Capítulo 12

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Kanawut.

Reviso el correo con una sonrisa tonta en mi rostro. Estoy pensando en Suppasit desnudo y riendo en la ducha. Me hace derretir. La forma en que me recosté en sus brazos después de tener sexo, y la forma en que hablamos y reímos como viejos mejores amigos...

La forma en que me mira. La forma en que me hace sentir.

El día ha volado y estoy en mi elemento de chico fan. Suppasit.

Lo veré esta noche y, oh, todo va muy bien. Recuerdo los correos electrónicos que me envió y repaso mentalmente la lista de sus cualidades.

—Entrega para Gulf —grita una voz.

Me vuelvo y veo a uno del equipo de seguridad del vestíbulo caminando con el ramo de rosas rojas más grande que he visto en mi vida.

—¡Mierda! —Sarah chilla. Mis ojos se abren y el hombre se acerca a mí.

—¿Eres Gulf? —pregunta. Asiento con la cabeza.

Me pasa el enorme ramo y me pongo rojo brillante.

—¡Oh, Dios mío! —Sarah grita—. Mira el tamaño de esas rosas.

Aspiro su esencia, un perfume profundo y hermoso, y abro la tarjeta.

Gulf, Gracias por un fin de semana increíble. 

No puedo borrar la sonrisa de mi rostro.

Sostengo la tarjeta contra mi pecho mientras la felicidad literalmente sale de mí.

Fue un fin de semana increíble y tampoco puedo borrar la sonrisa de mi cara.

—¿De quién diablos son? —Sarah jadea mientras toca los pétalos —. Mira el tamaño de las cabezas de las flores. Y mira el jarrón de cristal en el que están. —Esos habrán costado un dineral, el jarrón es de cristal, de esos finos.

Me balanceo en mi silla con alegría.

—Volví con mi ex —miento.

Marco su número, sonriendo mientras suena.

—Hola.

Salgo del alcance del oído de mis compañeros de oficina.

—Hola —respiro. Casi no puedo contener mi emoción—. Acabo de recibir una entrega de las rosas rojas más hermosas que he visto en mi vida.

—Me da gusto.

—Gracias, son hermosas.

—Yo debería darte las gracias. Tuve un fin de semana increíble.

—Yo también. —Prácticamente estoy radiante. Ambos esperamos que el otro diga algo. —¿A qué hora vienes esta noche? —Finalmente pregunto.

—Iré y te prepararé la cena.

—¿De verdad?

—Sí, soy un gran cocinero.

—Eres genial en muchas cosas.

Se ríe y me lo imagino balanceándose en su silla en su oficina.

—¿Cómo vas a entrar? —pregunto, consciente de que los guardaespaldas van a ser un problema, como siempre.

—Me estacionaré en el sótano y tomaré el ascensor. 

Me muerdo el labio mientras pienso. 

—Bueno. Alrededor de las siete y media, a esa hora saben que estoy en la cama por la noche.

Gruñe, nada impresionado. —Bueno.

Sr. SuppasitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora