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- Bienvenidos al mar de los monstruos - anunció Dante con una sonrisa. Después de unas pocas horas navegando por fin habían llegado a la entrada del triángulo de las bermudas - ¡Capitán, avante a toda máquina! -

Tras unos minutos, las manchas oscuras del horizonte empezaron a perfilarse. Hacia el norte, una gigantesca masa rocosa se alzaba sobre las aguas: una isla con acantilados de treinta metros de altura, por lo menos. La otra mancha, un kilómetro más al sur, era una enorme tormenta. El cielo y el mar parecían haber entrado juntos en ebullición para formar una masa rugiente.

- ¿Es un huracán? - preguntó Annabeth.

- No, es Caribdis - respondió el hijo de Ares como si no nada.

Annabeth palideció - ¿Te has vuelto loco? -

- Es la única ruta hacia el Mar de los Monstruos. Justo entre Caribdis y su hermana Escila - Dante señaló a lo alto de los acantilados donde el cúmulo de nubes se arremolinaba.

- ¿Cómo que la única ruta? - preguntó Percy - Estamos en mar abierto. Nos basta con dar un rodeo... -

Dante rodó los ojos - ¿Es que no sabes nada? Si trato de esquivarlas, aparecerán otra vez en mi camino. Para entrar en el Mar de los Monstruos, has de pasar entre ellas a la fuerza -

- ¿Y qué me dices de las Rocas Chocantes? - propuso Annabeth - Ésa es otra entrada; la utilizó Jasón -

- No puedo pelar con rocas. En cambio, con esos monstruos...

- Has perdido la cabeza - sentenció Annabeth - Helena, ¿cómo puedes estar de acuerdo con esto? Va a conseguir que nos matemos -

- Annabeth, yo confío en Dante... Y tú también deberías hacerlo - respondió la chica. Ambas vieron como él corría por la cubierta, gritando instrucciones a los marineros con una mirada llena de determinación - Ninguno de nosotros sabe que hacer, pero él tiene el valor de tomar la decisión y acarrear con las consecuencias -

- ¿Y si las consecuencias nos matan? - respondió Annabeth con los brazos cruzadas.

Helena no respondió, simplemente miró al chico - ¡Rumbo a Caribdis! -

- Muy bien, señor.

El motor gimió, el blindaje de hierro crujió y el barco empezó a ganar velocidad - Dante... - dijo Percy - Caribdis succiona el agua del mar. ¿No es ésa la historia? -

- Y luego vuelve a escupirla, sí.

- ¿Y Escila?

- Ella vive en una cueva, en lo alto de esos acantilados - dijo mientras señalaba las rocas con sus dagas - Si nos acercamos demasiado, sus cabezas de serpiente descenderán y empezarán a atrapar tripulantes -

- Elige a Escila entonces - respondió Percy - Y que todo el mundo se refugie bajo la cubierta mientras pasamos de largo -

- ¡No! - insistió Dante - Si Escila no consigue su pitanza, quizá se ensañe con el barco entero. Además, está demasiado alta y no es un buen blanco. Mis cañones no pueden disparar hacia arriba. En cambio, Caribdis está en medio del torbellino. Vamos hacia ella a toda máquina, la apuntamos con nuestros cañones... ¡y la mandamos volando al Tártaro! -

Dante lo dijo con tal entusiasmo que todo el mundo deseo creerle. El motor zumbaba, y la temperatura de las calderas estaba aumentando de tal modo que noté cómo se calentaba la cubierta bajo mis pies. Las chimeneas humeaban como volcanes y el viento azotaba la bandera roja de Ares. Dante tenía los ojos fijos en los acantilados, a la espera de que apareciese Escila. A pesar de toda la confianza que desprendía no estaba del todo seguro de que esto fuese salir del todo bien. Pero, si querían entrar en el mar de los monstruos esta era la única manera.

ARES #2 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora