Capítulo 14. La dura tarea de dormir.

1.4K 63 9
                                    

Se había ido del restaurante como quien se va de una situación desagradable, estaba demasiado claro, verme no estaba entre sus prioridades y tampoco entre su lista de sorpresas agradables del año.

Yo jamás hubiera imaginado que iba a estar allí, que el destino caprichoso me la iba a colocar en mis narices. Jamás había albergado esperanzas de volver a trabajar con ella. Ya sabéis que nunca la he olvidado, como tampoco he olvidado todos los errores que me llevaron a estar sin ella. Aunque no os preocupéis, que si se me olvidan, mi querida amiga Lucía estará ahí para recordarmelos.

- Ehm. ¿Se puede ser más guapa? Illa te juro que por esa mujé yo me cambiaba hasta de acera. Es impresionante, o sea, te entiendo. - decía Lucía fascinada. - es que vamos, normá, tu la miras y se te caen las bragas.

- Lucía... - dije en tono de aviso mientras abria mis ojos y señalaba con ellos a todos los presentes. - ten cuidado anda...

- Que ya te he dicho que yo uso un andalú cerrao y rápido y aqui ni cristo se entera de que he disho.

- Ni cristo, ni yo.

Decidimos quedarnos hasta que los comensales dieran por finalizada la comida. Estaba todo muy rico, para compartir en el medio nos pusieron alici fresche dorate alla milanese y Mortadella di puro suino al tartufo nero di Norcia. De plato principal Linguine con pomodoro fresco, cipollotti e peperoncino y de postre una Cheesecake para morirse. Creo que ibamos a salir rodando del restaurante.

Lucía hizo muy buenas migas con el tandem AuPa.

- Menos mal que cada uno tenéis el pelo de un color diferente, porque madre mía pa' diferenciaros... - les decía.

- Rosalinda, ¿tú tienes más claro el decir que sí al proyecto, verdad? - preguntó Paolo.

- Sí, no tengo muchas dudas, me gustaría y me hace muchisima ilusión trabajar aquí. No solo por la parte económica que es evidente, si no porque es un impulso brutal en mi carrera, una oportunidad de esas que pasan solo una vez en la vida...

- Y por acercarte a Dayane. - Sentenció Aurelio con una sonrisa.

- Y por acercarse a Dayane. - Confirmo mi amiga.

- El viernes Gucci va a dar una fiesta privada y tenemos invitaciones, podríais venir. Es una buena forma de conocer a todo el equipo, no habrá prensa, está prohibido el uso de telefonos moviles o redes sociales dentro del evento y creo que va a ser la caña. - Aurelio sonaba entusiasmado

- Ya te digo. - Continuó Paolo. - Han alquilado un hotel entero para el evento, si me pasais el mail os pasamos dos entradas y si la guardais en el Wallet de Apple no tendreís problemas para entrar. Yo no veo mejor oportunidad de conocer la calidad humana de la gente con la que vas a currar...

Acababamos de salir del restaurante y Lucía me iba mirando mientras sonreía.

- ¿Se puede saber de que te ries?

- Me hace gracia que la vida te oblige ahora a enfrentarte a todo lo que no has querido enfrentarte hasta ahora.

- Pues a mi no me hace ninguna gracia... ¿Donde vamos a ir?

- Teniendo en cuenta que vamos perjudicadas... Vayamos a casa y sigamos perjudicandonos allí. ¿Tienes ron?

- Ya sabes que yo soy de ginebra. - Le dije indignada.

Vivía en un ático en la Via San Protaso, en pleno centro de Milano. Mi atico era bastante acogedor, no debía de medir más de 50 metros cuadrados pero lo compensaba una terraza de casi 40 metros. Estaba llena de plantas y cactus, que me encantaban. Tenía un par de hamacas y una vitrina con alcohol al lado de una barbacoa portatil. Era mi pasatiempo favorito en primavera - verano. Hacer barbacoas claro, emborracharse era solo un efecto secundario de aquello. La casa estaba pintada entre blancos y grises, algunas paredes eran gris perla y otras gris marengo. El resto, blancas. Tenía un salón amplio que daba a la terraza por lo tanto era bastante luminoso. En una esquina del salón tenía un palet de madera con plantas naturales que usaba para cocinar, tenía perejil, hiervabuena, melisa... en ese rinconcito siempre había un olor maravilloso. La habitación también era muy grande pero el baño era más diminuto. Tenía un armario empotrado gigante y una cama de matrimonio en el centro, con canapé incluido, en cuestión de espacio no tenía problemas.

RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora