Capítulo 34. Lo que me faltaba.

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Estábamos en plena sesión y en el punto máximo de éxtasis. Estaba guapísima. Ella insistía una y otra vez en que la guapa era y yo que mis ojos esta mañana brillaban más de lo usual. Como no iban a brillar si estaban enfocados en ella.

La puerta se abrió y yo la verdad ni si quiera lo noté, me percate de la presencia de otra persona cuando escuché su nombre cantado en una voz totalmente desconocida para mí. Da ya niiiii. Ella se giró y por un momento se quedó absorta a todo lo que la rodeaba.

El corrió a sus brazos, la elevó por los aires y le hizo una demostración de amor propia de cualquier película quinceañera rodada en París. Me dio un poco de vergüenza ajena por no admitir que sentía envidia de él. Quería ser él.

De verdad a Dayane no se le ocurrió que ningún momento era bueno para decirme: "Oh sí gracias por amarme tanto Rosalinda, pero tengo novio."

Busqué a Lucía con la mirada y ella me hizo un gesto de templanza, me pidió con los ojos que aguantara. Así lo hice, le estreché la mano y también le hice saber que a mí no me había hablado absolutamente nada de él, yo no tenía que mentir por nadie y menos por un chico que ni si quiera conocía. Él no pareció sorprendido, en su lugar fue amable, correcto y agradable, lo cual odié aún más.

El fotógrafo nos pidió continuar con la sesión y Thiago quiso quedarse a verlo. Lo que me faltaba, el espectador que justo estaba esperando, mi gran ilusión. Nótese la ironía.

Justo cuando retomamos la sesión, me acerqué a Dayane, la miraba fijamente a los ojos y e intentaba transmitirle mi descontento, la decepción producida, el desgano de continuar con esto y todas esas cosas malas que pretendemos que con solo una mirada queden claras.

Ella me agarro la mano para continuar con la sesión pero de forma pausada y para que no quedara retratado en la cámara, se la quité.

- Tengo que pedir un favor. – dijo Dayane mirando al fotógrafo.

- Dime, claro.

- Nada Marisa, que si pudiéramos hacer un break sería genial, así Rosalinda y yo podemos ver que poses serían mejor.

Creo que Marisa entendió que Dayane le estaba pidiendo ayuda, un grito ahogado en silencio de auxilio. Lucía también lo entendió.

- Pues yo lo veo, que se queden ellas aquí. – decía Lucía. – y nosotros cuatros vamos a tomar un algo, un sándwich o algo que tengo hambre. ¿Tu tienes hambre Marisa?

- Mucha, sí.

- Pues ahora volvemos. Tú ven con nosotras. – Lucía tiró del brazo de Thiago. – Que te vamos a enseñar la nueva colección de hombre.

- ¿Qué nueva colección? – Decía Marisa.

- Pues la de hombre, la que te llego ayer y me has enseñado hace un ratito hija que memoria tienes, parece mentira que trabajes aquí. No le hagas caso. – dijo mirando a Thiago. – últimamente está pendiente de todo menos de lo que tiene que estar pendiente...

Thiago sonrió y se dejó llevar, el fotógrafo también salió y nos quedamos nosotras dos a solas. Antes de que pudiera mediar palabra ella se dirigió hacia mí.

- Sé perfectamente que vas a decir. Lo siento, no sabía cómo decirlo, apenas llevamos dos semanas conociéndonos de nuevo.

- Y en dos putas semanas no te ha parecido bien ningún momento para decirme, Rosi deja de besarme el cuello que tengo novio. – dije visiblemente enfadada.

- ¿Me has preguntado tú? Manda cojones Rosalinda.

- ¿Qué manda cojones qué?

- Cuatro años. Han pasado cuatro años y quieres venir a exigirme cosas, ¿pero con qué derecho? ¿Crees que te quiero hacer daño?

RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora