Capítulo 41. Decisiones.

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La abrace, atrayéndola tanto a mi y tan fuerte porque no sabía dónde echar las ganas de hacerla mía. Me faltaba gemir si es que no lo había hecho ya, no era muy dueña de mi misma pero no sentía que estuviese haciendo las cosas bien.

¿Y si era un juego para ella? ¿Y si otra vez volvemos a lo mismo? No puedo cambiarme de país cada vez que Rosalinda decida hacer pedazos mi corazón. El otro día os lo dije, me siento libre a la par que culpable. Es cierto que había sido honesta con Thiago, que habíamos quedado en que haría todo lo que sentía pero tampoco me parecía bien este abuso de libertad pero es que no me podía contener, os prometo que estaba siendo lo más cauta posible, que yo en otras circustancias habría estado toda la noche haciendola gemir de placer hasta cansarnos pero no me parecía lo más apropiado.

Encima le di un pico, un pico inocente. Esta chica debió pensar que soy imbecil. Sentir sus labios me hizo querer sentir su lengua, la humedad que la recorría. Me hizo querer hacer que se estremeciera entre mis manos y jugar entre sus piernas. Es por eso que la abrace fuerte, para que intentara leer en mis acciones lo que mi cabeza pensaba y quería hacer pero no podía.

Honestamente creo que ella se deja llevar con frecuencia y se olvida de mi situación actual y no la culpo, ella no tiene novio, no tiene pareja, no debe nada a nadie. Yo, sin embargo, tengo que solventar esa situación. ¿Por qué no puede ser todo más sencillo? Cuando yo podía ella no quiso y ahora que ella quiere, yo no puedo.

Algo tengo que hacer, esto no puede seguir así.

Continuamos con nuestra guerra de caricias, suspiros y besos en lugares que no correspondían al lugar que nosotras deseabamos, la boca. En la habitación debía de hacer 40 grados más de lo normal porque mi piel estaba que ardía y la suya no era hielo precisamente.

Dios mío Rosalinda, me vas a matar.

No sé en que momento nos quedamos dormidas pero hoy he amanecido con Rosi frente a mi, completamente dormida. Verla ha sido admirar una estampa inocente y angelical, estaba preciosa mientras se dejaba en manos de Morfeo.

- Amore... - le susurré al oído.

No se despertaba ni por asomo.

- Amore mio... Bella. - empecé a darle besos en la mejilla y en la nariz. Sonrió.

- Holi... - entrecerró sus ojos y arrugó la nariz.

- Buongiorno bebe. Come stai?

- Quiero dormir más. - se estiró.

Fuí a salir de la cama para vestirme y hacer el desayuno, hoy tenía mil cosas que hacer. Y mil cosas que quitarme de la cabeza. Ella me cogio de un brazo y me retuvo.

- ¿Dónde vas?

- ¡A vestirme!

- Pero... ¿creías que me ibas a dejar sin mis mimos mañaneros?

Como podía decirle que no a esa sonrisa. Volví a la cama y cumplí sus deseos. La bese por toda la cara, por los hombros. La abracé con cariño y delicadeza y ella se dejo caer en mi como si lo llevase esperando toda la vida. En los momentos así se me olvidaban las dudas hacía Rosalinda pero luego me acordaba de tantas cosas que a veces tendía a bloquearme.

Al fin salimos de la cama. Rosi se cambió de ropa y se llevó puesto un pantalón y una camiseta que le presté yo, se despidió de Bubi y marchó corriendo a cumplir con sus obligaciones de Martes.

- Tú. Señora. Va siendo hora de que te vistas, ¿no? - dije mirando a Sofía.

Hoy le tocaba volver con papá y Stefano en a penas un ratete iba a pasar a recogerla, yo ya le había avisado que todo estaba listo así como le había comentado mis planes de cara a los proximos días. Stefano comprendió todo y acepto quedarse con Sofía al 100% en los proximos días.

Cuando Sofía se fue, se despidió de mi cariñosamente como siempre hacía y tras hablar un rato con ella delante de Stefano se limitó a desearme suerte y decirme que me quería.

Señor, necesito suerte sí.

Antes de hacer nada busqué el permiso que necesitaba en Marisa. Iba a incumplir un poco mi contrato, pero me dirigí a ella más como un favor personal que como parte del equipo que consideraba "mis jefes".

- Como persona y como responsable tuya te digo que lo hagas, ya nos apañamos por aquí de algún modo, yo te cubro, algo se me ocurrirá.

Cogí la primera maleta que tenía cerca y me dediqué a meter lo imprescindible para tres días. Llame a Giulia, le conté mi plan, flipó y me dijo lo que siempre dice y por suerte hace.

- Hagas lo que hagas cuentas conmigo, si sale bien lo celebramos y si sale mal pues ya compro yo los clineex.

 - Gracias, ya sabes lo importante que es para mi tu opinión.

Llamé a Juliano, no estaba muy de acuerdo porque tenía miedo, es mi hermano y es normal que se sienta así aún así me apoyó como siempre hace.

Pues bueno. Ya tenía todo mas o menos listo. Llame a un Uber y me llevó a mi destino.

Me baje, miré a mi alrrededor y suspiré.

Allí estaba yo, tan pequeñita haciendome la valiente en el aeropuerto de Milano y con un billete en la mano rumbo a Brasil.


RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora