Tu sombra jamás regresará, nunca más la vil esencia de tu quimérico y mortífero cuerpo quemará otra vez a este ser, donde aún el desdichado recuerdo de ti, vaga atormentando mis recónditos sueños.
Eres la mujer en sombras, la Calíope de cada oda sombría que en tu honor escribo para inmortalizar la desventura que provocaste; perverso el fuego de tus besos que inspiran tentador y oscuro del delirio.
Fui el infausto Orfeo de tu infierno, pero incólume no salí; roto y disperso están en el viento esquirlas de un macilento corazón, vuelan como cenizas mortuorias en tus dunas frías símbolo cabal del deseo.
Sigues siendo Abrahel cincelada y sensual, dulce y cruel con tus caderas ceñidas para embelesar; mi cuerpo profesa culposo añorando la atadura de tu carne;
soy prisionero del anhelo de tu cárcel sin llave.
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