Nunca vamos a ser tú y yo

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Diego POV

Niko había llegado a su límite con las cosas que podía meter en el cuarto de Eduardo, por lo que tuvo que iniciar a utilizar nuestra habitación también para guardar lo que sea que tenía planeado para mi cumpleaños, eso y que Andrés seguía pidiéndome que me quedará a pasar la noche todos los días, terminé por ceder a prácticamente vivir con él.

Aprendí a limpiar heridas para ayudarlo a cambiar la gaza en su frente, memorice todas esas extrañas recetas con frutas para ayudarlo por las mañanas y Niko me llevó una maleta para poder quedarme el resto de la semana aquí o al menos hasta el jueves, cuando todos llegarían a la ciudad.

Con la promesa que le había hecho de no contarle a nadie, no podían encontrarnos viviendo juntos, suficiente tenía con la duda de cómo explicarles que estuviera aquí de intercambio después de años hablando de como Harvard era la universidad de sus sueños. Andrés decía que no teníamos razón para contarles que se estaba viviendo aquí desde hacía meses, tan solo debía pretender haber llegado un par de días antes por las vacaciones de Pascua y nadie dudaría de que estuviera en un piso rentado en lugar de un hotel, de todos nosotros su familia era la única que podría hacer algo así sin preguntarse que sería más barato.

Los últimos días de preparativos Niko nos pidió que armáramos bolsas de regalo con productos de limpieza como si fuera una boda y a pesar de mis dudas respecto al tema terminé agrupando montones de pruebas en bolsitas blancas para cada uno de nuestros amigos, mientras Andrés preparaba el almuerzo para los dos, podía verlo desde la sala picando pedazos de plátano, concentrado en que cada rebanada fuera idéntica a la anterior.

No tenía un especial antojo por más frutas con cosas dulces encima, si quisiera un postre en mitad del día no sería ese, pero la forma en que se perdía cuando las preparaba me impedía cambiar el menú de la semana. Suspiré terminando con la última bolsa y me levanté para alcanzarlo en la barra de la cocina.

― ¿Tú mamá te preparaba esto cuando eras pequeño? ―pregunté robándome una rebanada antes de que pusiera la crema y el azúcar encima, me miró de reojo negando con una mueca de confusión, como si no comprendiera mi pregunta. ―Entonces ¿tú inventaste todas estas recetas? ―musité sorprendido, el resto de las comidas que se había ofrecido a preparar eran pastas que su madre le había dictado al pie de la letra antes de irse a vivir solo, que hubiera creado eso y ahora lo compartiera conmigo era más dulce de lo que hubiera esperado.

―Claro. ―murmuró asintiendo lentamente, colocando un par de cucharadas de crema sobre el plato, sonreí sin poder evitarlo y me estiré sobre la barra para dejar un beso en sus labios, fue apenas un roce inocente, pero su mirada fue de completa sorpresa. ― ¿Qué pasa?

―Gracias por prepararme tus recetas secretas. ―susurré sosteniendo su rostro por la barbilla antes de dejar un segundo beso en la punta de su nariz. Nuestras miradas se encontraron apenas un instante, hasta que parpadeo nerviosamente bajando la mirada hasta los platos frente a él. No era normal verlo actuar así, por lo que encontré encantador que se pusiera nervioso por algo tan sencillo. ―Estaba pensando que después de la fiesta podemos vernos aquí, solos tú y yo.

―Creí que Niko tenía planeada hasta la fiesta después de la fiesta. ―musitó con una sonrisa algo incomoda, sonreí de vuelta regresando a mi lugar para ayudarlo a espolvorear el azúcar.

―Sí, pero es mi cumpleaños y quiero pasarlo contigo, aunque sea a solas. ―exclamé con completa sinceridad, si íbamos a pasar toda la noche fingiendo ser dos extraños, quería tener al menos unas horas para estar juntos. ―Podemos venir aquí, comer uno de tus postres y brindar con la botella de champaña que Niko nos dio a guardar.

― ¿Y si se dan cuenta que solo faltamos tú y yo? ―murmuró con la voz tensa, evitando mi mirada olímpicamente.

―Será después de la fiesta, no importa si se dan cuenta en la madrugada o al día siguiente en el desayuno. ―respondí encogiéndome de hombros, tragó en seco tomando su plato para salir de detrás de la barra y caminar hasta la sala, fruncí el ceño ligeramente siguiéndolo con la mirada desde mi sitió. ― ¿No quieres que volvamos aquí?

Eras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora