Su celda

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Greace nunca se imaginó cómo sería pasar dos noches en el calabozo, pero había escuchado de las malas lenguas que era el lugar más tenebroso del palacio. Sus manos estaban negras de tanto apoyarlas en los barrotes y sus pies colmados de suciedad por el mugroso suelo que cubría su celda.

Dos noches en las que no pudo ver el sol, ni las estrellas. Nadie había bajado para asegurarse de que estuviera medianamente bien, y mucho menos para liberarla. El primer día fue un tormento para ella, en lo más profundo de su corazón tenía la esperanza de que Chris recapacitara y la liberara. Se había preguntado a sí misma si podría perdonarlo de esto si eso sucedía, pero para hacer más fácil su respuesta el nunca apareció.

Uno de los guardias que custodiaban su celda se apiadó de ella y le comunicó cuál sería su futuro después de aquella trampa que Érika le había tendido. El jueves en la noche regresaría a Wajayland y la despojarían de todos sus cargos en Austroa como castigo. –Tratan de deshacerse de mí– pensó Greace con rabia. Lamentablemente para su actual reino, dos noches eran suficientes para pensar en una venganza digna de la corona y eso era justamente lo que Greace planeaba.

Antes de casarse con Chris uno de sus sueños era convertirse en la mayor gobernante del mundo; junto a él estaba cerca de serlo, pero ese logro no le pertenecía.

Había llorado en el calabozo porque era inevitable en su situación, pero ninguna de sus lágrimas le pertenecía a ese hombre que aunque no quisiera todavía amaba.

Se alarmó cuando sintió la enorme puerta moverse. El tintineo de las cadenas resonaban en sus oídos y las pisadas de varios guardias la pusieron en alerta. Solo uno llegó hasta su celda y ella prefirió que nunca hubiera aparecido.

Por primera vez en dos días Chris había bajado a verla.

Ella alzó su cabeza y lo miro a los ojos, aquellos ojos azules que antes le parecían encantadores y que ahora no mostraban ninguna expresión.

–¿Estás bien? –Greace obvió la pizca de preocupación que escuchó en su voz porque le pareció hipócrita por su parte.

–Preferiría no recibir visitas, y menos tan ingratas. –Firme y decidida se paró frente a él.

–Quería bajar antes, pero Erika tenía miedo de quedarse sola. –en el caso de que intentara disculparse con su respuesta, Chris lo estaba haciendo muy mal.

–¿Me cuentas esto para que sepa que estabas con ella? o ¿para excusarte de no haber venido estos días? –El odio que Greace estaba sintiendo se palpaba en el ambiente, y no pasó desapercibido para Chris.

–Greace... ¿por qué ...? –Esa simple pregunta la sacó de sus casillas y no pudo evitar interrumpirlo.

–Si viniste a preguntar porque lo he hecho, me ofendes grandemente, es tarde para que me escuches y si estás satisfecho de creer en lo que viste, mejor. Ahórrame el mal trago de tener que rogar de que me crean.

– Dices que no hiciste nada, pero yo te vi, Greace ¿qué quieres que crea?

–Ves, ese es tu problema, ni siquiera me diste el beneficio de la duda, ni la oportunidad de dar mi versión. –los ojos llenos de rabia y las manos temblorosas de Greace la estaban llevando al colapso.

–Ahora te estoy dando la oportunidad de explicarte. –dijo Chris tratando de calmarla.

–Ahora no importa lo que yo diga, yo no tengo voz en este lugar. Me avergonzarás ante el mundo despojándome de todos mis cargos, la pregunta que ahora mismo recorre mi cabeza es si lo que sucedió fue un alivio para ti ¿Esta es la manera más fácil de sacarme de tu vida? No hacía falta que me humillaran y me maltrataran de esta manera, yo igual ya te había informado que me marcharía y no me volverías a ver.

–Greace no pienses eso, yo no quería que las cosas fueran así. Aún te quiero.

–¿Tratas de burlarte de mí? Tú no me amas Christopher, nunca me has amado, te estuviste engañando a ti mismo todo este tiempo. Perdona si te digo que prefiero que de una vez me lleven a Wajayland y olvidarme de todo.

–Greace... no digas eso, entiéndeme. –su voz era casi un susurro.

–No me pidas que te perdone, ni que te entienda cuando tú no tuviste ese trato conmigo. Si de verdad dices que me quieres, déjame irme con la cabeza en alto y ser yo la que dimita del cargo de ser Reina y no que me lo arrebaten, sabes lo que eso puede significar ante la sociedad, destruirás mi vida para siempre. –Y bien que lo sabía, ella jamás sería una reina respetada y perdería la oportunidad de rehacer su vida.

–Si eso pasa todos pensarán que me abandonaste como lo hizo... –dijo con ciertas dudas.

–No termines esa frase, con esa excusa me queda bastante claro de que nunca ocupé un lugar en tu corazón. –Se apartó de inmediato y se tumbó en lo que se podría llamar una cama improvisada dispuesta a no escuchar ni una palabra más.

–No sabes lo difícil que es para mí esta situación.–al escuchar esa frase no pudo evitar mirarlo con desprecio y acercarse a él con brusquedad.

–Sí, porque eres tú el que ha tenido que dormir en este lugar, porque eres tú quien está siendo juzgado erróneamente y porque eres tú quien se está cayendo a pedazos por culpa de alguien a quien ni siquiera le importas. Christopher, no te vuelvas a justificar de esa manera solo porque tú no has sabido comportarte como un buen hombre o un buen esposo. Si una esposa te abandonó sin razón, tu segunda esposa tiene más de mil razones para abandonarte. –Una bofetada se estampó en la cara del Rey y Greace por razones desconocidas se sintió mejor que nunca, liberada de todas aquellas cosas que tenía dentro.

–Puedes dormir en tu habitación, mañana partes a primera hora de la mañana a Austroa. – Chris sabía que se lo merecía, sabía que más de una bofetada se había ganado y trató de que la última noche de Greace no fuera en este lugar tan oscuro. Greace no pudo evitar reír con ironía y sacando la fuerza de donde no la tenía respondió.

–No pienso poner un pie fuera de este lugar hasta que no sepa qué vuelvo a mi casa. No quiero estar cerca de nadie, y prefiero irme justo cómo estoy ahora mismo.

–No permitiré que duermas aquí.

–Ya permitiste que durmiera dos noches aquí, así que qué más te da una más– Como si le hubieran clavado una estaca en el corazón Chris salió de la celda y se dirigió a su despacho para pensar.

Que me ames (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora