IV

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Todos salieron de la Casa Grande y se reunieron con sus respectivos hermanos, aunque Tyson y Percy se quedaron solos. Clarisse encabezaba el grupo de la cabaña de Ares. Llevaba un brazo en cabestrillo y se le veía un corte muy feo en la mejilla, pero aparte de eso su enfrentamiento con los toros de bronce no parecía haberla intimidado. Alguien la había pegado en la espalda un trozo de papel que ponía - ¡Muuuu! - pero ninguno de sus compañeros se había molestado en decírselo.

- ¿A qué demonios jugáis? - les preguntó Dante al grupo arrancando el papel de la espalda de la chica - ¿Estás bien? -

- Nada que no se vaya a curar - respondió ella.

- Me han dicho que luchaste muy bien. Redujiste los daños a mínimos y evitaste heridos - dijo Dante - Bien hecho Clarisse... ¿Cómo lo hizo el novato? - preguntó, mirando a Marco quien estaba al final del grupo.

- Bien, se nota que lo has entrenado - respondió la chica. Dante dirigió al grupo hasta la mesa de Ares donde se sentaron a cenar. El resto de la velada pasó con normalidad, a excepción de la discusión de Percy con el dichoso Tántalo y del hecho que un cíclope se paseaba por el lugar, poniendo nerviosos a muchos campistas.

- ¿Quién ha invitado al monstruo? - preguntó uno de sus hermanos a su derecha, intentando hacerse el gracioso. Como respuesta Dante le cogió la cabeza y se la estampó en la tarta que se estaba comiendo.

Tántalo ordenó a un sátiro que hiciera sonar la caracola para llamar la atención - Sí, bueno - dijo cuando se apagaron las conversaciones - ¡Otra comida estupenda! O eso me dicen... - mientras hablaba, aproximó lentamente la mano a su plato, pero en cuanto estuvo a diez centímetros, salió disparada por la mesa. Eso tiene que joder, pensó Dante.

- En mi primer día de mando - prosiguió - Quiero decir que estar aquí resulta un castigo muy agradable. A lo largo del verano espero torturar, quiero decir, interaccionar con cada uno de vosotros; todos tenéis pinta de ser nutri... eh, buenos chicos -

Dioniso aplaudió educadamente y los sátiros lo imitaron sin entusiasmo. Tyson seguía de pie ante la mesa principal con aire incómodo, pero cada vez que trataba de escabullirse, Tántalo lo obligaba a permanecer allí, a la vista de todos.

- ¡Y ahora, algunos cambios! - Tántalo dirigió una sonrisa torcida a los campistas - ¡Vamos a instaurar otra vez las carreras de carros! -

Un murmullo de excitación, de miedo e incredulidad, recorrió las mesas - Ya sé - prosiguió, alzando la voz - Que estas carreras fueron suspendidas hace unos años a causa, eh, de problemas técnicos -

- ¡Tres muertes y veintiséis mutilaciones! - gritó Helena desde la mesa de Apolo. Dante cruzó miradas con ella y le sonrió. Sin embargo, Helena debía de seguir enfadada ya que evitó su mirada mientras se cruzaba de brazos.

- ¡Sí, sí! - dijo Tántalo - Pero estoy seguro de que todos coincidiréis conmigo en celebrar la vuelta de esta tradición del campamento. Los conductores victoriosos obtendrán laureles dorados cada mes. ¡Mañana por la mañana pueden empezar a inscribirse los equipos! La primera carrera se celebrará dentro de tres días; os liberaremos de vuestras actividades secundarias para que podáis preparar los carros y elegir los caballos. Ah, no sé si he mencionado que la cabaña del equipo ganador se librará de las tareas domésticas durante todo un mes -

Hubo un estallido de conversaciones excitadas. Sin duda esas últimas recompensas habían cautivado a muchos campistas, aunque siempre había objeciones y esta vez fue Dante el que se levantó - ¡Pero, señor! ¿Qué pasará con los turnos de la patrulla? Quiero decir, si lo dejamos todo para preparar los carros... -

- Ah, el héroe del día - exclamó Tántalo - ¡El valeroso Dante, que ha vencido a los toros de bronce sin ayuda de nadie! -

- Eso no fue lo que pasó - respondió el chico.

ARES #2 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora