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Si bien los padres de Yoongi no necesitaban ayuda económica, antes de adquirir el bar acostumbraba visitarlos y llevar algo cada tres semanas a Daegu. Permanecía ahí los días que le placía y regresaba a sus propios asuntos, era una simple cuestión de compañía mutua y remembranza de la infancia.

No obstante, ¿sería prudente avisar a Namjoon sobre su ausencia? Cuando abrió el bar los visitaba con menos frecuencia y pasaba, a lo mucho, dos noches ahí, no era la primera vez que cerraba algunos días.

Sentado en el autobús meditó a fondo sobre lo que debería hacer a continuación, Namjoon y él eran, ¿conocidos? Amigo era una palabra que ninguno de los dos alcanzaba y estaba más que claro que habían sobrepasado el umbral de dueño y cliente.

Si bien tenía el número de aquel hombre anotado en una servilleta y habían compartido más allá que unas copas y caricias, todavía era una situación imprecisa. Yoongi no era nuevo en cuanto a encuentros sin compromiso se trataba, ¿pero ahora? Estaba dudando demasiado por un hombre que lo exasperaba con una sola expresión.

La casa de sus padres era un lugar sagrado en el que Yoongi no dejaba entrar nada ni nadie, la sazón de su madre y los relatos de su padre en el río Nakdong le aliviaban el alma de la rutina del trabajo.

Era un sitio seguro en el que dejaba atrás sus preocupaciones, pero ahora, limpiando la mesa que habían ocupado, no podía concentrarse en nada más que no fuera la figura de esa persona sentada en un rincón leyendo un grueso libro, en el tacto cálido de sus manos, los iris oscuros en los que se perdía cada que los tenía cerca y su voz jadeante diciendo su nombre al oído.

Vamos, era consciente de que con un mensaje de texto corto bastaba para establecer contacto con el otro pero en su cabeza no era tan simple.

Temía que le preguntara el por qué no lo había llamado al día siguiente porque, ¿exactamente qué le iba a decir? "Lo siento, Namjoon, es que no te soporto cuando abres la boca, prefería quedarme con lo de la otra noche", claramente no iba a pronunciar esa oración en voz alta y mentir tampoco era una opción.

En el fondo también se encontraba un temor nuevo, uno que no sabía cómo asimilar y que por nada del mundo admitiría: ¿qué pasaría si Namjoon lo encuentra como un tipo aburrido? La posibilidad de que aquello sucediera le hacía sentirse molesto consigo mismo.

Yoongi tenía una personalidad fuerte y poco le hacían falta las personas que no encajaban en su mundo. En sus años de colegio si había puntos en común que lo unieran con alguien se sentía feliz de poder hablar con alguien sobre lo que le gustaba y de tener una buena compañía. Cuando no podía coincidir en nada con alguien simplemente lo dejaba pasar y se limitaba a tener el trato necesario, ni más ni menos.

Que los demás se acercaran o alejaran de él no le molestaba ni tampoco le generaba inquietud, ¿por qué con Namjoon era diferente? La respuesta le venía inmediatamente, pero todavía se encontraba reacio a aceptar.

De tal manera que entrada la noche, cuando sus padres finalmente estuvieron dormidos, decidió marcar aquel número que llevaba consigo desde Seúl. A pesar de que habían pasado algunos días después de la última vez que se vieron, prefería terminar con toda clase de dudas cuanto antes para no darle la satisfacción de rechazarlo en persona donde podría verse aún más vulnerable.

La línea sonó apenas unas dos veces cuando la voz que tanto había querido escuchar atendió por fin su llamada.

—¿Diga?

—Namjoon.

—Ajam, ¿quién lo busca? —añadió rápidamente, del otro lado se escuchaba el rumor de hojas y cosas moviéndose.

The Genius Bar [Namgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora