𝐏𝐫𝐞𝐟𝐚𝐜𝐢𝐨

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Los dorados ornamentos, la nieve afuera de la iglesia adornando el paisaje de un color albo y puro. Pero debajo de esa elegante cúpula, frente a la multitud de gesto solemne, de pie y con las manos entrelazadas y miradas llenas de pesar, las personas veían el fúnebre lecho.

Llorar en esas circunstancias no estaba permitido. La despedida de la persona en su descanso eterno, en aquel ataúd de oro, abierto para un último adiós, merecía el mayor respeto que el pueblo pudiera dar.

En eso constaba el silencio doloroso de una partida que calaba como una daga en los corazones de los habitantes de aquel reino.

Porque el rey Seungcheol había fallecido ante su enfermedad, dejando atrás a su preciada gente, y sobre todo, a un esposo y un dulce hijo de tan sólo 13 años.

El pueblo amaba al rey; de nuevo, su fallecimiento traía lobreguez a su reino, porque ya no existiría ese monarca que se preocupaba por ellos como un padre universal.

El sacerdote, después de pronunciar unas palabras en latín, aquel requiem, pidió a la noble y pequeña familia que avanzaran a dar su despedida.

El joven príncipe de nombre Junhui, de hermosos ojos de búho que brillaban por lágrimas que no permitía caer, sintió que sus pies estaban plantados en el suelo, sin poder avanzar a ver a su padre, sabiendo que este no estaba simplemente en un sueño tranquilo, porque ya nunca más iba a despertar. Sus párpados, cerrados perpetuamente.

Notando al niño y su noluntad de avanzar, Jeonghan, padrastro de Junhui, aquel que había contraído matrimonio con el rey Seungcheol después de que este lo conociera, años después de la muerte de la reina Siyeon, tomó la mano del pequeño y le ofreció una sonrisa suave.

—Vamos, Jun, a despedirnos de tu padre.

El joven alzó la mirada hacia Jeonghan, que tenía las cejas bajas y una sonrisa triste en sus facciones siempre suaves y hermosas.

Parpadeó varias veces, temiendo que alguna lágrima traicionera se escapara de sus grandes ojos de plagada inocencia, ahora melancólicos. Asintió débilmente y permitió ser guiado por la mano de su padrastro, ahora viudo, porque él también había perdido a alguien querido, así como Junhui había perdido a su padre.

Se acercaron al ataúd, ataviado de elegantes rosas blancas. Ellas también en solemnidad, rodeando el cuerpo del hombre como una cama, dando aquel aire de belleza ante la ausencia de vida.

Junhui observó el rostro sereno de su padre. Con su traje de rey que lo caracterizaba, sus largas pestañas descansaban sobre sus pómulos. Ya no abriría sus ojos oscuros, ya no escucharía su profunda y afable voz pronunciando su nombre.

Así como su madre había partido cuando era menor, ahora su padre lo había dejado de igual manera. Se sintió tan solo de repente.

Un apretón ligero a su mano le hizo recordar la presencia de su compañía. Jeonghan inhaló con fuerza, aguantando sus lágrimas también.

"Bueno... En realidad no estoy solo, ¿verdad?"

Pensó, viendo como Jeonghan, discretamente, se limpiaba una lágrima que se le había escapado.

Poco sabía el príncipe Jun...

Poco sabía, en su inocencia y su pérdida, que ese día en que su padre murió significaba un cambio para su destino.



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Nuevo fic y esta vez la inspiración al fin es algo normal, jajaja: Blanca Nieves.

En específico la película de Blanca Nieves y el Cazador, porque no quiero hacer una típica historia de cuento de hadas, me gusta lo oscuro, lol. No hay final triste, no puedo hacerle eso al WonHui.

La verdad es sólo que tenía ganas de hacer un WonHui al respecto y pues no me quiero quedar con las ganas, así que vamos a darle.

Muchas gracias por leer.

The Prince And The Hunter (WonHui)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora