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El reloj marcó mi última hora de sueño, provocando que aquel ruidoso aparato hiciese ese sonido escandaloso, como todas las mañanas.
Había llegado el día.
Abrí mis ojos levemente, sintiendo la luz del sol sobre mi, con las menores ganas posibles, me levanté, para empezar a prepararme, no quería llegar tarde a mi primer día de clases.
Tomé aquél peine que siempre solía usar, desenredando los pequeños nudos que mi cabello color rosa pastel poseía, mi mamá solía decir recurrentemente que mi pelo era tan bonito y esponjoso como un suave algodón de azúcar, pero a mi no me agradaba tanto.
Menos en este mundo en el cual las niñas visten faldas rosas, y los niños pantalones azules.
Cada vez que alguien me levantaba la voz o se burlaba de mi, aparece mi mejor amigo, cubriendo con sus enormes manos mis oídos y al mismo tiempo respondiendoles, él nunca se dejaba de nadie, y quería que yo fuese igual.
Realmente el es una persona que considero más que un amigo cercano.
Una vez mi cabello quedó tan lindo y esponjado como mamá me enseñó a hacerlo, sonreí satisfecho, dirigiendome a la cocina, para comer algo rápido.
Miré el reloj que colgaba de la pared, los cuales si te quedas en silencio eres capaz de escuchar el "tik tak". Faltaban solo 20 minutos para que el bus llegara por mi, y la pesadilla empezara.
No soy alguien pesimista, más bien, siempre trataba de verle el lado positivo, pero, los nervios eran tan inevitables, y lo único bueno que me había dejado la primaria fue el conocer a mi único mejor amigo.
Terminé mi pequeño desayuno, colgué mi mochila en mis hombros, y antes de irme escribí una pequeña nota para pegarla en el refrigerador, la cual contenía un "bye bye, mamá, te veré cuando llegué!" Ya que mi madre llegaría más temprano que yo esta vez.
Al salir de casa, pude ver el camión amarillo, como si fuera sacado de una película estadounidense, la diferencia era que yo no sería aquél chico popular protagonista de aquellos videos tan cliché.
Tomé un poco de aire para relajarme, mientras la puerta era abierta, dejando ver el interior, y a algunos de los que serían mis nuevos compañeros, los cuales se asomaban curiosos para verme, solo por ser nuevo — aunque todos lo éramos realmente. —
Subí las escaleras de aquel auto, sintiendo la mirada atenta de todos en el lugar, traté de sonreír lo más sinceramente posible, aunque mis nervios eran más grandes.
El silencio fue algo prolongado, aunque quizá solo hubiesen sido unos segundos. Al dar una vista general no logré reconocer a nadie, y eso me ponía más nervioso.
Entre los chicos de nuevo ingreso, una cabeza resalto sobre todos, el cual rápidamente se aproximó hacía mi, empujando a los que estaban "en medio" de su camino, yo solamente le sonreí, como al resto.
