IV

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El martes por la tarde volvió a llover con la misma intensidad, como si el cielo quisiera unirse a los mares de la tierra hasta formar uno. Apenas había clientes y Jungkook estaba muy ocupado con su tarea de anatomía aprovechando que no tenía ningún pedido en la barra.

Eran las nueve y posiblemente no iba a dejar de llover.

—Jungkook, deberías irte a descansar —dijo mientras limpiaba algunos vasos.

—¿En serio? Pero apenas son las 9:37, no falta mucho para completar el turno —replicó sin despegar la vista de su libro.

—Creo que me las puedo arreglar solo en lo que resta de la noche, ve a descansar un poco —insistió— no hay demasiados clientes, los puedo atender solo.

Jungkook al fin levantó la vista para inspeccionar el sitio y sin pensarlo demasiado le agradeció con un asentimiento y se fue casi corriendo deseándole buena noche. A Yoongi se le escapó una risa al verlo irse con tanta prisa, aunque no sabía si debía alegrarse o preocuparse por él.

Aquella noche lluviosa no tenía mucho que hacer, en sus manos había un manuscrito de Sartre que adquirió hace tiempo y planeaba terminar esa noche aprovechando el poco movimiento en el lugar.

El trabajo le agotaba tanto que se dormía en cuanto tocaba el colchón, apenas si tenía un poco de tiempo para leer en el departamento.

Sinatra sonaba en los altavoces del lugar, se había servido una copa de vino tinto que bebía de a poco mientras leía cada línea. El olor a roble del lugar formaba una atmósfera relajante y acogedora, quedaban un par de parejas demasiado ebrias de amor y elogios como para llamarlo a su mesa, Yoongi no podía estar más satisfecho en aquel momento de brizna nocturna pero la campanilla de la entrada quebró la burbuja en la que se encontraba.

Volteó por acto reflejo y ahí estaba, era Namjoon de nuevo.

Sintió un dejavú al verle entrar con la ropa ligeramente humedecida, no obstante ahora traía una cazadora de cuero y una sombrilla escurriendo en el tapete de bienvenida. Namjoon caminaba a zancadas firmes hacia la mesa del fondo, decidido y sin detenerse demasiado a observar el entorno.

Yoongi no reaccionó.

Su respiración se había detenido unos segundos que le parecieron eternos, no importaba si eran contados los encuentros con él, a Yoongi siempre le parecía completamente encantador mirar las acciones del más alto así fueran mínimas. Caminaba con elegancia y gracia, se movía con seguridad, tres cualidades que pocos alcanzaban a cultivar en sí mismos.

Sin poder despegar la vista, Yoongi se dedicó a ver su ritual desde lejos, sonriendo al percatarse de que continuaba con la misma actitud egoísta de la vez anterior.

Es un cliente, Namjoon es un cliente, se repitió hasta el cansancio apretando la mandíbula y tragándose su orgullo al ser consciente de que no podía evitar mirar.

Namjoon sacó un libro diferente al de la vez pasada, esta vez era uno de pasta azul marino con grabados dorados, no alcanzaba a distinguir el título pero parecía una enciclopedia. Con ayuda del separador viajó hasta la página en la que se había quedado y sin observar nada más empezó a leer.

Después de recomponerse y humedecerse un poco la cara, Yoongi se atrevió a caminar hasta su mesa para tomar su orden. La boca se le secó, sintió cómo los latidos de su corazón incrementaban peligrosamente y no comprendía si era por su presencia o el burbujear de su estómago.

—Namjoon —lo llamó por su nombre con un tono neutral, procurando ser amable a pesar de la aversión que ahora sentía por él— ¿Ya decidiste qué vas a pedir?

The Genius Bar [Namgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora