Diego POV
Los días siguientes viví más tiempo dentro del apartamento de Andrés que en mi propio dormitorio. Niko tenía un montón de cosas ahí que repetía yo no podía ver y Andrés me dejaba pasar las tardes en su casa incluso si él no estaba ahí, para que tuvieran tiempo de que Lalo se llevara todo a la fraternidad antes de que yo regresara.
Él tenía un horario ajetreado, con clases divididas en horarios completamente diferentes, que lo hacían correr un sitio a otro la mayor parte del día, así que mientras estaba en su casa me aseguraba de preparar algo para comer juntos en esa ventana de treinta minutos antes de su siguiente periodo, volviéndolo un hábito entre nosotros, comíamos entre conversaciones sobre lo que hacíamos en el día o preguntas extrañas tratando de conocernos mejor. Y él dejaba frutas picadas cada mañana para mí, sus recetas me resultaban extrañamente familiares, como las peras con un toque de miel o plátano con crema y azúcar, pero suponía que era así como su madre solía prepararlos y empezaba a acostumbrarme a ellas.
Excepto los panqueques de los viernes, les ponía fresas encima y desde que era un niño odiaba el sabor de éstas. El resto de los días apreciaba el gesto.
Creamos costumbres poco a poco, al anochecer los lunes y miércoles regresaba a mi piso cuando Niko me daba autorización, enviándole un sencillo mensaje de que había llegado a mi habitación, pero el resto de los días él llegaba para cenar juntos, acurrucarnos en el sofá, ver una película o simplemente quedarnos dormidos en el diminuto espacio del sillón, aun cuando teníamos una cama libre en su habitación.
Ahora tenía un par de cosas en su armario para poder ir a clases por las mañanas y mis amigos no dejaban de mencionar como su aroma me cubría entero poniendo a los omegas de mi salón aturdidos en cuanto entraba, podía fingir que no me daba cuenta, pero desde el momento en que comenzó a hacerlo mi omega vivía en su pequeña burbuja de felicidad.
Era como si después de tantos años pudiera confiar de nuevo en que teníamos un destino al cual llegaríamos tarde o temprano y a pesar de la tardanza, Andrés había llegado a mí. Deje de temer por lo que pasaría cuando viera a Joaquín, ya no daba vueltas en la cama pensando en lo que tuvieron en el pasado y deje que mi omega tomara el control absoluto en todo lo referente a él.
Estaba enamorado y quería disfrutarlo sin miedos de por medio.
Los sábados como hoy, solíamos tener citas improvisadas, podíamos ir al cine o recorrer la ciudad juntos, no había visitado muchos de esos lugares en el tiempo que pase aquí y ahora me alegraba de no haberlo hecho porque podíamos descubrirlos juntos. Fuimos desde el Golden Gate hasta el Pier 39.
Comimos en un pequeño restaurante al lado del muelle y nos perdimos en los jardines del parque Golden Gate, para regresar a casa como si tuviéramos toda una vida compartiendo habitación.
― ¿Quieres ordenar algo para cenar? ―murmuré abriendo la puerta con la copia de la llave que me había dado hacía una semana.
Sus brazos me rodearon por la cintura y sus labios se perdieron en mi cuello erizándome la piel, no me había marcado como todo el mundo esperaba, pero desde hacía días dejaba marcas rojas alrededor del lugar donde su alfa quería morder, podía sentir su cuerpo cada vez más tenso cuando estábamos solos y sospechaba que su celo estaba cerca, pero no estaba seguro de que fuera una buena idea hacerlo ahora, él volvería a Harvard el siguiente semestre y estar separados sería terriblemente doloroso con una marca.
―No. ―susurró con la voz ronca alterando de inmediato a mi omega, sonreí nervioso cuando sus labios succionaron el punto exacto detrás de mi oreja y solté un largo suspiró recargándome en su pecho. ―Eres tan dulce.
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Eras tú
Fanfic*SPIN-OFF de INSTINTO* Él era mi deseo insatisfecho y mientras te tuve a mi lado, pensé todo el tiempo en él. Llene el vacío con tus besos, sonreí cuando sabía que debía hacerlo y te di la historia que querías vivir. Cuando me descubriste ni siquier...