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Es por deber...

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—Erika —pronunció en un tono gutural tan profundo, grave, molesto, que la hizo temblar—. Ven aquí.

—¿Erika? —preguntó Zakael.

—El nombre de la hembra es Erika.

Extendió una mano hacia ella y restauró la ropa que él mismo había roto, para que su compañero no pudiera ver su cuerpo desnudo. Erika bajó las escaleras, con pasos algo torpes, y se apresuró a llegar junto a Mikael.

Los dos eran desconocidos, no debería confiar en ningún, pero si se había detenido, no la había violado, y había respetado su pedido, entonces, ese era un indicio de quedarse junto a Mikael.

Algo que muchos humanos no hubiesen hecho en la situación de él.

—¿Qué es? Es muy pequeña —pronunció confundido el castaño, viendo a la joven que llegaba por debajo del pectoral a Mikael.

—Una creación.

—¿Tú la hiciste?

—Ajá, necesitaba... Alguien que me ayudara con la recolección de hierbas mientras no estoy.

—¿Habla? ¿Hace algo más que recolectar hierbas?

—No mucho.

—¿Sabe preparar té?

Miró hacia abajo, a Erika, y ella lo observó con temor.

—Claro, Erika, prepáranos un té. La cocina está a la derecha.

—¿No sabe dónde está la cocina?

—La creé hoy. Toma asiento, Zakael, yo la llevaré hasta la cocina y luego volveré contigo —le dijo serio, antes de girarse con ella, y cubrirla con su cuerpo, para que Zakael no pudiera verla bien.

El rubio la llevó hasta la cocina, y luego la miró con rabia.

—¿Por qué no obedeces? ¡Sólo tenías que esconderte!

—Tuve curiosidad, lo siento, fue una estupidez, perdón.

—Eso no sirve de nada, Zakael no guarda ni un maldito secreto, si él se entera de lo que tú eres, no habrá forma de protegerte.

—No, no por favor, no dejes que eso ocurra —le pidió aterrada.

¿Qué demonios le harían? ¿La violarían varios tipos? ¿La harían parir hasta morir?

—Sólo prepara dos malditas tazas de té, ponlas en esa bandeja, y llévalas. No hagas contacto visual con él, y no hables a menos que yo te lo diga.

—D-De acuerdo.

—Y te quedas siempre junto a mi.

—Sí.

Mikael negó con la cabeza y suspiró, antes de salir de la cocina. Ella le había pedido algo, y él lo había cumplido, esperar para procrear un bebé. En cambio él le pedía algo mucho más fácil de hacer, algo realmente estúpido, y Erika le había fallado.

—¿Crees que la vibración fue por tu sierva entonces? —le preguntó Zakael cuando el rubio regresó a la sala.

—Tal vez, pero la energía que utilicé fue muy baja, no creo que haya sido por ella. Quizás fueron las Unkialas, intentando ingresar a nuestro territorio.

—No, fue lo primero en investigar, y sabemos que no fueron ellas.

—Entiendo.

—Se sabe que hay un grupo de Malditos, intentando traer hembras aquí, para procrear. Pero hasta ahora no lo han conseguido.

—¿Y como las planean traer?

—No lo sabemos, pero espero funcione. Es necesario procrear, por el futuro de nuestra especie.

—¿Y qué harán si logran traer a las hembras?

—Serán repartidas primero a los del alto mando, y luego de darles descendientes a ellos, a los segundos, y así sucesivamente. Nosotros estaríamos entre los primeros, por pertenecer al consejo.

—Entonces las hembras serían un bien común, y no personal.

—Así es, sería egoísta que uno de nosotros se quedara con una hembra, cuando los demás también quieren lo mismo, procrear.

Mikael miró a su compañero, y luego frunció levemente el ceño.

—¿Y si la hembra no quisiera?

—No es cuestión de querer, es deber. Y como hembra que puede procrear, debe hacerlo.

—Claro...

Si llegaban a saber lo que Erika era, ambos estarían en problemas.

...

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora