por hacerlo que todo lo escribí fluidamente, ni le tuve que pensar, se escribió solo. 

¿Alguna sugerencia, opinión o comentario?

Gracias a todos por leer, dejar sus comentarios y sus votos, me anima mucho. 

All my love. 

—Pao.

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora