XIX

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- ¿Qué ha pasado...? – preguntó Helena sin comprender lo que acababa de ocurrir. Todo había sido muy rápido, hacía unos segundos estaban dentro del taxi y de golpe estaban sentados en la acera mientras veían como el Carro de la Condenación empezaba a arder.

- Me he hartado de escucharlas... - respondió Dante a su lado mientras veía como las ancianas se arrastraban fuera del coche destrozado. Helena miró al chico y algo de su expresión la asustó. No sabía si era su mirada agotada e inyectada en sangre o la sonrisa torcida que recorría su rostro. 

Ira fue la primera que consiguió salir y buscó el ojo a tientas, intentó atraparlo, pero lo único que logró fue golpearlo con el dorso de la mano. Haciendo que el viscoso globo verde saliese rodando hasta llegar a los pies de Dante.

Este se agachó tranquilamente y recogió el asqueroso ojo - ¡Buen chico! - gritó Ira, como si supiera de algún modo que su preciado ojo se hallaba en su poder - ¡Devuélvemelo! –

Dante hizo como que le tendía el ojo pero en cuanto se estiró para cogerlo se lo apartó con una sonrisa – No va a ser tan fácil – dijo mientras miraba el ojo - No lo haré hasta que me digas a qué te referías. ¿Cuál es la respuesta que busco? –

- ¡No! - berrearon las Hermanas Grises - ¡Demasiado peligroso! –

Como respuesta Dante sacó una de sus dagas y desató las llamas, acercándolas peligrosamente al ojo – Entonces ya podéis despediros de esto. Me pregunto como sabrá un ojo a la brasa... -

- ¡Espera! - gritaron las hermanas – Nos está prohibido revelarte esto, pero... Responderemos a una de tus preguntas si juras devolvernos el ojo –

Dante lo pensó durante unos segundos y al final decidió apagar las llamas – De acuerdo –

- Júralo por el estigio – le exigió Avispa.

- Sí, sí. Lo juro por el río estigio – refunfuñó Dante y un trueno sonó a la lejanía, firmando el pacto – Ahora... - Dante necesitó unos segundos para pensar lo que iba a preguntar, una parte de él quería saber cosas básicas como quien era su madre o por qué había perdido la memoria pero entonces una palabra sonó en su cabeza, algo que había escuchado varias veces y nadie había podido responderle - ¿Quién y qué es el "Perdido"? -

Las Hermanas Grises parecieron un poco decepcionadas por su pregunta - ¿Esa es tu pregunta? Es decir, podríamos revelarte la ubicación de Luke Castellan, el traidor o... – preguntó Tempestad esperando que el chico preguntase otra cosa.

- Me da igual – las interrumpió con determinación. No sabía del todo por qué pero tenía muy claro lo que quería preguntar y no iba a cambiar – Esa es mi pregunta - en ese momento las tres hermanas dieron una palmada y una enorme esfera de cristal les envolvió a los cuatro, aislándolos completamente del ruido - ¿A qué viene esto? – preguntó Dante mientras veía a Michael y Helena hablando fuera de la burbuja.

- Para asegurarnos de que no hagas nada raro – explicó Avispa con una sonrisa – Y en cuanto a tu pregunta... -

- Tú eres el Perdido. El hijo de la guerra que camina junto a los griegos – respondieron las tres ancianas a la vez, haciendo que fuesen más tétricas de lo que ya eran por separado – Todo esto se remonta a una profecía incluso más antigua que la de los Tres Grandes, una profecía que habla de un semidiós que marcará un punto de inflexión en la lucha contra los monstruos... Todavía no eres consciente pero tú eres el que mantiene el equilibrio entre lo divino y lo mortal. Y cuando llegue el momento tomarás una decisión que decidirá qué camino tomará la humanidad -

Dante escuchó esto sin entender muy bien a lo que se referían - ¿Qué mierda significa todo eso? ¿Cuál es la profecía? ¿Y por qué yo soy el "Perdido"? –

ARES #2 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora