Capítulo 21

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Nuevas caras

- Lo siento mucho, de verdad - digo por millonésima vez, a lo que mi amiga ya está harta de escuchar

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- Lo siento mucho, de verdad - digo por millonésima vez, a lo que mi amiga ya está harta de escuchar.

- Amanda, ya basta. He dicho que no pasa nada, tampoco tenía pensado quedarme en tu casa a pasar estos días aquí - réplica y explica tranquila con la voz serena -. Pero no te disculpes porque tú no tienes la culpa de tener a un compañero de casa que es un subnormal profundo.

Las dos soltamos una carcajada sin poder aguantarnos más. Si ella supiera lo que ha pasado antes, se queda muerta. Pero no se lo quiero contar, no por nada, si no porque tengo miedo a lo que pueda decir o pensar. Y no es el momento de contarlo, cuando surja la conversación entonces. Aparte, no ha pasado nada en realidad.

Nada, nada, no ha pasado nada.

Quedamos para pasar el día juntas al día siguiente, para enseñarle la ciudad y hacer de todo. Quiero aprovechar el tiempo que esté aquí porque cuando se vaya no sé cuándo la voy a volver a ver.

Nos despedimos y colgamos felices hasta el día siguiente.

***

Me levanto con un hambre de mil demonios. Me suenan las tripas. Bajo de la cama, me pongo el pantalón corto del pijama y salgo de la habitación.

En la cocina, abro el frigorífico y saco la caja de cartón de la leche. En un vaso la echo y m lo bebo despacio. De las puertas de los muebles saco cereales, galletas y magdalenas, y me siento en un taburete de la barra de la cocina.

Escucho ruido en la planta de arriba y a continuación pasos en la escalera. Sé que es él. No hace falta darme la vuelta para mirarlo. Para empezar porque solo estamos nosotros dos viviendo aquí, a no ser, que anoche se trajera a uno de sus ligues y sea ella la que esté bajando las escaleras. Lo dudo. No quiero pensar en sus ligues.

¿Celosa?

¿Qué dices? Para nada, no debería de estarlo.

- Buenos días - escucho que dice con la voz ronca y de recién levantado, de reojo lo veo acercarse a la puerta del frigorífico, sacar la botella de zumo y en un vaso echarselo.

- Buenos días - respondo con educación y sin mirarlo a la cara. Ya siento las mejillas sonrojadas y calientes. En ese momento se me viene a la cabeza todo lo ocurrido ayer. Verlo desnudo totalmente y encima mojado, mirándome con deseo y ver mi mano dentro de mis pantalones.

- ¿Has dormido bien? - escucho que pregunta y, de inmediato, subo la cabeza y mis ojos se encuentran con los suyos, pero los míos destilan confusión por su pregunta. ¿A qué viene eso?

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