La vida no me sonríe
- ¿Qué haces aquí? - pregunta el tipo que tengo justo delante mía, enfadado y con rabia.
Lo he pillado justo ordenando su habitación, pero no me puedo creer quién es.
- Tú... - digo sin salir de mi estupefacción en la que estoy sumida.
- Yo si, yo bruja. ¿Me puedes decir qué haces aquí y cómo has encontrado dónde vivo? - pregunta extrañado, aliviando su expresión de enfado y adoptando una más calmada. No sé porqué, ni me lo preguntéis porque ni yo me entiendo, extrañaba que me volviese a llamar bruja.
- Yo... - pero por favor, si no se decir otra cosa que solo una palabra sin poder formar una frase en condiciones. Siempre titubeando, que coñazo más grande.
- ¿No sabes hablar ahora o qué? - se acerca poco a poco a mí, lleva una toalla entre en sus manos. Lo miro de arriba de abajo y de abajo a arriba, no dejo ni un rincón de su cuerpo sin mirar ni inspeccionar. Es la maravilla en persona. Me recompongo como puedo e intento formar una frase con el mentón hacia arriba y el pecho hacia delante.
- Si sé hablar. ¿Quién ha dicho que no? - pregunto. Aunque por fuera haya adoptado una expresión de fuerza, por dentro estoy como una gelatina. De fresa, a ser posible. Son las mejores, a mi gusto.
- Ya veo, ya. Bueno, ¿me dices ya todo lo que te he preguntado? - vuelve a insistir al ver que no le contesto.
- Estoy buscando piso - digo sin más.
- Pero eso no responde a las preguntas de antes, bruja - dios, cada vez que me llama así mis piernas tiemblan hasta el punto que temo caerme delante de él y hacer el ridículo.
- Pues... El otro día vi un cartel en el que ponía que se buscaba compañero de piso, el número de teléfono y la dirección. Le hice una foto y pues en ese momento fui a ver un piso, que por cierto, decepción máxima porque era horrible. Todo super chico, la habitación era como un cuarto de baño de pequeño, eso no era... - de repente escucho una carcajada en toda regla. Pero una carcajada de las graves, de las que te ponen los pelos de punta con tan solo escucharlas. Subo la mirada hasta él y se está tronchando de la risa -. ¿Se puede saber de qué te ríes? - pregunto un poco confusa y a la vez enfadada, porque no hay otra explicación que no sea que se esté riendo de mí.
- Hablas demasiado - dice tan tranquilo después de secarse las lágrimas que salían de sus ojos por la risa -. Eres una parlanchina, bruja.
- Deja de llamarme así - resoplo y mi enfado aumenta, porque todos sabemos que no quiero que me deje de decir bruja.
- Si así lo quieres, parlanchina - sus labios forman una sonrisa verdadera, en la que se dejan ver los dientes perfectamente alineados y blancos como la nieve. Me dijo más de la cuenta en sus labios, en esa sonrisa, en lo que me gustaría poder besar esos labios, sentirlos cerca de los míos, como lo rozan, la calidez que desprenden, sentir su aliento de nuevo... -. ¿En qué piensas?
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Deja Que Fluya
RomanceAmanda Stone nunca hubiera pensado que su vida iba a cambiar tan radicalmente. Vivía con sus padres, pero de la noche a la mañana se ve buscando piso en otra ciudad totalmente distinta a la suya: Las Vegas, un lugar tan lleno de vida a la que no est...