2° Lugar al Mejor Poema del mes de Septiembre

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Mejor Poema del mes de Septiembre 2020


 Autor: LeonKudell 

Obra: Poemas y condenas del alma

Poema: El abismo de Callisto


Callisto y el pináculo. El último arrastrándolo.


¡Todo es abismo! El deseo irremediable lo hunde más.

No hay tregua de aquel misericordioso.

En sus noches, el soplo de su espíritu lo sumerge como un agujero

Entre calamidades y el dedo de Dios sobre él.

Preso de la angustia, se adentra más en la inmensidad del Círculo.

Es mejor que temas, pecador de la carne

Arremeten sus versos dolientes


¡Te aborrezco, pecaminoso!
Grita la ninfa corrompida.

Que con sus destellos abraza este infierno.
Deseando su desdicha
Acorralado por las fieras.

Y Virgilio, quien con la razón ahuyenta a las bestias.

Se haya roto, desorientado, deseoso de hallar la colina

Esa que promete el sol y los mares quietos.


Ay, maestro, que conoce al acosado

El inmerso a la lujuria, al placer de la piel
Plegaria ante el desliz de sus poros

Que arden junto a las brasas
Mas sus intimidades comprometidas
Cuan bufón es expuesto

¡Repudiado por la loba!


¡Repelido por el león!
Azotado por la razón
Malditos los instintos
Manifestados en todas sus acepciones

Sucumben en los campos
Sacudido por el torbellino
Que no se detiene nunca, lo sostiene con alevosía.


¡Su juicio nublado!
Azotado por las rocas
Viento que invade su pecho

No lo mires así, Dido
Que el éxtasis lo corrompe
¡Apiádate de él, Minos!

Ojo punzante al acecho.


¡Amor propio, reclamas!
Sobrevalorada sensación
Egoísmo encarnado
Bajo el abrazo del demonio

¡La soledad lo embarga!
Su juicio es vetado
Y sus deseos reavivados


No lo dejes, mentor
Portador de la sabiduría,
Quien batalla a la pantera
Atisbo de luz y de templanza
Intenta que su alma esclarezca

¡Es la perdición eterna!
Cuando el amor es aplastado.


Combatiente del alborozo
Mata al pecado, creando camino hacia la virtud.

¡Ah, pequeño engendro de piel caliente!
Que has manufacturado telares de agobio.

Deja que tu siervo se encamine
Y halle la luz en su sendero
Confuso se encuentra entre el fragor de la tormenta.


Las grietas de su alma yacen inertes

Y el éxtasis no aplaca

Sigue lleno de gozo

A pesar de las piedras sangrantes

¡Cuántos como él son víctimas de lo mundano!

¡No me juzgues, vocifera Helena!

Que la divinidad de Minos y Virgilio están a cuestas.

¡Mejor explica mi error!

En este cántico infernal
Donde las almas suplican
Por el verdadero amor

¡Señor, mitiga mi desesperación y mi anhelo!

Que confío en ti y en tu basta elocuencia

¡Pero sácame de las puertas del averno!


—Intenta respirar, hijo —declara el hombre de las mil virtudes—. No dejes que la furia de la tempestad te azote.

—¡Mira cómo sangra mi carne, mi señor! —Callisto, tantea las callosidades de su pellejo.

—Ni en cuenta vislumbras de tu paso. —El hombre golpea su espalda—. Mi camino llega hasta aquí.

—¡No puedes dejarme! ¡He aprendido mi lección!

—Entre más extenso, más enjuto es la tiniebla, empero, prosigue. —Callisto, con cautela lo otea, más no duda de su palabra.

Un panorama doloroso se le presentaba, divisando almas despedazas, aquellas no arrepentidas, no obstante, lejos, una luz difusa se mostraba una doncella, quien con los brazos extendidos lo llamaba.

Era el dulzor de aquello que llamaban amor.

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