diez

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Sus manos se posaron encima de sus hombros, subiendo lentamente hasta sus mejillas. El aire seguía siendo helado, pero su tacto era cálido, y comenzaba a calentarle. Se relamió los labios mirando su rostro fijamente. Gerard avanzó hasta quedar un par de centímetros cerca suyo, y la calidez de su aliento ahora era más perceptible, estaba pasmado, con su cabeza llena de pensamientos inútiles, era como estar en blanco. 

—Yo...—suspiró. 

¿Qué era eso?, ese sentimeinto extraño acumulándose en su pecho. 


—¿Qué están haciendo?—se separaron abruptamente, como si hubieran estado dentro de una burbuja todo ese tiempo, y alguien acaba de romperla por completo. 

Gerard carraspeó, alejándose lo suficiente de él, mirando al intruso. 

—Su majestad necesitaba un  momento a solas, yo solo lo cuido—Michael les miraba sin una pisca de expresión en aquel rostro pálido, caminando hasta donde sus ropas se hallaban olvidadas, levantando el traje ostentoso que llevaba puesto. 

—Ajá—hizo un ademán de limpiar el traje de un jalón, mirando después al castaño que solo permanecía inmutado—. Será mejor que vuelvas adentro, Frank—. Su voz, si bien no era la más amigable, era convencional. 

Quedó un largo rato mirándole, y la insistente mirada del rubio iba en aumento a cada segundo, al final tuvo que volver a llamar su atención en un siseo, mostrándole el traje de nuevo.

—Si, yo...—miró a Gerard, este miraba a Michael aún, asi que solo aprovecho aquello como una gran vuelta a la realidad, caminando hasta el rubio, dejando que este le ayudase a colocarse la ropa de nuevo, y yendo hasta la entrada al salón. 



—¿Qué crees que haces?—vio a Frank desaparecer al poco, con sus pasos siguiendo los suyos después, colocándose de nuevo la armadura. 

Michael le miraba con hostilidad, la fría y calculadora mirada en su rostro de erudito que tanto llegaba a molestarle. 

—¿A qué te refieres?

—No te hagas al listo conmigo, Gerard—le apuntó con el dedo interponiéndose entre la entrada al salón y su tenso cuerpo, sintiendo una presión extraña en el pecho.

—Debo ir.

—Gerard...

—Puede estar en peligro—avanzó pasando de lugar el cuerpo del menor, siendo tomado de uno de sus brazos, gruñendo con desesperación—. Suéltame. 

—Temo que te tomes muy en serio tu papel como caballero hacia Frank.

—Su majestad sigue siendo un blanco para todos aquellos rebeldes que osaron desafiar Aurum en el pasado—gruñó. Observó fijamente a su hermano, suplicaba con la mirada. 

—Frank no es Solar—le recordó. El pelinegro le miró largo rato pensando en su respuesta, vacilando un gesto agrio. 

—Jamás he pensado que lo sea, pero sigue siendo nuestro futuro rey—se soltó entonces de forma brusca del agarre, terminando de acomodarse la armadura, empezando a avanzar para volver a entrar al salón, ahí donde Frank había desaparecido—. Y como futuro rey, sabrás, hermano, que sigue siendo un objetivo en peligro.

Le observó perderse dentro quedando largo rato de pie meditando sus palabras.

—Mentiroso—murmuró finalmente. 

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora