XXVI

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"Tiempo de decir adiós, y regresar a lo que nunca fue..."

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—Un mes después—

Zakael ya le había advertido que él tendría que ayudarla a dar a luz, ya que la bebé sería muy grande, y Erika sola no podría.

Y lo cierto, es que Mikael no había creído que sería tan difícil. Ya llevaban seis horas allí, Erika sufriendo los dolores de parto, y al parecer, recién ahora estaba lista para finalmente dar a luz.

Si no fuera por las circunstancias, le habría pedido a Zakael que los ayudara en ese momento, que los acompañara... Pero sabía que el muchacho jamás aprobaría, ni apoyaría lo que él estaba por hacer.

—Vamos, ya casi sale.

—Ya no puedo más —pronunció exhausta, sin fuerzas.

—Erika, debes hacerlo, ya pasó mucho tiempo, no eres la única... Que está sufriendo. Intentaré ayudarte una vez más, pero debes poner de tu parte también. Respira profundo un par de veces, y puja cuando te lo diga.

—E-Está bien —susurró.

Mikael dejó que su energía fluyera sobre el vientre de ella, y cerró los ojos, sintiendo su alma partida.

—Puja —pronunció bajo, deshecho, sabiendo que la bebé nacería.

Y Erika lo hizo, pujó por última vez, pariendo finalmente a la niña. Ni siquiera había hecho falta que la tocara, sola había nacido llorando.

Mikael la tomó entre sus grandes manos, observando a esa pequeña criatura rosada llorar. Su cabello era rubio, y apenas cubría su cabeza.

Sus ojos se cubrieron de lágrimas, y le dio un beso en la frente, calmando el llanto de la niña.

—Fuiste mi deseo más anhelado, hija... Lamento ser yo mismo quien tenga que hacer esto, pero... Quiero mentirme y creer que será lo mejor para ambas —pronunció en un tono quebrado—. Tu pequeña y frágil existencia será corta, pero te aseguro que fuiste lo que más esperé en toda mi vida, y estoy orgulloso de haberte podido cargar aunque fuera sólo una vez.

Erika abrió los ojos y lo observó aturdida, luego de escucharlo decir aquello, y antes de que pudiera reaccionar, Mikael los transportó a los tres al sótano de su casa, donde todo ya estaba preparado.

—M-Mikael ¿Qué significa esto?

Llevó a la bebé hasta el altar, y la mantuvo dormida, antes de tomar a Karen en brazos, que estaba tan débil, que ni siquiera podía oponerse, para llevarla hasta la otra punta de la habitación, donde estaba el círculo escrito con símbolos.

—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué nos trajiste aquí?

—Es hora de que regreses.

—Pero quiero ver a mi hija, ni siquiera me dejaste verla —le dijo con lágrimas en los ojos—. Por favor.

La dejó acostada allí, y regresó al altar, observando a su hija dormir.

—¡Mikael! ¡Déjame ver a Johanna! —le gritó llorando, sin poder moverse.

Su cuerpo estaba tan adolorido, tan cansado.

Pero el rubio la ignoró, y lo único que escuchó Erika fue a él pronunciando varías palabras en un idioma que no entendía.

La desesperación se apoderó de ella, al saber que no podría despedirse de la bebé, ni siquiera conocerla, o besarla por única vez, y le fue imposible no llorar angustiada. Johanna crecería pensando que ella...

Vio como un pequeño bulto en llamas azules se elevaba por el aire, y atónita pudo distinguir que era el cuerpo de la niña, y antes de intentar o decir algo, todo se oscureció por completo para ella, sintiendo como era arrancada de aquel lugar, cayendo en un profundo sueño.

Mikael lo había logrado, lo había conseguido, había cumplido su palabra.

...

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora