Capítulo 18

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Estaba cansada, harta de seguir ahí, quería darse de baja, si fuera posible, de la vida. Resopló, intentando tranquilizarse y no tomar decisiones precipitadas, sabía que sus padres no estarían contentos con su decisión, mejor dicho, cuando se enteraran de lo que tenía planeado hacer, la querrían matar. Ayer había hablado con Adam sobre eso, buscando su opinión al respecto y él la había convencido de que lo hiciera.


—No estoy segura de que sea una buena idea —puntualizó Lía.

—¿Y qué más propones? —inquirió—. ¿Terminar la carrera, graduarte, quedarte con la empresa de tu padre y dedicarte el resto de tu vida a eso? ¿A vivir una vida que no quieres sólo para complacerlos?

—¿Qué hará mi padre si yo no heredo la empresa? No tiene otro hijo —repuso ella.

—Buscará a alguien más —insistió—. Si no es a ti, será a algún otro familiar o socio de confianza, pero no puedes seguirte dejando manipular por él para que hagas lo que quiere. —Se acercó hasta ella y la tomó de los hombros, acarició su mejilla.

—No lo sé —resopló, apartándose de él y dejándose caer sobre su espalda en el colchón—. Es muy complicado.

—Tú lo haces muy complicado —apuntó. Lía se sentó en la orilla.

—Tú no conoces a... —dejó las palabras en el aire, Adam arqueó una ceja—. Está bien, pero no es lo mismo tenerlo de jefe que como padre.

—Tienes razón, seguro que como padre es más amigable —bufó y Lía soltó una pequeña risa. Se sentó a su lado y tomó su mano, ella le miró a los ojos—. Has lo que creas correcto, lo que sea que necesites, yo estaré aquí para apoyarte en tu decisión, pero piensa en ti primero, en lo que tú quieres, y no lo que los demás quieren para ti.

Depositó un corto beso en sus labios y le sonrió. Duraron un momento en silencio, acariciando sus manos, hasta que Lía se levantó soltando un suspiro.

—De acuerdo —aceptó—. ¿Me ayudas a escribir esa carta?


Terminó la clase, la última clase del día. Lía tomó sus cosas y sacó dubitativa el sobre de su mochila, la carta que pensaba entregar a dirección para dar fin a su tiempo en la institución, serían dos años y medio de estudios echados a perder, de dinero, y seguro tendría que buscar algún trabajo para pagar su nueva carrera, pues dudaba que sus padres le ayudaran después de esto.

Salió del aula y se encontró con Dylan y Charlotte a la entrada de ésta.

—¿Vas a hacerlo? —le consultó la rubia y Lía asintió.

—Suerte. Te esperamos en el auto —deseó Dylan dándole un pequeño apretón en el hombro. Ambos le dieron un par de sonrisas confortantes y caminaron hasta la salida.

Lía inhaló profundo, tratando de llenarse de valor. Caminó segura hasta dirección y llamó a la puerta, al escuchar un "pase" desde el interior se adentró al despacho del director.

—Lía —dijo sorprendido—. ¿Qué te trae por aquí? Siéntate.

—No, no, está bien. Venía... —carraspeó—. Venía a darle esto. —Se acercó al escritorio y le entregó la carta.

—¿Qué es? —quiso saber mientras sacaba la hoja que contenía dentro—. ¿Lo manda tu padre?

—No. Es... Mi carta para darme de baja de la escuela.

El director le observó extrañado y rápidamente leyó el papel.

—¿Tu padre sabe de esto? ¿Está de acuerdo con que lo hagas? —cuestionó seriamente.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora