El duque de Boldenmorten

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Habían pasado ya dos semanas y solo faltan 4 días para el cumpleaños de los gemelos. Chris ya estaba recuperado aunque aún con algunas molestias, las cosas con Greace iban de maravilla, aquel inconveniente había hecho que ambos dejasen de lado su orgullo y comenzaran a conocerse realmente. El rey Adam se marchó una semana después de lo ocurrido porque tenía que volver a su reino, pero no sin antes recordarle a su primo la joya a que tenía como esposa.

Greace se encargaba de todo, era la primera vez que organizaba una fiesta y era tan emocionante porque los gemelos poseían un gusto peculiar. Tenía que inventarse juegos y adornarlo todo, encargarse de ordenar el menú, ya que los gemelos querían todas sus comidas preferidas y eso incluía fabada y tarta de chocolate con relleno de arándanos, la verdad era que lo tenía difícil. Todos en el palacio estaban esperando el gran acontecimiento, solo vendrían unos pocos invitados, algunos duques y condes de la zona y algún príncipe que Chris se ha empeñado en invitar, todos acompañados de sus hijos claro, serían en promedio 60 personas.

El gran día llegó, Greace y Chris decidieron ir juntos a despertar a los gemelos con un regalo entre sus manos.

Los niños corrieron de alegría, gritaron y saltaron al ver el presente que su padre llevaba y sin prestar atención a otra cosa comenzaron a jugar con él y a perseguirlo por toda la habitación.

Greace había estado tratando de convencer a Chris para que dejara que los chicos tuvieran un cachorro y este después de días de molestarlo constantemente con el tema accedió. La cara de felicidad de los niños en ese momento no tenía precio y eso era lo que él había estado deseando por años, ver a su familia feliz otra vez.

El palacio estaba repleto de invitados que fueron llegando a inicios de la tarde. Greace llevaba un vestido rosa pastel con pequeños adornos de encaje que resalta su belleza exterior. Todos los presentes estaban de acuerdo en que no había nadie en aquella sala que desprendiera tanta luz como ella y la verdad era que Chris quedó encantado al verla, tanto que no se separó de ella en toda la tarde.

La fiesta había sido todo un éxito, ya se habían ido casi todos los invitados cuando Greace decidió ir a la cocina a pedir un vaso de agua, pero en el trayecto se encontró con el duque de Boldenmorten una provincia cerca de Austroa.

El duque tenía el cabello blanco, aparentaba tener unos 50 años, sus ojos eran oscuros, muy oscuros, tanto que no mostraban expresión alguna y eso a Greace le asustaba un poco. El duque levantó su brazo para cortarle el paso a la reina, era alto pero no tanto como Chris, una extraña sensación recorrió el cuerpo de la chica y tuvo ganas de salir corriendo del lugar. En el pasillo no había nadie, solo ellos dos y eso hizo que se le pusieran los pelos de punta.

–Por fin sola, creía que el rey nunca se iba apartar de tu lado, aunque siendo sincero, si tú fueran mía yo tampoco me alejaría de ti –confesó él acercándose poco a poco. Su aliento era una mezcla de alcohol y tabaco, un olor que provocaba que a Greace le dieran ganas de vomitar.

–Con el debido respeto llevo prisa, mi esposo me espera y no quiero que se preocupe – respondió ella y no sabe de donde sacó la fuerza para echarlo a un lado.

–Espera, no te vayas –el duque la agarró por el brazo, ella trató de soltarse, pero él era mucho más fuerte y la presionó contra la pared.

–Su esposo no se molestará si te doy una probadita, yo también quiero –susurró. Greace no se había dado cuenta de que estaba llorando y comenzó a gritar con fuerza. El duque cubrió su boca rápidamente con la mano y con la otra comenzó a desabrochar los botones del vestido dejando ver la ropa interior de la reina. Ella lo mordió, pero él no se movió, lo pateó, pero fue inútil, lo único que ganó fue una bofetada de parte de su agresor. Greace se resistía y él seguía insistiendo, pero ella no se rindió. Siguió tratando de encontrar una manera, sus manos estaban atascadas contra su cuerpo y de la manera en que él la agarraba hizo que fuera muy complicado zafarse. Trató de gritar incontables veces, mientras el duque pasaba su sucia lengua por su cuello, ella seguía pateando y pateando, pero él no se apartaba hasta que...

Chris estaba preocupado –¿por qué Greace tarda tanto en la cocina?– se peguntó. Decidió ir a buscarla, y antes de girar hacia al pasillo sintió quejidos y golpes, corrió a toda velocidad para ver que pasaba y al llegar no pudo creer lo que sus ojos estaban viendo.

El duque estaba tratando de violar a Greace, corrió hacia ellos con rabia, tomó al duque por el cuello y lo lanzó contra la pared. Lo golpeó por todos lados, había sangre por todo el pasillo, lo golpeó sin parar y no le importaba matarlo ¿Cómo se atrevía a tocarla? a Greace, a su Greace...

La reina tocó el hombro de Chris y le pidió que parase, que lo iba a matar y a él no le pareció mala la idea, pero entonces los guardias llegaron y lo apartaron del duque malherido, lo había desfigurado tanto que estaba irreconocible.

Greace corrió hacia Chris y le pidió que se calmase, pero este comenzó a gritar. –¿Dónde estaban todos?¿dónde? Su reina casi es violada y ninguno estaba aquí para protegerla –miraba a todos los guardias –Recojan a esa rata y despójenlo de todos sus bienes y títulos, llévenlo a Logvine, mi primo sabrá que hacer con él y para todos en este palacio, este mes se les descontará la mitad de su salario por no cumplir con su trabajo. Considérenme generoso de que no los despida –gritó furioso acercándose a Greace para abrazarla. Ella estaba temblando, pero se calmó en cuanto él la llevó a la habitación.

–¿Estás bien? –preguntó él un poco más calmado mirándola fijamente, ella asintió. –¿Quieres que te traiga algo?

–No, no te vayas, no me dejes sola –pidió ella abrazándolo con fuerza y las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas.

Él le acariciaba el cabello y la acercaba más a su pecho, no quería soltarla. No podía creer lo que acaba de suceder ¿cómo pudo llegar tan tarde? ¿cómo alguien podía hacer eso? Sintió como se le oprimía el corazón.

–Yo te voy a proteger siempre, mientras yo viva no voy a permitir que te hagan daño– le dio un beso en la frente y esperó a que ella fuera la que se soltara.

Después de un largo silencio entre los dos, ella lo miró y le comunicó.

–Voy a tomar un baño, me siento sucia ... no debí haber ido sola a la cocina –ella tenía ganas de seguir llorando, pero él no la dejó hacerlo.

–Greace, tú no tienes la culpa de nada, tu estabas en todo tu derecho de ir a donde quisieras. Esa asquerosa rata era la que no debía haber estado allí, no quiero que te sientas culpable. Sé que es difícil, pero lo mejor es que te relajes. Él tendrá su merecido y por suerte no llegó a mayores ¿quieres un vaso de leche antes de dormir ?–preguntó al final tratando de que comiera algo.

–No, solo un baño– Greace se levantó y caminó hacia el baño, el tiempo allí dentro fue interminable para ambos. Chris estaba preocupado por ella y Greace no dejaba de pasar la esponja una y otra vez por lugares donde recordaba que el duque la había tocado. Salió temblando de la bañera, se veía tan frágil y él no supo hacer otra cosa que no fuera abrazarla. Ella lo miró agradecida –Está es la segunda vez que me salvas la vida, gracias.

Chris la miró, tenía ganas de abrazarla y de besarla y hacer de que ella olvidara esa pesadilla, pero sabía que eso no serviría de nada, así que la acurrucó en sus brazos hasta que ambos fueron ganados por el sueño.

Que me ames (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora