Prólogo

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Estaba tranquilamente en mi habitación, no solía salir mucho salvo que fuera necesario en estos días. Me evitaba problemas, pero eso es algo que ahora mismo no quería recordar.

Había encontrado un viejo CD, sin nombre que no sabía que contenía y estaba emocionada por el misterio de su contenido. Juraría que ese CD, no había estado en mi habitación antes... así que supuse que alguna de las chicas lo había traído.

Mi relación con todas las muchachas, se había deteriorado mucho a lo largo de los años. Y yo era la principal culpable, aunque no la única pues ellas decidieron que si yo estaba siguiendo el futuro que se me mostraba todo estaba bien. Y jamás se acercaron a preguntar, salvo dos... y suponía que alguna de las dos había sido la que había traído ese disco.

Había mantenido todas las sombras lejos de mis guardianas o de mi hija, en un intento desesperado de protegerlas, pero era imposible proteger a alguien cuando ni tú mismo te puedes proteger.

Cogí el pequeño reproductor portátil que hacía años me había regalado las muchachas y puse el disco dentro. Lo configuré para que todas las canciones se reprodujeran seguidas y se repitieran, pero no llegue a ponerme los auriculares en las orejas cuando la puerta detrás de mí se cerró más fuerte de lo que debería.

Sudor frío corrió por mi espalda, y el miedo hizo que me tensara... sabía lo que venía.

Antes de que pudiera reaccionar, el reproductor fue abandonado en el suelo de la habitación mientras yo fui arrojada a la cama. Mi vestido fue desgarrado y aunque trate de gritar, sabía que era inútil, pues mi habitación estaba insonorizada desde que se había construido evitando así que cualquiera de mis guardianas pudiera escuchar nada, aunque estuvieran justo afuera de las puertas.

Lágrimas caían de mis ojos sin control, mientras la persona a la que no reconocía como quien debía de ser me penetraba sin piedad. Ya debería de estar acostumbrada, pero el dolor jamás se iba. No era tanto el dolor físico, sino que pesaba más la traición. No podía seguir con esto, pensaba que sí... pero eran años de sufrimiento en silencio y ya no podía más.

Luché, por primera vez en años luché. No sé de dónde salió mi valor, no sé de dónde saqué la fuerza, pero logré sacarlo de mí y saltar fuera de la cama para intentar llegar desesperada a la puerta.

Solo necesitaba llegar, sabía que si gritaba fuera mis guardianas me escucharían y me salvarían del monstruo... ellas me habían dicho que las buscará si necesitaba ayuda, que siempre podría confiar en ellas.

Jamás había vuelto a confiar, no sabía cuándo había empezado a desconfiar... Recordaba las batallas del pasado, y mi confianza en mis amigas, pero después de la batalla contra Galaxia eso comenzó a cambiar.

Mi felicidad, opacaba todo y por un tiempo perdí a mis amigas y guardianas de vista, para cuando quise volver mi mirada hacia ellas todas estaban demasiado lejos para ser alcanzadas y aunque yo necesitaba la ayuda desesperadamente... jamás me atreví a alzar la mano para pedirla. Mentí para ocultar mis miedos y eso me había llevado a esta situación.

No logré llegar a la puerta, perdí el equilibrio y caí al enredarme en los restos de mi propio vestido blanco. La risa tétrica a mi espalda me dio pánico, intenté levantarme, pero no lo logré antes de que me alcanzará y agarrándome por el pelo me empujará contra la pared más cercana con mucha fuerza.

- ¡Dónde crees que vas, zorra! - exclamó mi monstruo personal - Ellas no te ayudarán, jamás les has importado... ¿Crees que lo harás ahora?

Quería rebatir esas palabras, quería decir que mis guardianas si me ayudarían... pero no pude, el silencio de años me hizo callar, sinceramente no sabía si él decía la verdad. Yo había tenido épocas en las que no podía salir durante días e incluso semanas y ninguna se preocupó por mi... Miento Amy y Minako lo hicieron, pero yo las aleje, de hecho, la última vez que hable con ellas fue para gritarles que yo no era su amiga sino su Reina y que debía dejar de preguntar por mi vida personal.

CénitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora