VI

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¡Yo me quiero quedar con él! Y yo no la quiero a ella...

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Le había parecido eterno el tiempo que ese tipo se había quedado en casa de Mikael, ¡Ella ya no sabía cómo pararse junto al rubio! Pero se había ido, después de cuatro malditas horas bebiendo té, el otro grandote se había ido finalmente.

—Vamos a dejar algunas cosas en claro, Erika —le dijo serio Mikael—. Como ya escuchaste, están buscando traer hembras aquí, y por alguna razón, tú llegaste a mi altar, y no al de otro, porque de lo contrario, ahora mismo estarías siendo follada contra tu voluntad. No creas que todos hubiesen aceptado esperar, especialmente ellos. Hubiesen sido los primeros en probarte.

Lo miró con temor, abrazándose así misma.

—Quieras o no, tendrás que hacerlo.

—No quiero ser usada como prostituta... No quiero eso.

—Comienza a obedecer entonces, porque si ellos llegaran a enterarse de lo que tú eres, a mi me asesinarían, y a ti te utilizarían cómo una simple incubadora.

—Lo siento —murmuró bajando la cabeza.

—Ya te dije que eso no soluciona nada, que tienes-

Dejó de hablar al sentir la misma vibración de hacía horas atrás, y luego miró las escaleras que llevaban a su sótano.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —le preguntó con temor Erika.

—Quédate aquí —le dijo antes de bajar las escaleras.

Y sólo pasaron segundos, antes de que la puerta sonara, estremeciéndola.

—Mikael, abre la puerta ahora. Sé muy bien que esa vibración vino de aquí ¡Dime ahora mismo que demonios está pasando!

—¡Diablos! —chilló Erika, antes de correr hacia donde el rubio se había ido—. Mikael, tu amigo regre...

Abrió los ojos aturdida, y se encontró con Karen en el mismo lugar donde ella había aparecido, sólo que la otra joven, estaba con una toalla envuelta alrededor del cuerpo, y el cabello mojado, como si recién saliera de bañarse.

—¡Erika! —exclamó asustada, abrazándose rápidamente a ella—. ¿Qué es este lugar? ¿Qué está pasando? ¡Te dije que ese libro estaba maldito!

Mikael las miró a las dos, y luego apretó los puños, al sentir que Zakael había entrado de todos modos a su casa, y se dirigía hacia allí.

—¿Quién es ese tipo?

—Karen, estamos jodidas —le susurró abrazándola—. Pase lo que pase, debemos mantenernos fuertes ¿De acuerdo?

—¿Qué quieres decir con eso?

Zakael apareció en el sótano, y miró sorprendido a ambas mujeres, y luego a Mikael.

—Tú... ¿Cómo es que tú creaste a estas hembras?

—Son gigantes —pronunció Karen al verlos a ambos.

—Cierra la boca —le susurró la castaña.

—Zakael, ellas...

—¿Qué me dirás, Mikael? ¿Qué también creaste a otra sierva? Porque créeme que está vez no te creeré nada.

—Por alguna extraña maldita razón, ellas simplemente llegaron aquí, a mi altar.

—¿Entonces son hembras que procrean? —preguntó aturdido.

—Si tú guardas el secreto, te daré a la otra.

—¿Qué? ¿Habla de mí? —preguntó desconcertada Karen, mirando a su amiga.

—¿Si guardo el secreto?

—Si no dices nada de lo que aquí ocurrió, puedes llevarte a la otra hembra. Y aunque suene egoísta, no debes compartirla, sería sólo tuya.

—¿Y por qué haría eso? Nosotros necesitamos reproducirnos, no tener esposas —pronunció molesto.

—Porque sólo tendría hijos contigo ¿Para que hacerlas parir con todos? ¿Crees que eso cambiaría algo?

—¡Por supuesto que sí! Desde el punto de vista biológico, genético, sus...

Karen dejó de escuchar lo que ellos estaban discutiendo, y miró a Erika, sin entender nada.

—Estamos en un lugar donde no existen mujeres como nosotras, y nos quieren utilizar como incubadoras de bebés. Yo... Llegué a un acuerdo con Mikael, el tipo rubio, pero ahora no sé qué será de nosotras, si el otro no acepta guardar el secreto.

—¿No lo oíste? ¡Quieren que tengamos sexo con cuánto tipo se nos ponga en frente! —exclamó aterrada—. Yo no pienso hacer eso ¡Antes de me corto las venas!

—Bueno, ya lo oíste —pronunció Mikael, mirando a Zakael—. Y créeme, no conseguiremos ni un descendiente si ellas deciden hacer eso.

—¿En serio eres tan estúpido? Sólo basta con retenerlas en una cama durante la gestación, y ya. Estas criaturas no tienen la fuerza ni los medios para defenderse.

Erika miró con horror al castaño, y junto con Karen, se acercaron a Mikael, poniéndose detrás de él.

—No dejes que nos lleve, por favor, te juro que lo haré contigo —le pidió desesperada.

—Sí, yo también lo haré contigo —le dijo Karen.

Erika miró a su amiga, y ella se encogió de hombros.

—Zakael, sólo no digas nada y ya, sabes muy bien que llegarán más hembras aquí, con la diferencia, que tú tendrás una sólo para ti, si cierras tu maldita boca.

—Ay pero yo no quiero irme con él, prefiero quedarme contigo —pronunció Karen detrás de él—. Tú estás decidido a no compartirnos, en cambio ese tipo no le importa hacerlo una vez únicamente, y luego entregarnos a otros.

—De acuerdo, guardaré el secreto por ahora —pronunció serio—. Pero me llevaré a Erika.

La joven castaña miró aturdida a Zakael, y luego a Mikael.

—No, Erika y yo tenemos un trato, un acuerdo, llévate a la otra, y promete que no dejarás que nadie más la tome.

—No quiero a la otra hembra, quiero a Erika.

—Genial, soy el juguete que nadie quiere —murmuró con recelo Karen.

—No digas eso, no es buen momento para-

—¡Pero si es la verdad, Erika! Ni siquiera estos tipos que no follan sabrá Dios hace cuanto tiempo, me quieren.

Zakael miró a la mujer envuelta en una toalla, y luego chasqueó la lengua, con molestia, antes de desaparecer con ella.

—¿Karen estará bien? —le preguntó a Mikael con temor.

—Sí, si le obedece, estará bien.

...

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora