𝐈𝐈. 𝐀 𝐏𝐨𝐢𝐬𝐨𝐧𝐞𝐝 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭

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El cabello dorado pálido, los ojos castaños con las pestañas bajas. La piel de mármol, lisa y juvenil a pesar de su verdadera edad. Las facciones hermosas.

Jeonghan cepilló sus hebras rubias con cuidado, frente al espejo en donde se podía reflejar a la perfección. Tenía puesta su elegante ropa de dormir, en la habitación con una cama matrimonial espaciosa que desde hacía tiempo ocupaba sólo él.

Admiró su rostro. Era consciente de su belleza y estaba orgulloso de ello. La gente podía temerle, pero no podían negar lo hermoso que era. Complaciendo a la vista de los demás.

Era el más hermoso del reino sin lugar a dudas.

Y aparte, era el rey. Todo estaba a su disposición, tenía gran poder. No necesitaba nada más.

Deshacerse del rey Seungcheol no había sido fácil.

El veneno en dosis pequeñas, esos años, surgió efecto al final, pero tomó mucho tiempo y esfuerzo. Al menos viendo el resultado valía la pena. Seungcheol era un hombre de gran fortaleza por soportar tanto a pesar de ver su salud deteriorada.

Pero al final sucumbió.

Jeonghan no mentiría, le había dolido un poco su muerte. Tal vez le hubiera tomado un poco de cariño al rey... Pero a fin de cuentas los sentimientos sólo eran estorbos.

Obstáculos entre él y sus verdaderos objetivos.

No podía permitir aquello.

Dejó el cepillo sobre el tocador, al lado de su corona de oro puro. Era perfecta, como él.

Inclinó su cuello hacia atrás, tocando la tersa piel, después la mandíbula y al final sus labios. No podría haber nadie más bello en el reino que él.

Nadie poseía su belleza encantadora. Brillaba como el oro.

El espejo frente a él osciló. Jeonghan alzó una ceja al dejar de ver su reflejo cuando el vidrio se opacó a un color escarlata oscuro como la sangre.

—Nadie te llamó.

En vez de su reflejo, unas ondas se movieron en el vidrio que parecía tener vida propia.

—Lo hizo, su majestad. Con su pensamiento. Recuerde que estamos conectados por la sangre de sus venas.

Jeonghan hizo una mueca de disgusto; pero era verdad.

—¿Y para qué te llamé? —dijo con sarcasmo.

El color del espejo cambió a un negro obsidiana.

—Tiene dudas.

El rey enarcó una ceja.

—¿Dudas? ¿De qué habría yo de tener dudas? Tengo al reino en la palma de mi mano.

—¿Y el príncipe Junhui?

Ante la mención del nombre, se formó un ceño marcado en su glabela.

—¿Cómo osas siquiera referirte a él? ¿Qué hay con ese chiquillo inútil?

—¿Lo ha visto?

La voz, que sonaba como una versión distorsionada de la suya, comenzaba a sacarlo de quicio. Podía serle muy útil, pero a veces sólo lo hartaba y salía cuando se le daba la gana.

—No. No necesito saber nada de él, mientras más lejos, mejor...

—La belleza que brilla como el oro. Cómo un sol. Aquel que reina el día, que todo lo ilumina... Pero no es una luz muy amable con todos, lastima la vista. En cambio, la plata tiene un brillo diferente. Cómo la luna, con su luz afable que todos pueden admirar. Delicada y considerada de velar por los demás.

The Prince And The Hunter (WonHui)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora