veinticuatro

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Lo besó. Lo besó de forma apasionada, sintiendo el cansancio en los labios de tanto besarlo, siguiendo con aquel simple acto que demostraba a cambio de mil palabras, la necesidad, el anhelo hacia él. Las desesperadas manos de Gerard no se daban abasto, repasando su cuerpo, volviendo a acariciarle en lugares que ya había recorrido minutos atrás, pero que de ninguna forma se cansaría de tocar.

Poco a poco hacía al cuerpo de Frank retroceder hasta caer hacia la cama, entrometiendo una de sus piernas hacia entre las suyas, haciéndose espacio a voluntad. Le quitó la ropa, lamiendo la piel pálida y tintada de su pecho, mordiendo de forma suave sus hombros y su cuello.

—Mi príncipe—susurró con vehemencia, como si sufriera del efecto mortífero de una droga.

Con sus manos recargadas entre sus piernas, las manos apresuradas de Frank terminaban de igual forma de despojarle de esas ropas, atrayéndolo ansioso hacia él. No pudo dejar de besarle, no pudo separarse ni un solo centímetro de él, enrollando sus piernas en sus caderas, juntando sus pelvis, sintiendo su enorme erección clavarse en la suya. 

—Vamos, apresúrate—le dijo desesperado, sintiendo una de las manos del caballero colarse entre sus glúteos, entreabriendo con sus dedos los mismos, repasando los pliegues de él, sintiendo el leve ardor de su intromisión. Tragó duro, suspirando ruidosamente mientras negaba—. Olvídalo, solo mételo.

—Frank—

—¡Hazme el amor de una vez, maldición! —lo jaló hacia él, besándole de nuevo, sin darle tiempo a pensar. Se apoderó de sus pensamientos, hipnotizado de sus labios, del sabor de su boca. No bastó mucho para que cumpliese con la orden de tomarlo como suyo, embistiendo de forma voraz su cuerpo.

Frank agonizó, gimoteó enterrando las uñas en su espalda, aferrándose al agarre de sus piernas hacia sus caderas, se movió presuroso contra su juicio deseoso de él, haciéndole enloquecer.

Gerard respiraba de forma agitada, tomándole de forma delicada y absoluta entre sus brazos, lamiendo de forma lasciva su cuerpo, mordiendo sus pezones duros, dándole estocadas firmes que le hacían ver estrellas, gimiendo sin descaro tratando inútilmente de morderse los labios para no dejarlos escapar.

—Majestad...—gruñó ante el honorífico, mordiendo sutilmente su labio inferior, lamiéndolo poco después. Dejó que el caballero lo tomase en un agarre, impulsándole hacia él, haciéndole quedar a horcajadas. Frank le empujó con poca delicadeza dejando su cuerpo caer sobre la cama, acomodando cada una de sus piernas a cada lado de él, dejando que terminase de bajar por completo.

Le estaba apretando. Gerard se mordía el labio inferior enterrando las manos en sus caderas, ejerciendo presión para mantenerle completamente montado sobre él. Frank jadeó sintiendo que el aire le hacía falta, tratando de respirar lo mejor que pudo antes de empezar a mover las caderas de una forma muy poco atractiva cree él, no es que fuese un experto en ello, Gerard era el único hombre con el que lo había hecho, el único con el que pensaría hacerlo continuamente.

Pese a su mal pronóstico, el pelinegro soltó un gruñido placentero, con esos ojos esmeraldas que le veían fijamente como un león a un ciervo, queriendo devorarle hasta los huesos. Aquello solo le infundió confianza, continuando con el movimiento ahora en círculos, saltando de vez en cuando sobre él, con la punzada de su miembro llegar en lo más profundo de él. Le hizo agonizar, gimotear su nombre, maldecir en latín de forma sucia pero sensual.

—Stercore.

—Princeps, ita bonum, ut mea.

—Dilo en inglés...—le susurró demandante, sintiendo el tacto de sus manos acariciar su cintura, impulsando su cuerpo hacia abajo, y su pelvis hacia arriba, embistiendo rudamente, temblando de la cabeza a los pies, sintiendo esa sensación insoportablemente placentera en la parte baja del vientre. Se corrió sobre él, salpicando su pecho, un par de gotas cayendo sobre su cuello.

Le miró avergonzado, tratando de excusarse, con su visión volteándose repentinamente un giro de 180°, dejándole boca abajo. Su pecho sobre la cama, su trasero hacia arriba, las piernas abiertas. Sintió como entraba en él de nuevo, gimiendo alarido ante la sensibilidad, negando intensamente. Una de las manos de Gerard le sujetó el vientre, otra le tomó del pecho, levantando su cuerpo hacia pegarlo al suyo por la espalda, volteando su rostro para mirarle de reojo, temblando, sintiéndose lleno, a punto de colapsar.

—Mi príncipe—dijo, embistiendo; escuchó su gimoteo doloroso y placentero, luchando por soportar—, tan bueno—. Con sus manos pellizcando de nuevo sus pezones, la otra bajando a su pene, acariciándolo, empezando a masturbarle—. Tan mío. Solo mío.

Casi se derrite ante lo último, junto a las incesantes embestidas que le daba, la sutil forma en la que le masturbaba, sus besos húmedos, cargados de solemnidad, casi como si su vida dependiese de ello. Tenía los ojos llorosos, con el incesante golpeteo hacia un punto específico en su interior que le hizo gemir su nombre en una sonrisa.

Se había corrido de nuevo, sintiendo su interior cálido, junto al dulce sonido placentero que el caballero hizo tras su oído.

Le costó mucho recuperarse, y se sintió tan bien que no le costó cerrar los ojos y desvanecerse. Había sido una larga noche. Al despertar, la calidez de su pecho le dio la bienvenida, el suave respirar de Gerard acompasaba el suyo, completamente desnudos sobre su cama, el panorama que dictaba que nada de lo que había ocurrido hacia sido un sueño. Fue real, Gerard estaba ahí, había ido por él. Su sola imagen grabada en su memoria, que se materializaba bajo sus dedos en ese preciso instante, inhalando profundamente para olerle. Quería guardarlo en su memoria también.

—Viniste—dijo más para sí, confirmándose a sí mismo de nuevo su realidad.

—No podía no hacerlo... casi me vuelvo loco cuando no te encuentro, tardé mucho en darme cuenta de que ya no estabas más en aquella dimensión—lo dice con tanta naturalidad que tiene que alzar la mirada para verlo. Gerard le observa con simpleza, los ojos enormes y brillantes hacia él.

—El bucle—

—Permanecí tanto tiempo encerrado en él, que es poco probable que notara que había vuelto. Tu ausencia fue mi motor de búsqueda.

—Gerard—

—Mi príncipe—alzó un poco la voz, interponiéndose a sus palabras, colocando una de sus manos sobre una de sus mejillas, acunándola—, me temo que estoy enamorado de usted. Solo de usted. Pese a lo que crea, no hay ningún fantasma tras mis sentimientos, solo es eso. Mi amor genuino hacia todo lo que tú, Frank, representas. Por favor, acéptalos como tuyos. Le imploro, tome a este caballero como suyo.

Era como si todo lo que le había hecho falta hasta ese momento, la pieza perdida del rompecabezas, hubiera aparecido instantáneamente.

Su corazón no dejaba de latir presurosamente.

holiboli.

Quiero aclarar que soy la chica de las tragedias: mi laptop se echó a perder, mi trabajo me chupa la vida y luego el tiempo no me alcanza jaja. Pero lo prometido es deuda. 

Estaba oyendo Mama, The gosth of u, Famous Last words y Destroya, casi me wisho de la emoción. 

All my lov. <3

-Pao.

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora