Capítulo 42. ¿Dónde estás?

1.2K 54 6
                                    

En casa de Dayane las cosas se habían ido un poco de madre pero al menos si lo comparo con la otra vez hay algo que sí tengo seguro. Le gusto y me quiere. No se si bien o lo suficiente, pero lo sé. Se nota, me lo ha demostrado.

Mis dedos por su espalda buscando cada poro de su piel me estaban encendiendo cada vez más. Nuestras piernas entrelazadas, las caricias, los besos, las sonrisas. Yo tenía una opresión en el pecho que me iba a explotar si no me fundia con ella, si no le daba un beso de esos que van buscando más y para mi más era su cuerpo. Mejor no os cuento como estaba mi entrepierna. Pero como siempre Dayane tiene sus momentos y de repente de la nada me soltó un beso, un pico, un pico muy fuerte pero que no dejaba de ser un pico. ¿Que yo esperaba más? Pues sí, pero a esta chica no hay quien la entienda.

No sé que pasa por su cabeza, no sé a qué tiene miedo.

Me abrazó muy fuerte y entendí que quería pero no podía. A veces se me olvida que tiene novio y que lo quiere y que es una relación seria y que no tiene intención ninguna de dejarlo y que es un absurdo lucha por este amor prohibido.

Dios. Estoy hiperventilando.

En fin, dije que carpe diem y aqui estoy. He decidido hacer lo que quería hacer y no puedo arrepentirme ahora de todas las decisiones que tome como adulta. Dormir abrazada a ella me ha dado la paz que hace años no encontraba en sueños, he dormido de una, sin sobresaltos, sin pesadillas, tranquila y en paz. Eso solo me lo daba y da los brazos de Dayani. Me despertó con un amore y a mi se me derritió un poco el corazón y me olvide por un rato de Thiago. Me desperte y no me dió tiempo a mucho más, tenía muchas cosas que hacer ese día.

Había pasado un día y no sabía nada de ella, tampoco me preocupa mucho porque hoy nos vamos a ver en el trabajo. Tenía la mirada puesta en mi desayuno, tostadas con crema de cacahuete, fresa y semillas de chía. Cafe solo y en media hora el chico del transporte del trabajo vendría a por mi y al fin podía mirar a Dayane a los ojos y ver si me quería igual que ayer por la noche.

Soy idiota, ni que el querer cambiase de un día para otro. Además ella siempre me miraba de una forma especial no sé porque dudo de eso.

Tenía ganas de llegar a los estudios porque nada más llegar iba a ver a Lucía, que había ido directamente desde el aeropuerto allí y ya me había mandado un mensaje diciendome que me estaba esperando. El chico vino y en cuestion de veinte minutos atravesé la puerta del estudio que había alquilado GUCCI y vi a Marisa y a Lucía al lado sonriendole como una idiota.

- Amoooooooore mio. - corrí hacía ella y me dió un abrazo enorme, fuerte y que se sintió casa. Como echaba de menos a mi amiga...

- Como estas? No me digas que mal que te mato, ¡¿eh?!

- Bien, bieeen, no seas idiota.

Marisa nos miraba con ternura. Y de repente, arrancó a hablar.

- Bueno, Rosi, a ver. Hay un ligero cambio de planes...

- ¿No vemos hoy los diseños ya materializados de ROSMELLO?

- Bueno sí, o sea, no. Quiero decir, que si quieres puedes verlos pero hoy no los vamos a usar. Vamos a hacer otra cosa. Hoy vienes a trabajar tu sola.

- ¿Y Dayane? - estaba muy confundida.

- Pues no viene.

- ¿Esta mala?

- No, no... Todo bien, esta más sana que una pera.

- Más sana que una pera. - repitió Lucia. - expresión muy española. Aprendes de la mejor. - le sonrió pero a Marisa se la veía realmente agobiada. - qué le pasa entonces a la mochuela... A ver...

RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora