Capitulo IV

25 2 0
                                    

.
.~.~.~.~.
.

Cuando abrí los ojos, el vivo tono azul en las cortinas de mi cama me recibió fríamente. La oscuridad lo envolvía todo en su suave manto, otorgando protección para aquellos que se escondían en sus faldas. Me levanté de manera mecánica, realizando mi rutina diaria unas horas antes de lo normal, tomé una ducha caliente que no demoró más de veinte minutos, vestí mi uniforme y antes de salir, ajusté un par de cuchillos a mi cuerpo, negándome a salir sin ellos.

Bajé la sala común, mirando todo vacío, era relajante saber que nadie iba a molestarme en, al menos, un par de horas. Salí dispuesto a la biblioteca, aunque quizás bajaría a las cocinas... Dividido por la indecisión, resolví que pasaría mi tiempo en la sala de los menesteres desde ahí podría llamar a un elfo doméstico para pedirle algo de comer, pero encontré un par de inconvenientes en mi camino.

-Íbamos a buscarte, pero que bueno que ya estás aquí.- Bajé la cabeza y seguí caminando sin tomarles importancia. -Rei Salazar, estoy hablando contigo.- Doblé a la esquina y choqué con él de frente. -Me temo que si tu comportamiento sigue siendo de este desagradable modo, tendré que buscar a tu madre y pedir perdón por arrebatarle a su hijo.- Comentó bajo, casi en un siseo.

-¿No te extrañan mis modos después de lo que hiciste ayer? Parece que viste más de lo que deberías.- Sonrió depredador.

-¿En serio quieres jugar al gato y el ratón conmigo? Vas a arrepentirte de eso.- Suspiré.

-No quiero jugar. No busco problemas. Y si quieres matarme, hazlo de una vez.- Negó con la cabeza, pero antes de que abriera la boca, pasé por su lado. -Tengo cosas que hacer, tarea acumulada y clases, nos vemos.- Me despedí con la mano, sin voltear una sola vez. -Por cierto, "Salazar" es mi segundo nombre y no mi apellido.- Dando saltos ocasionales, avancé por el castillo.

Frente a la pared que marca la entrada, hice lo habitual, cuando la puerta apareció, entré sin dudarlo mucho. Adentro todo era sospechosamente similar a la sala común de Ravenclaw, pero en suaves tonos grises y beiges. Tenía una ventana encantada que reflejaba el campo de Quidditch con un precioso cielo despejado.

Me dejé caer sobre uno de los asientos y saqué un par de libros de mi bolso. -Pues... Comencemos.- Me acosté a lo largo y convoqué una tablilla de madera de (a lo mucho) 30×30 centímetros. Una pluma, un tintero y pergamino aparecieron a mi lado, con el libro flotando al frente, comencé con mi tarea. -Veamos, son las... 4:45 de la mañana, tengo hasta las 8:50 para salir de aquí, tiempo de sobra para hacer esto.- Mientras mis ojos se deslizaban hábilmente por las páginas cambiantes, la pluma en mis manos rasgaba el papel. Siguiendo ese ritmo extenuante, cambiando libros y materias, pergaminos y tinta, terminé antes de lo previsto. -Vaya... Incluso podré tomar el desayuno en el Gran Comedor.- Suspiré viendo la hora en mi reloj de pulso, me sentía contento, la mayoría de mis problemas estaba resuelto ahora.

-'Hola, pequeña cría.'- Miré el piso, su color vibrante parecía resplandecer en el lugar.

-'Hola, cielo. Creí que estarías haciendo travesuras en las mazmorras o tratando de devorar algún elfo doméstico. ¿Qué te trae a verme?'- Subió. Me acomodé con las piernas a cada lado del mueble.

-'¿No lo recuerdas? Mañana es trece de marzo.'- Abrí los ojos con sorpresa.

-'¡Lo olvidé por completo! ¡Ay, Dioses! No he comprado nada, ni...'- Pasos resonaron afuera, con cautela rastreé la firma mágica, desconocida pero familiar. Finalmente, un niño entró. -¡James! Que susto me has dado...- El corrió a abrazarme. -¿Qué pasa? ¿Todo en orden?- Acaricié su cabello castaño claro.

-No... Nada está bien. Los séptimos años planean hacerte cosas horribles. ¡Están hablando mal de ti! Dicen que...- Lo silencié. No necesitaba saber eso por su boca.

RavenclawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora