quince

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Se relamió los labios con la respiración algo errática, el corazón latiéndole de forma escandalosa. Casi temeroso de que quienes estuvieran a su alrededor colocándole aquella armadura de oro fueran a escuchar sus pensamientos. 

—Déjenos solos—de repente, la voz del caballero se extendió a lo largo de ese vestidor de luces opacas. 

Los sirvientes asintieron hacia él, ofreciéndole una reverencia antes de retirarse uno a uno, dejándoles a solas. Frente al castaño, un enorme espejo residía, captando el reflejo de ambos, cuyas miradas se cruzaron en cuestión de segundos, atrapándolos en una ilusión densa, algo hiriente, dolorosa. 

—¿Qué es lo que haces aquí?—le dijo antes de cortar la conexión de sus miradas. El peso de las palabras que Gerard le había soltado con anterioridad aún calando en su memoria. 

—Debo insistir en que declines a esto, nadie te culpará por ello. Eres el futuro rey, después de todo—su voz gruesa, la fina línea que formaban sus labios, la desesperación en sus facciones. Imploraba que se retractase con tan solo una mirada. 

Frank chasqueó la lengua volteándose a él. 

—¿Algún consejo antes del primer round?—Gerard le miró con insistencia, rindiéndose al cabo de un par de segundos, acercándose a él, con un suspiro cansino colándose entre sus labios, mirándole desde lo alto. Le tomó de las hombreras de la armadura, ajustándolas a sus brazos con más seguridad, removiendo las coderas, probando el peto, asegurando los brazaletes. 

—No dejes que se acerquen a ti, el primer juego consiste en un atrapa y lucha. Te harán envolverte en una carrera dentro de un laberinto hasta encontrar el primer huevo de oro, si llegas primero, es todo tuyo, si alguien llega al mismo tiempo que tú, tendrás que pelear para conseguirlo. Las izquierdas suelen ser las mas cerradas, trata de encontrar un patrón, te ayudará a disminuir tu tiempo—Frank le miró terminar de ajustar su gorjal, con el pálido rostro cerca del suyo, los labios delgados y entreabiertos que le portaban la vista panoramica. Las inminentes ganas de no haber escuchado aquella verdad—, y si no te queda de otra mas que luchar, no seas el primero en atacar, recuerda que lo mejor es examinar la táctica del enemigo. 

Una de las manos del caballero se acomodó en su mejilla, acariciando de forma tersa esta, sin dejar de mirarle a los ojos; su cuerpo se estremeció, temblando, temiendo doblegarse en cualquier instante. Solo asintió. 




El sol era demasiado caluroso, daba en su punto, el más alto del medio día, apenas y salió a ese estadio monumental de piedra y madera que se había improvisado para los juegos, un pequeño tirón se instaló en la boca de su estómago. Los aplausos lo invadieron en una oleada, el viejo rey le miraba desde el pedestal asignado a la realeza y los invitados especiales de los reinos aledaños, a los que tuvo el placer de conocer un par de horas atrás. 

—Damas y caballeros de Aurum... este es un día especial, hace mucho que no podíamos disfrutar de esta tradición tan maravillosa, nuestros juegos de la hermandad—su sonrisa era ladina, incluso genuina se atreve a pensar, aunque por los comentarios que Michael le hizo hace un par de días, asume que el orgullo ciega al más modesto. 

Los juegos de la hermandad son solo una hermosa fachada para lo que en realidad representa ser el vencedor de ese espectáculo, usualmente el ganador se lleva un buen lote de oro, entre otros placeres ilimitados durante un año entero; además, el reino ganador suele llevar el estandarte de oro, aunque este siempre lo carga la entrada de Aurum con orgullo, al ser un mundano... bueno, no te ofendas, su majestad no estará muy contento si llegases a perder. 

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora