Capítulo 27. Rosas rojas.

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Thiago me había llamado cansado, estaba desganado, pareciese que me llamaba por obligación. Me contó que su día había sido una mierda. El trabajo se le acumulaba, era mala época para los CEOs porque con todo esto del verano estaban a full de propuestas y no paraban de decir que sí a todas. Eran grandes oportunidades. Golpes de suerte como él lo llamaba. Lo sentí abatido y me dio pena no poder sentirle cerca. Quería hacerle saber que estaba ahí y que podía contar conmigo en todo momento.

El, sin embargo, no necesito oírlo, antes de que yo pudiera decir nada me dijo "sé que estás ahí y por eso estoy al teléfono contigo, no es cosa de la distancia, si estuvieras aquí estaría igual de cansado, no te preocupes Dayani."

A decir verdad, estos últimos días no había pensado mucho en Thiago, tampoco le di la mayor importancia, tengo el día a reventar de planes, trabajos, familia y obligaciones. A veces no me queda tiempo ni para mí misma imaginaos para otra persona más. Más o menos habíamos estado en contacto todos los días vía WhatsApp, algunos días caía un FaceTime pero no con la frecuencia que quizás yo esperaba. Y digo yo esperaba pensando en mis planes antes de salir de Brasil para Milano. Digamos que no se estaban cumpliendo mis expectativas, pero ambos no nos sentíamos mal con eso. No quise hablarlo porque él había tenido un día espantoso y no creo que fuese el mejor momento, pero era una conversación pendiente.

Por poner sobre la mesa nuestros sentimientos y pensamientos. Al final la distancia es así. Solo habían pasado un par de semanas, no hagamos dramas innecesarios. Solo me quedó esperar que Thiago con los días mejorase, era un chico tan alegre que era rarísimo verle así. Tengo que hacer algo para animarle, pensé.

La mañana pasó tranquila, Bubi, Juliano y yo volvimos a la vida sana. Hicimos un desayuno en casa y salimos a dar un paseo por los alrededores. Mañana turística para los tres. Nos hicimos algunas fotos y Bubi se empeñó en posar como modelo en algunos fondos que merecían la pena ser retratados. Estaba empeñada en tener Instagram, pero a mí me parecía demasiado temprano y siempre le decía lo mismo: ni de coña guapa.

En fin.

Hoy era día de creatividad. La cosa iba de diseñar, había estado pensando en cómo puedo aportar luz al diseño de proyecto, pero no se me ocurría nada. La verdad que nunca en mi vida he diseñado nada así que empecé a agobiarme un poco. Quizás no estaba a la altura del trabajo al que había dicho sí. No quería decepcionar a nadie. Que presión empecé a sentir en un momento.

Habíamos quedado a las seis de la tarde por il templo della vitoria, por esa zona yo no conocía nada y me atrevería a decir que no había estado y si había pasado por ahí, ni me acordaba.

¿Qué me pongo?

Pues lo mismo que te pondrías si vas a ir de cañas con unos colegas. Aurelio me había dicho por mensaje privado que no me comiera la cabeza en exceso, que no era una reunión formal de trabajo y que a ellos como tal no le debíamos una buena impresión. Que la comodidad era lo principal y la imaginación, claro. La timidez en casa y los prejuicios también, era la frase que justo me había escrito. Más razón que un santo.

Me decanté por unos shorts vaqueros demasiado desgastados, los compré en un mercado vintage de Sao Paulo. Fue amor a primera vista y encima me costaron solo seis euros. Para flipar. De camiseta elegí una de Gucci que me regalaron hace como tres años. Se trataba de la colección del pato Donald, recuerdo que cuando salió me enamore de casi todas las cosas y un grupo de fans me regalaron la camiseta de AMOR VIVANDI de esa colección.

De zapatos elegí unas sandalias marrones. Me hacía gracia porque me pongo morena muy rápido y cuando llevo sandalias a tiras corriendo se me señala la marca en los pies y cuando me quito los zapatos mis pies parecen unas persianas. ¿No os pasa?

RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora