XXIV

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Se colocó su túnica ceremonial, y cerró por completo la única puerta que llevaba a su sótano, para que Erika no pudiera entrar. De un único ademán con su mano, encendió todas las velas de la habitación, y luego se paró frente a su altar de ofrendas.

Depositó un pequeño insecto en el centro, y luego otro en un círculo hecho con símbolos en el otro extremo de la habitación. Tomó un viejo libro que llevaba estudiando desde hacía un mes, antes de extender su mano por encima del primer insecto, y comenzar a pronunciar unas palabras.

Sus ojos azules brillaron intensamente, y sus venas se marcaron en su frente, cuello, y manos, brillando también de un color azul, mientras el insecto se elevaba en el aire, y era envuelto en una luminiscencia del mismo color.

Y en ese momento, terminó su oración, apagándose todas velas, y con ella, la luz de la vida del propio insecto, dejando sólo un pequeño rastro de cenizas, que se esparció por el aire. Se dirigió al otro extremo de la habitación, y comprobó que el segundo insecto ya no estaba allí.

No sabía con exactitud si había logrado hacerlo pasar o no a la otra dimensión, pero aparentemente, había funcionado.

"—Recuerda una cosa, cariño —sonrió la Unkiala—. Luego de hacer el viaje, quema el libro, destrúyelo, nadie más puede tener conocimiento de él."

***

—¡Zakael! ¡Ven ya!

El castaño se apareció en la habitación, y se acercó rápidamente a ella, preocupado.

—Tranquila, debes respirar ¿Sí? Respira, y no grites, porque gastas energías.

—¿Cómo quieres que no grites? Siento que me está partiendo al medio —pronunció apretando los dientes, sus manos en las sábanas.

—Intentaré calmar un poco el dolor —le dijo apoyando su mano sobre el vientre de ella—. Él ya se siente listo para nacer —sonrió.

—Pues que ya salga entonces —pronunció antes de respirar profundo, y pujar durante unos segundos, conteniendo el aire, antes de volver a respirar agitada—. E-Es muy grande.

—Pero puedes hacerlo, vamos, intenta una vez más.

—M-Me va a d-desgarrar —jadeó, antes de tomar aire y volver a pujar, apretando tan fuerte sus dedos en las sábanas, que ya sentía sus uñas clavarse en su piel.

—No sé que hacer para ayudarte —murmuró afligido, sintiéndose tan frustrado.

—Si-Siento que m-me v-voy a desmayar —le advirtió cerrando los ojos—. Me da t-todo vueltas.

—Respira, no hables, sólo respira —le dijo subiéndose a la cama, levantándole el camisón para observar su entrepierna.

Ni siquiera se veía la cabeza del bebé aún, y Karen ya estaba muy cansada.

—Tal vez deba llamar a un médico.

—¡No! —exclamó abriendo los ojos—. N-No voy a arriesgar l-la v-vida de Ren.

—Pero estás muy cansada, Karen —pronunció afligido.

La castaña respiró varias veces, e intentó semisentarse.

—Haces m-magia, hechizos, llá-llámalo como q-quieras, pero haz... Haz que dilate lo s-suficiente para que salga e-el bebé.

—D-De acuerdo, nunca hice esto, pero lo intentaré.

Extendió ambas manos sobre la pelvis de ella, y sus ojos brillaron de un color amarillo ámbar, escuchando en ese momento gritar de dolor a Karen.

—Puja, hazlo ahora.

La joven madre pujó con lo último que le quedaba de fuerzas, y sintió como finalmente salía la cabeza el bebé.

—Muy bien, Kari, muy bien —sonrió Zakael, sin dejar de hacer fluir su energía—. Respira un poco, varias veces profundo, y puja por última vez, ya no falta nada para poder-

El grito de ella al pujar por última vez, lo interrumpió, trayendo al mundo finalmente a su primogénito. Zakael se apresuró a envolver al bebé en una manta, limpiando la sangre cuidadosamente que estaba por su cuerpo, escuchándolo llorar.

—Karen, abre los ojos, sólo un momento —sonrió emocionado, gateando hasta su lado, para acostarse junto a ella, y apoyar al bebé sobre su pecho—. ¿Lo oyes? Ren te está saludando también.

Karen sonrió débilmente, escuchando como su bebé se quejaba sobre su pecho, pero ya sin llorar.

—Hola pequeño grandulón, te amo tanto, hijo.

—Eres una gran mujer, lo hiciste muy bien —sonrió Zakael acariciándole el rostro, el cabello, antes de darle un beso en la frente—. Eres muy fuerte, y valiosa, y mucho más de lo que tú crees.

—Tú también eres maravilloso, Zak —sonrió con los ojos cerrados, sintiendo que iba a dormirse de lo agotada que estaba—. C-Cuida un momento a Ren por mi.

—Ambos nos quedaremos aquí a tu lado —pronunció en un tono suave, acariciándole el cabello—. Estaremos aquí cuando despiertes —sonrió.

...

A nada del final, últimos capítulos :c

MikaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora