Capitulo 3

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3 años antes

Podía sentir los gorgoteos de Rini en su cuna, y una sonrisa se extendió por mi rostro. La pequeña era la luz en la oscuridad, pensar que hace apenas cuatro años estaba ansiosa por qué llegará este momento.

Pero no todo había resultado como pensaba que resultaría, recordaba la despedida de las Starlights en esa azotea y casi sin darme cuenta una lágrima cayó de mi ojo.

¿Qué ha sido de ustedes amigas? ¿Seiya estarás bien?

Pensaba en sus amigas más de lo que quería admitirse, pero no podía hacerlo en voz alta al menos no directamente. Pero podía hacerlo con la música que escuchaba, pues era lo único que era libre de escoger en su jaula de oro.

Sinceramente le gustaría tener algo que le recordara a sus amigas, pero las pocas fotos que tenía de las Starlights o de Seiya, habían sido destruidas por Mamoru unos meses después de la boda. Ella había querido invitarlos a la boda, era su día más feliz a pesar de las dudas que podía ver en los rostros de sus guardianas. 

Pero la solicitud fue denegada con Mamoru diciendo que no podía ser tan egoísta como para hacerles atravesar la galaxia solo para un día. Su razonamiento tenía lógica y yo lo deje ir, como a las demás...

Ahora me daba cuenta de que yo había dejado ir a todas mis amigas, quizás no el primer año cuando Mamoru estaba lejos. Pero si era sincera conmigo misma, debía admitir qué aun estando él lejos yo las alejé, sabía que me necesitaban y no las busqué. Y aun cuando yo las necesité tampoco las busqué, ahora era tarde.

Ahora era tarde, yo era la esposa de Mamoru. No Endymion, debía de recordar qué desde que Tokio de Cristal había surgido él me había prohibido llamarle Mamoru de nuevo, ni siquiera en privado. Había perdido hasta el placer de poder decir que amaba a mi Mamo-chan, pequeñas lágrimas escaparon de mis ojos.

Y luego fije mi mirada en mi pequeña, al menos la tenía a ella. Hacía tres meses que había nacido, tres meses en los que Endymion no venía a mi debido a que por el parto no podíamos tener sexo y parecía ser lo único que le importaba de nuestra relación. 

Unos golpes en la puerta, me llamaron la atención y fui a abrir, después de quitar todo rastro de lágrimas de mi cara, para mi sorpresa quién estaba al otro lado era Uranus.

- ¿Uranus? - pregunté hacia mi siempre temperamental Sailor del aire - ¿Qué haces aquí? ¿Todo bien en la luna?

- Claro, Koneko - dijo acariciando mi cabeza con ternura y yo casi me pongo a llorar por ese toque, hacía años que no sentía una caricia amorosa - Vine a verte a ti y a la pequeña, como debemos de turnarnos para no dejar el Reino Lunar solo... pedí que me dejaran venir primero.

- ¡Oh! ¡Me alegro mucho de verte! - sonreí feliz por primera vez en meses, y me abracé a ella, pude notar como se tensó al contacto y supuse que eso era culpa mía también. No me había acercado voluntariamente a ninguna de mis Sailor en casi 3 años, las había alejado con una fría cordialidad e indicándoles que su lugar era ser mis guardianas no mis amigas. - Perdón - dije después de unos segundos abrazada a ella, justo antes de separarme. Sabiendo que había roto con lo que yo misma pedí, pero realmente necesitaba sentir el calor de alguien. 

- Puedes abrazarme siempre que quieras, Koneko - dijo Uranus con una sonrisa -Solo me sorprendiste por qué tu misma pediste que mantuviéramos las distancias. 

- Lo sé y lo siento, por eso también - dije apena, no iba a cambiar nada. Ya no, pero al menos podía tratar de que la amistad de mis amigas no se perdiera por completo, supongo -  Solo pensaba que estaba haciendo lo mejor para todo el mundo. 

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