Capítulo 23

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Kanawut.

Me muevo en el fondo de mi armario y tiro todo a un lado.

—¿Dónde están? —No encuentro ni un solo par de zapatos de trabajo.

Todos deben estar en la casa de Suppasit. Genial, ahora voy a tener que pasar por ahí de camino al trabajo. Salgo del armario y llamo a Wyatt.

—Hola —responde.

—Hola. Dejé todos mis zapatos en casa de Suppasit. Tendremos que irnos temprano y pasar por ahí.

—Está bien. Estaremos en el vestíbulo.

—Bien, gracias.

Rápidamente termino de prepararme y veinte minutos después estoy en la parte trasera del Mercedes y en camino. Mientras estoy de viaje, suena mi teléfono. Es mi padre. Mi estómago da un vuelco.

—Hola, papá.

—Hola, cariño. 

Sonrío al oír su voz.

—¿Dónde estás, cariño?

El carro entra en el edificio de Suppasit.

—Estoy en el apartamento de Suppasit.

—¿Está en casa?

—No, él está en el trabajo.

—Estaré allí en diez minutos.

—¿Dónde estás? —Arrugo la frente.

—En Londres. Vine esta mañana porque quiero hablar contigo.

—¿Está Ohm contigo?

—No.

Pienso por un momento. Oh, ¿a quién le importa? Solo tendré el día libre del trabajo. Esto es más importante.

—Está bien, papá.

—¿Cuál es la dirección?

Le doy la dirección mientras los chicos salen del carro y esperan a que termine mi llamada. Cuando lo hago, Wyatt abre la puerta.

—Mi padre está en camino.

Los chicos intercambian miradas y, sin decir una palabra más, me siguen al ascensor y suben al piso de Suppasit.

Saben que se supone que deben permanecer fuera de mi puerta en todo momento. Siempre he querido la privacidad, así que se los hago saber, y mientras estén cerca o alrededor, no siento que los necesite conmigo veinticuatro siete.

Mi padre es diferente. No tiene ningún problema con ocho pares de ojos sobre mí en un momento dado.

Llegamos al piso del apartamento de Suppasit y ellos toman su lugar a ambos lados.

—Hoy no voy a trabajar —les digo.

—Bueno. —Wyatt asiente.

Entro y cierro la puerta detrás de mí. Enderezo los cojines del sofá y doblo la manta que había dejado sobre el respaldo. Entro a la cocina y guardo las tazas de café de la secadora. Reviso que todo esté limpio y ordenado, y luego corro escaleras arriba para buscar mis zapatos.

Escucho un golpe abajo. corro escaleras abajo para abrir la puerta a toda prisa.

Un rostro cálido y familiar me saluda.

—Hola.

Mi padre sonríe suavemente y se inclina para besar mi mejilla. Lleva su traje y corbata habituales.

Sr. SuppasitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora