IX

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La observó dormir, y la cubrió con cuidado con la manta, escuchándola quejarse bajo. Al parecer, sus días eran muchos más largos que los que ella tenía. Esta ya era la tercera siesta que tomaba.

Era verla ahora, y recordar lo que habían hecho la noche anterior. Hacía tanto tiempo no lo hacía con una mujer, que hasta había olvidado lo que se sentía.

"—D-Despacio —pronunció en un hilo de voz, al sentirlo entrar despacio en ella, haciéndola sujetar con fuerzas las sábanas.

Y no sabía a qué se debía la estrechez de su intimidad, si es que él era demasiado grande para ella, o que Erika no se sentía cómoda.

La miró, y la vio apretando los labios, sus ojos, antes de jadear de forma sonara, cuando más se hundió en ella.

El sonido de su voz, su respiración pesada, sus jadeos y gemidos, era algo que hacía tanto no escuchaba, y tan bien lo estaba haciendo sentir."

Salió de la cama, y la dejó dormir. Debía conseguirle ropa, ella no podía seguir vistiendo lo mismo con lo que había aparecido.

***

—¿Mikael? —preguntó sentándose en la cama, pasándose una mano por los ojos, antes de bostezar.

Sus días duraban noventa y seis horas ¡Noventa y seis horas! ¡¿Cómo diablos pretendía él que ella durara tanto tiempo despierta?! Ahora entendía porque no veía más que el sol se ocultara.

Salió de la cama, y arrastró sus pies descalzos por el frío suelo de piedras, saliendo de la habitación.

—Mikael ¿Estás abajo?

Ya tenía hambre nuevamente, era tiempo de comer algo. Su tercer o cuarto refrigerio en lo que iba del día.

—Erika, despertaste.

—Sí —le dijo bostezando una vez más—. ¿Cuánto falta que anochezca?

—Seis horas.

—Genial, para entonces volveré a tener sueño. ¿Puedo comer algo?

—Claro, pero antes quiero que veas algo.

—¿Qué cosa? —le inquirió curiosa.

Mikael señaló la mesa que estaba en el centro de la sala, y sobre la misma aparecieron varios vestidos.

—No sé cómo se visten las hembras en donde tú vives, pero imité lo que tú tienes puestos, y algunos vestidos que usan las Unkialas. Es para que no estés con la misma ropa todo el tiempo.

Erika se acercó a un vestido negro, y lo tomó, observándolo, antes de quitarse la bata que tenía puesta en frente de él, y colocárselo.

Mikael observó la piel pálida de ella, su redondeado trasero, que no era grande, al igual que sus pechos, pero que tan agradables eran a la vista, y desvió la mirada luego.

No, no podía volver a tomarla, debía esperar a saber si ella estaba embarazada o no. Y si no lo estaba, entonces si podría volver a hacerlo.

—Me gusta, me queda perfecto —pronunció la castaña, mirando hacia abajo para observar la falda, tocando suavemente con sus manos la fina tela.

—Lo hice para ti, así que debía quedarte bien.

—Gracias.

—También hay zapatos, para que no tengas que estar descalza. Puedes ponértelos también, y luego ir a comer algo si quieres.

—De acuerdo ¿Tú que harás?

—Debo seguir haciendo unas cosas en el sótano.

Erika asintió con la cabeza, y luego de colocarse los zapatos, se fue a la cocina, dejando sólo al rubio en la sala.

Tal vez, en algún momento, ellos podrían llevarse bien.

...

Gracias por leerme y comentar, son una gran compañía, me inspiran a seguir ❤️

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora