XVII

155 28 0
                                    

Tyson les dio una versión resumida de lo que había pasado: Rainbow un hipocampo que había conocido en su viaje, les había seguido desde Long Island con la esperanza de que Tyson jugase con él, lo había rescatado cuando se hundía bajo la chatarra del CSS Birmingham y había logrado ponerlo a salvo. Los dos juntos habían recorrido desde entonces el Mar de los Monstruos tratando de localizarles, hasta que Tyson detectó un fuerte tufo a oveja y dio con la isla.

- Tyson, gracias a los dioses. ¡Annabeth está herida! – dijo Percy nervioso mientras veía a su amiga en los brazos de Dante.

- ¿Das gracias a los dioses porque está herida? - preguntó desconcertado.

- Idiota... - murmuró Dante mientras la dejaba en el suelo. El corte que tenía en la frente era mucho peor de lo que suponía. Tenía el nacimiento del pelo ensangrentado. Estaba pálida y sudorosa.

Todos intercambiaron una mirada nerviosa hasta que Helena se arrodilló al lado de la chica. Pasó una mano por la frente de Annabeth y después miró al cíclope  - Tyson, el vellocino... ¿Me lo puedes traer? -

- ¿Cuál? - dijo Tyson, mirando a las docenas de ovejas que tenía a su alrededor.

- ¡En el árbol! – le dijo Dante - ¡El de oro! -

- Ah. Qué bonito. Sí.

Se movió pesadamente, procurando no pisar las ovejas. Si alguno de los demás hubiera intentado acercarse al vellocino, habría sido devorado vivo, pero Dante supuso que Tyson olía igual que Polifemo, porque el rebaño ni siquiera le prestó atención. Seguían acurrucándose a su alrededor y balando cariñosamente, como si estuvieran esperando una golosina. Tyson extendió el brazo y levantó el vellocino de la rama de la que llevaba siglos colgando. Al instante, las hojas del roble se volvieron amarillas. Tyson empezó a caminar despacio hacia ellos hasta que Dante se hartó - ¡Por el amor de los dioses! ¡Date prisa! –

- ¡No hay tiempo! ¡Tíramelo! – dijo Percy. La dorada piel de cordero cruzó por los aires como un frisbee peludo y reluciente. Percy soltó un bufido al atraparlo y lo extendió sobre Annabeth, cubriéndole todo el cuerpo salvo la cara, mientras Dante rogaba en silencio a todos los dioses, incluso a los que le caían mal « Por favor. Por favor... Solo por una vez, salvadla».

Su rostro recuperó el color. Le temblaron los párpados y abrió los ojos. El corte en su frente empezó a cerrarse. Vio a Grover y le dijo débilmente - No te habrás... casado, ¿verdad? –

Grover sonrió de oreja a oreja - No. Mis amigos me han convencido de que no lo hiciera -

- Annabeth - la llamó Dante - No te muevas -

Pese a sus protestas, ella se sentó y entonces advirtió que el corte se le había curado casi del todo. Tenía mucho mejor aspecto. De hecho, parecía irradiar salud, como si le hubiesen inyectado un resplandor benéfico.

Entretanto, Tyson empezaba a tener problemas con las ovejas - ¡Abajo! - les decía al ver que intentaban subírsele en busca de comida. Algunas husmeaban en la dirección de Dante y los demás - No, ovejitas. ¡Por aquí! ¡Venid! -

Le hacían caso, pero era obvio que tenían hambre y empezaban a darse cuenta de que Tyson no tenía golosinas para ellas. No se iban a contener demasiado tiempo con tanta carne fresca a su alcance - Tenemos que irnos – dijo Percy - Nuestro barco está... -

El Vengador de la Reina Ana estaba demasiado lejos. La ruta más corta habría sido a través de la sima, pero acababan de destruir el único puente que la cruzaba – Yo puedo llevaros al otro lado – dijo Dante mientras intentaba levantarse pero volvió a caer al suelo de rodillas.

- ¿Qué te pasa? – preguntó Helena mientras le ayudaba a levantarse.

- No lo sé... - murmuró él mientras todo su cuerpo sufría pequeños espasmos. Sus músculos empezaron a contraerse rápidamente – Creo... Creo que he superado mi límite. No puedo moverme... –

ARES #2 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora