Capítulo 21. Tengo que bailar seriamente contigo.

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La tarde ya había empezado de una forma caótica. Como todo con Rosalinda siempre. Habíamos quedado a las 20h en la catedral y en lugar de ella va y aparece la loca de su amiga, con cariño, subida a un vespino alquilado que no supera los 90 km haciendo casi piruetas por la acera mientras gritaba mi nombre. Me tuve que reír ante la situación porque era de todo menos realista.

Os juro que estaba poniendo todas mis ganas y todo mi ser en entenderla, pero joder, como se estaba atreviendo a acusarme de dejarla sola, como es capaz de ver solo su parte. ¿Es que no se da cuenta que me fui de la habitación porque me negaba a dormir dónde tumbaba al otro para besarlo?

No estaba dispuesta a seguir escuchando más gilipolleces. La sangre me hervía, estaba empezando a sentirme cabreada. ¿Por qué siempre era igual con ella? Ponía de mi parte y os juro que siempre lo intentaba, pero de repente a ella le florecia una vena egoísta que solo le hacía ver su parte de la historia. ¿Y la mía joder? Me levanté de la mesa y fui lo más clara posible. ¿Qué dónde había dejado mis sentimientos?

- En la puta basura Rosalinda.

Y me di la vuelta decidida a irme por dónde había entrado. Sin importarme sus lágrimas o lo que tuviera que decirme. No sé por qué una rabia intensa me recorría el cuerpo. Otra vez no, joder. Me paré en seco justo antes de salir por la puerta y pensé en huir, en como siempre tengo que protegerme a mí misma con una conducta de evitación. Se supone que estábamos allí para cenarnos el pasado y digerirlo y de repente habíamos acabado como siempre y quedando yo, una vez más, en mal lugar. Otra vez no.

- Qué coño me voy a ir yo. – me giré de nuevo para mirar a Rosalinda. – no me voy a ir, esta vez no. Me vas a escuchar.

- No, me vas a escuchar tú a mí. – dijo con los ojos inundado en lágrimas.

- Cállate y escúchame. – suspiré cabreada. – no puedes pretender arreglar las cosas, enterrar el pasado y sentarte aquí a echarme en cara cosas de cuatro años atrás mientras me alquilas un maldito local y te dedicas a ser detallista con todo esto montado. Eres una incongruente. Te juro que no te entiendo y me encantaría. – subraye la palabra encantaría al hablar. – que me hablaras con el corazón porque siento que se aturullan las palabras y no sabes ni lo que dices. O eso quiero creer.

Rosalinda suspiró, soltó tanto aire como pudo, me miro de una forma diferente a como lo había hecho antes, me miró con desesperación. Abatida. Y reconozco que justo ahí me dio un pequeño pinchacito al corazón, pero aguanté. Pensaba todo lo que había dicho. Bajó la mirada al suelo, cogió aire profundo y espiró el que le sobraba en los pulmones. Levantó la mirada y se levantó de la silla también.

- He alquilado este local porque quería sorprenderte. Soy tan idiota que me veo capaz de sorprenderte cuatro años más tarde. Ya no tengo ni idea de qué te gusta, que lees por las noches, que piensas cuando te levantas o qué te hace reír. Y créeme cuando te digo con la mano en el corazón. – dijo mientras se la colocaba en el pecho. – que no hay un solo día de mi vida en el que no me arrepienta de mis actos y no piense en ti.

Seguía erguida ante mí con esa mirada de desesperación que parecía que suplicaba auxilio, se limitó a continuar hablando.

- No fue fácil. Contigo, o mejor dicho, gracias a ti, hice un avance tremendo. ¿Sabes lo complicado que fue darme cuenta que contigo volaba por las nubes y sin ti apenas planeaba a ras del suelo? Me convertiste en una mujer fuerte, valiente, que decidía por sí misma y no tenía miedo a nada. - hizo una pausa. - ¿Sabes? En mi vida siempre hay un pero Dayane.

Sonaba triste cuando decía esto último. No parecía tener el control sobre lo que estaba diciendo, hablaba rápido y las palabras estaban saliendo como por arte de magia, su mano seguía puesta en su corazón y yo empezaba a sentir que Rosalinda solo necesitaba protección, pero, ¿quién me protegía a mí?

RosmelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora