SEGUNDO CAPÍTULO: INTENCIONES PURAS

371 48 12
                                    

     Yūgen no era exactamente una amante de la cocina, tampoco a las actividades extracurriculares que desarrolló en su niñez y pre-adolescencia. Lo cierto es que de pequeña le aburrían, no se preocupaba mucho porque ella siempre le ayudaba y explicaba por las noches, así que se tranquilizaba, pensaba que en un par de años sería buena en ello porque, después de todo, ambas eran jóvenes y tenían todo el tiempo del mundo en el cual aprendería todas esas cosas. O eso creyó Yūgen porque desde que ella falleció, se quedó estancada por un tiempo; guardó absolutamente todo lo que le recordara a esa persona, reemplazó gran parte de las horas dedicadas a sus actividades de aprendizaje para dedicarse a entrenar y volverse fuerte, después de todo, era ella quien le motivaba a realizar esas estupideces, era divertido si estaba a su lado.

Cuando la joven de ojos burdeos comenzó su entrenamiento, deseó cometer suicidio. Era una mierda. El dolor corporal y el agotamiento mental le parecía insoportable, sus hermanos eran quienes le ayudaban en compañía de otros miembros del clan, muy cercanos a su padre. Yūgen mejoraba progresivamente y un año posterior al inicio del entrenamiento comenzó a retomar aquellas actividades que había dejado en el olvido, menos una en particular. Bordar. Porque esa actividad era la favorita de esa persona.

Ahora, en la actualidad, Yūgen estaba determinada a aprender cómo plasmar figuras en la tela con la ayuda de la aguja. Porque sí tenía mejores aptitudes para lo demás —de hecho, se volvió la mejor señorita años atrás— pero el bordado le sacaba de quicio con facilidad.

Hashirama estaba sorprendido, al igual que Tobirama, recordaban que ella siempre se distraía o lloriqueaba en sus clases y que ahora estuviera retomando por sí sola ese arte les llenaba de alegría, incluso Haruka —la mujer que se había ocupado de ella hasta su mayoría de edad y que cuidaba de casa si no estaban— le impactaba el repentino interés de Yūgen y se preguntaban el por qué.

Los presentes sabían que era ella quien se subestimaba, pues no lo hacía tan mal, sólo que a veces cometía errores, esto era porque no tenía un patrón y usualmente ornamentaba la tela con la primera figura que viniera a su mente o simplemente no estaba concentrada. Haruka sabía que ella era sumamente talentosa en todos los aspectos, sólo necesitaba paciencia y constancia.

—Bien, ya casi... ¡mierda, mi dedo!, ¡Esto es una completa mierda! —exclamó antes de llevar el dedo lastimado a su boca para detener el sangrado.

—Seguirás lastimando tus manos porque no lo haces con calma y, como siempre, no pareces tener muy claro qué hacer.

—¡Abuela! Casi me matas del susto ¿Ya estas mejor? —Yūgen se sobresaltó, pero desvió toda su atención a la señora que entraba a su habitación, se levantó y la abrazó.

—Mi niña, parece que en los últimos meses creciste muchísimo. —Haruka detalló a la rizada, sus facciones estaban más definidas sin perder ese toque delicado, su cuerpo parecía más trabajado que antes, incluso por encima de esas ropas podía notarlo.

—También mejoré unas técnicas y mi taijutsu... últimamente he tratado de mejorar en esto ¡pero es difícil! —señaló las telas y agujas que se encontraban en el suelo.

—Descansa, mañana retomamos las clases —anunció Haruka, tomando las manos de Yūgen y presionándolas.

—¿Quieres enseñarme? Abuela, fui grosera contigo en el pasado, yo...

—Si ahora lo vas a disfrutar, es suficiente para querer mostrarte.

Yūgen abrazó y agradeció aquello, tomó todos los materiales y los acomodó una vez Haruka se retiró. Se colocó prendas más ligeras y salió de su habitación en dirección a la cocina. Se propuso que le saldría sí o sí ese platillo, el tofu no se quemaría esta vez.

Tras varios intentos, logró hacer con éxito aquel alimento. Olía a pescado, un poco a quemado y a condimentos. El desastre no era tan grave, aun así se demoró en limpiar. Una vez todo quedó impecable, llevo la comida consigo a su habitación.

—¿Qué puedo escribirle? —susurró mientras contemplaba el papel en blanco. En días pasados le había comentado que estaba preparando algo para ellos y que confiara ella, inicialmente quería dejarle sólo una pequeña nota, pero, mierda, la adrenalina era tal, que a veces sentía que debió escribir un poco más porque no sabía si sería atrapada en la próxima ocasión.

En las esquinas del papel hizo flores y puntos de diferentes tamaños, hasta que sus ideas se organizaron e inició su escritura.

.

.

.

.

.

« ¡Sorpresa, querido Madara!

Me costó un poco prepararlo, espero respuestas honestas sobre esto. Me siento nerviosa y creo que no me sentiré bien hasta que vuelva y lea tu respuesta. ¡Enfoqué todas mis energías en esto! Todo mi amor y cariño está aquí, ¿esto es demasiado? Lo siento, pero pensé que las palabras no bastaban y quizás mis acciones podrían ser una prueba tangible de mi amor ¿o me equivoco?

¡Espero que no se arruine la comida para la hora del almuerzo!

—Con amor, tu destino. »

Madara e Izuna miraban escépticos los recipientes que estaban llenos de comida. Estaban en silencio, observándolo a una distancia prudente.

—No estoy seguro de ingerir eso, Izuna. Estaba bien con las cartas pero eso podría contener veneno —aunque Madara terminó diciendo esas palabras, realmente quería probarlo, tenía hambre y no se despertó con un ánimo muy elevado como para cocinar o simplemente moverse... aunque mejoró después de leer cierta carta, pero se negaba a admitir tal cosa.

—¡Ya sé! —exclamó el menor y salió de la habitación, Madara quedó confundido, pero su hermano volvió con el emblema y sugirió lo siguiente: —Si cae boca arriba, lo comemos, y si cae el reverso lo botamos

Antes de que Madara le diera una negativa —porque no le hacía mucha gracia que escogiera precisamente eso para tirarlo al suelo— ya había caído e Izuna estaba tomando los obentos.

—¡A comer!

—Izuna, no tienes diez años. —Madara estaba un poco desesperado por la tranquilidad y ligereza con la que su hermano se estaba tomando el asunto de un extraño le mandase alimentos.

—De querer hacernos algo, ya lo hubiese conseguido. —el menor estaba destapando el recipiente.

—¡Esta puede ser la estrategia! Obtener nuestra confianza para después asesinarnos.

—¡Esto es sumamente delicioso!, ¡tienes que probarlo, nii-san! —Izuna, ignorando completamente a su hermano, siguió degustado la comida— espera tú hasta el almuerzo, si de aquí hasta entonces no me ocurre nada es porque todo está bien, yo, personalmente, pienso que tienen intenciones puras.

Consternado, Madara salió de la habitación en dirección a la cocina. Pensaba que las próximas horas serían tortuosas.

Y probablemente sí lo serían.

DEAR MADARA   ||   MADARA UCHIHA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora