ventisiete.

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No se movió. No quiso ni respirar, pero eso le dirigió aquellos oscuros ojos hacia su persona. Antes de que pudiera conjurar algo, ya estaba sobre su cuerpo.

Tenía unas garras enormes, sus sueños no le hicieron justicia, el olor putrefacto se colaba entre sus fosas nasales, y le hacía marearse. Sus manos apenas pudieron tomar sus extrañas muñecas, las cuales, tan calientes como pegajosas, quemaban.

—Princeps, reincarnation—su voz, un susurro, tan oscura. Su respiración se volvió más pausada, más lenta. Le estaba asfixiando. Estaba asesinandole lentamente.

—Praecipio tibi dimittere me—bufó, alzando su macabra sonrisa, los dientes afilados, sus ojos rojos, una ligera punta negra—. ¡Dimitte me, daemon!

—¡Majestad!—su voz se escuchó al mismo tiempo en que las garras del monstruo le soltaban el cuello. Gerard y su espada aparecieron en su nublada visión, con el filo de ella adornando de gotas de sangre.

El demonio se alzó sobre él, sólo él. Gerard trató de detenerlo, y este lo esquivó, llevando una de sus garras hacia él, empujándolo hasta hacerlo volar lejos. Tosió, recuperando sus sentidos, poniéndose de pie cuando el demonio se alzó hacia él, se miraron mutuamente, y sus instintos parecieron despertar uno a uno. Uno de sus índices se alzó a él, apuntando su pecho.

—Pati dolore—el monstruo pasó de estar de pie a retorcerse en el suelo, su agonía reflejada hacia a su voz al salir como un chirrido agudo, agonizante.

Apesar de la molestia, no desistió, repitiendo su conjuro, con las piernas temblandole del dolor. Solo respiró profundo y negó. Repitiendo este una vez más.

Gerard se pudo de pie a duras penas, corriendo hacia él, alzando su espada y degollandole. Cayendo de nuevo, relajando su cuerpo.

—Frank—fue hacia él, lo acomodó entre sus brazos empezando a examinarle.

—Estoy... bien. Lo estoy—sus ojos avellanas le miraron algo perdido, sintiendo su cabeza dar vueltas, sus sentidos regresando a su lugar. No lo diría en voz alta, pero lo había hecho, por un momento se había conectado con su yo del pasado, Solar.

—¡Majestad!, estamos interceptando una anormalidad en...—el rostro de Michael palideció al mirarles, gritando por ayuda.

Todo empezó a enclarecerse.



Estaban en una mesa, la mesa redonda. Le habían curado, dando todo tipo de brebajes, mantenía los ojos ligeramente perdidos, con una copa de vino en una de sus manos, escuchando a una docena de hombres hablar, entre ellos Gerard, Michael y Raymond.

—Ellos se han vuelto osados. Debemos duplicar nuestras tropas.

—Las barreras requieren de mucho esfuerzo, no podemos crear más tropas si apenas y tenemos hombres para protegernos.

—Esta noche su majestad fue atacado, no me importa que tanto tardemos en crear nuestras barreras, tenemos que defender lo único que nos mantendría con vida—la voz de Gerard le hizo espabilar sus pensamientos, relamiendo sus labios tratando de encontrar las palabras.

—¿Y que hay de nuestra gente?, ¿quién les protege a ellos?

—Eso no—

—Está bien—Frank interrumpió. Seguía distante desde el incidente, había sido atacado y había conectado por un segundo con una esencia suya pasada, le había agotado. De todas las formas posibles—. No requiero más seguridad.

—Majestad—

—Gerard—alzó la voz. Le miró, con esos avellanas penetrantes, imponiéndose a él. La máxima autoridad—. Ya tengo suficiente contigo, Raymond e incluso Michael. Ustedes me defienden.

—Ni siquiera pudimos detectarlo el día de hoy, por eso propongo—

—No—acalló.  El caballero le miró ofendido, dolido. Al borde de la furia, él volvió a negar—. No necesito más. Vamos a continuar como estamos—. Antes de que el de ojos esmeralda pudiese refutar, se puso de pie dispuesto a salir de esa tienda. Todos se pusieron de pie, mirándole con respeto, él con los ojos perdidos, sin pizca de esperanza, caminando hasta la salida. Estuvo al borde de la muerte.

Aquello le había tocado de forma profunda, una forma que no podía divulgar tan fácilmente, no con cualquiera.

Pero eso no era todo, lo que vino después de aquello, fue peor.

Un soldado, de ojos pardos, el pelo dorado pegado a la frente por el sudor, entró en ese momento interrumpiendo su espacio. El caballero se opuso entre él y aquel lacayo, defendiendo su espacio. Este le miró con terror, hincándose enseguida. Estaba tan delgado, que le pareció un chiste. Aunque él apenas y estaba fornido. Absurdo.

—Identificate—ordenó el caballero. Él sólo miró con cautela.

—Jessie Córdovan, señor. Caballero en cuarto escudería del reino de Aurum, de la periferia. Vengo con trágicas noticias del comandante Philips—. Gerard le miró enseguida con los ojos tan abiertos y brillantes que le hizo estremecer. El día solo iba empeorando.

—¿Qué ha ocurrido?—su propia voz se escuchó temblorosa. No estaba listo para eso.

—Mi señor.... majestad, el rey ha sido atacado... el rey, ha muerto.

No era un juego. Era completamente real.

*Príncipe, reencarnación.
*Te ordeno que me sueltes.
*Sueltame, demonio.
*Sufre con dolor.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2023 ⏰

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Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora