VII

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Le parecía horrible tener que "agradecerle" que la protegiera de ese modo, pero... Se lo debía, de algún modo, sentía que era la única forma que tenía de pagarle, y que él la siguiera protegiendo.

Había tomado un baño, sin decirle realmente a Mikael porque quería hacerlo, y al entrar a la habitación donde dormiría con él, a pedido de ella, se quitó la toalla, quedando completamente desnuda frente a él.

Mikael la observó con confusión, y luego carraspeó un poco, al observar sus lindos y redondeados senos.

—¿Qué haces?

Se tomó del colchón, y de un pequeño brinco se subió a la cama, haciendo saltar también sus pechos. Gateó hasta estar junto a él, y se quedó arrodillada a su lado.

Jamás lo había hecho con un extraño, y se sentía tan insegura.

—Quiero hacerlo contigo.

—¿No era que querías esperar unos días?

—No, ya no, sé que no me iré de aquí, y... Prefiero no seguir postergando lo inevitable. Sólo te pido que no seas muy brusco.

—De acuerdo —le dijo sentándose en la cama, para quitarse la bata que tenía puesta, y quedar completamente desnudo—. Acuéstate.

Erika asintió con la cabeza, y se acostó en la cama, cerrando los ojos cuando él se acercó a ella, para ubicarse entre sus muslos. Esperó unos segundos, y se atrevió a mirarlo, quedando desconcertada.

¿Pensaba masturbarse para follarla? ¿No iban a haber besos? ¿Caricias? ¿Nada?

—Mikael.

—¿Qué?

—¿Qué haces? —susurró, con cierto temor, al ver su miembro erecto.

—¿No querías hacerlo?

—¿Planeas penetrarme hasta eyacular y ya?

—Sí —pronunció con obviedad.

—Así no funciona esto.

—¿Cómo que no? Sólo necesito inseminarte.

Erika frunció el ceño, y luego se arrodilló frente a él.

—¿Ustedes no disfrutan del sexo? Entiendo que hace cuatrocientos años no cojan, pero... ¿No hay besos? ¿Ni caricias? ¿Nada?

—Sólo tenemos que procrear a un bebé, nada más.

—Sí, pero si este será mi destino de mierda, al menos quiero disfrutar teniendo sexo, y no solamente sentir que me la metes y sacas hasta que te corras.

—Bien, ¿cómo quieres hacerlo? —le preguntó con algo de fastidio.

—Que me beses, me acaricies, que me hagas sentir bien.

La miró, y luego la empujó en la cama, para subirse encima de ella, y apoderarse de sus labios. Erika cerró los ojos, y correspondió a su brusco beso, pasando sus manos por detrás de su cuello.

Pero ese beso se sentía tan vacío, que no podía causarle nada. Mikael recorrió su cuerpo con sus enormes manos, sólo logrando estremecerla, mientras continuaba besándola.

Erika lo tomó del rostro, y rompió con el beso, mirando en dirección contraria a él, girando la cabeza.

—¿Sabes qué? Sólo hazlo —pronunció bajo—. Nunca me vas a provocar nada.

La miró a los ojos y luego asintió con la cabeza. Si eso es lo que ella quería.

***


—¿Estás bien?

—Sí —murmuró, caminando juntos a él, despacio.

Al amanecer, y luego de dejarla dormir, Mikael la había dicho que tenía que ir a buscar unas hierbas, y ella no podía quedarse sola en la casa, por seguridad.

—Mira, toma esas pequeñas flores rosas, y guárdalas aquí —le dijo dándole un pequeño frasco de vidrio.

Erika asintió con la cabeza, y ahogó un jadeo en su garganta, al momento de agacharse para tomarlas. Sí, le dolía aún su intimidad, pero no le diría nada.

Era algo que a Mikael no le importaría en lo más mínimo.

—Ya —le dijo poniéndose de pie.

—Luego de juntar lo que hay en esta lista, te enseñaré un poco cuál será tu trabajo mientras yo no esté.

—Está bien —pronunció bajo.

Patética, asquerosa y triste vida la que le esperaba en ese maldito lugar.

...

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora