Epílogo

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Bajó las escaleras apresurada para tomar algo y que no se le hiciera tarde para llegar al trabajo, desde que Elina había dejado de trabajar para ellas, el tiempo apenas le alcanzaba para desayunar ligero antes de entrar a la agencia y pasar ahí el resto del día hasta las nueve de la noche. Solía encargar algo para comer con sus compañeros y regresaba a cenar con su mamá las sobras de la comida que ella preparaba, ella pasaba el día limpiando la casa de personas adineradas, pues al no haber concluido sus estudios por casarse con el padre de Lía, no podía aspirar a mucho.

—¿Ya te vas? —le preguntó Meredith al verla tomar una manzana del frutero junto con un yogurt.

—Sí, quiero llegar a tiempo —dio un mordisco—. Hoy quizá cerremos el trato con una persona importante y eso podría darme un aumento —comentó emocionada—. Espero y así en menos de un año junte lo suficiente para poder continuar mis estudios.

Su madre sonrió ante su entusiasmo, por fin ambas estaban dejando atrás todo lo ocurrido aquel día en el que murió su padre, o mejor dicho, aquel día en el que Adam había matado a Jeremy. No le guardaban rencor, ni siquiera porque les hubiera quitado la empresa y dejado a las dos casi en la ruina, les había costado salir adelante, ambas tuvieron que buscar un trabajo lo antes posible para mantenerse, lo más difícil habían sido los primeros días en los que de un momento a otro se habían quedado sin nada, tuvieron que vender muchas de sus pertenencias, requirieron de terapia juntas y por separado para olvidar lo sucedido, perdonar a su padre y a Adam a la vez, al primero por todo lo que les había hecho pasar por tantos años y al segundo por habérselos arrebatado en un santiamén. Cuando Lía había observado las carpetas que Adam dejó en sus manos al irse no podía creer que todo lo que les había dicho era cierto, ni siquiera eso, era peor de lo que pensaban, pues el padre de Adam no había sido la única víctima de Jeremy, había una lista larga de deudores por cantidades ridículas de dinero a los que les había arrancado la vida sin motivo aparente, le había costado admitir que su padre era un asesino y merecía el final que tuvo.

—Verás que todo va a salir bien —afirmó ella, acariciando su brazo. En eso, tocaron el timbre—. Iré a ver quién es —anunció.

Lía asintió mientras daba otra mordida, un momento después su madre estaba de regreso con un par de sobres entre sus manos.

—¿Era el cartero? —consultó Lía.

—Sí —respondió con la mirada fija en uno de ellos—. Hay... Hay uno para ti —carraspeó y extendió su mano.

Lía lo tomó desconcertada y se fijó en los datos del remitente, quedó estupefacta.

—Es... Es de Adam —balbuceó sin creer lo que leía. Volteó a ver su madre y ella sólo se encogió de hombros sin saber qué decir—. Tengo que ir al trabajo, pero no quiero quedarme con la intriga de esto todo el día, ni siquiera creo que podría concentrarme.

—Pediremos un Uber para que te lleve —propuso Meredith—. Tardará menos tiempo que el autobús.

—Está bien... Iré a mi habitación —anunció Lía y corrió escaleras arriba.

Se sentó al borde de la cama, las manos le temblaban de los nervios, la piel se le erizó sólo al leer su nombre, le había costado mucho dejar su recuerdo atrás, los sentimientos que había tenido por él y el saber que todo ese tiempo él había fingido ser alguien más, abrir esa carta significaba abrir de nuevo una herida. Al abrir el sobre se dio cuenta que otro sobre venía dentro, arrugó el entrecejo y ese lo dejó a su lado, mientras suspiraba y abría la carta principal.

"Sé que tal vez sea un desperdicio de mi tiempo estar escribiendo esto y enviándotela, estoy consciente que todas estas palabras posiblemente nunca vayan a ser leídas, pero no importa, estoy haciendo esto para cerrar por completo toda aquella historia que tuve y tuvimos. No escribo esto con el afán de hacerte daño, sino de hacerte saber un par de cosas.

Principalmente quiero decir que lo siento, lamento haberte hecho daño, realmente tú no tenías ninguna culpa de lo que pasó, pero necesitaba un medio para acercarme, necesitaba hacerle daño, tanto como él me lo hizo a mí.

Mi plan principal era matarte a ti..."

Lía paro de inmediato hipando un poco y temblando. ¿Cómo es que pudo estar enamorada de él?

"...pero luego al tratarte, hablar y compartir contigo me hizo darme cuenta que no podía hacerlo, esa parte de mi plan fue desechada el día que te hablé de mi madre, a pesar de todo fuiste una especie de amiga. Nunca te preguntes si alguna vez llegué a quererte porque sí, así fue, pero no fue ese tipo de amor, simplemente te tomé cariño, simpaticé contigo, por eso trate de ayudarte y te protegí cuando debía hacerlo.

Me enteré que estás en terapia, lamento haber sido uno de los detonantes por los que tuviste que acudir, pero lo último que me dijeron es que lo estás haciendo excepcionalmente, estoy muy orgulloso de ti, siéntete orgullosa de ti misma.

Esto es lo último que vas a saber de mí, solo quiero terminar diciendo que ahora soy muy feliz, el haber hecho lo que hice me dio una paz increíble en mi vida, espero tú puedas llegar a sentir esta plenitud que siento, cambié mi nombre y todos mis datos, así que no vayas a gastar en tratar de enviar una carta de respuesta, porque también no es que la espere sinceramente y tampoco podría culparte si me odias, estás en todo tu derecho.

Me informaron que estás trabajando duro para entrar a la universidad, por fin, otro paso a tu gran nuevo comienzo. En el otro sobre hay un cheque que puedes acceder a él cuando quieras, la cifra de dinero cubre por completo tu universidad y hasta un poco más, me he asegurado que puedas completar hasta la universidad más cara, sigue adelante, con la frente en alto siempre, tu pasado no te define y eso es algo que estoy aprendiendo también.

Ten una gran vida.

Adam."

Con manos temblorosas y lágrimas deslizándose por sus mejillas tomó el otro sobre, ahí estaba la cantidad de dinero necesaria para comenzar, abrazó la carta y el cheque, agachó la cabeza. No sabía bien cómo sentirse, se sentía aliviada, muchas de sus dudas fueron resultas en esa carta.

Era una mezcla de sentimientos, una tristeza profunda por cosas inesperadas, quería matarla, pero no lo hizo. Se sentía feliz porque ayudó al hombre un poco, pudo ser el ancla de alguien. Era un bullicio de emociones, pero la felicidad era la que predominaba, comenzaría a estudiar y podía dejar de preocuparse por unas cosas a partir de ahora.

Cerró los ojos y viendo a su ventana aquel cielo azul resplandeciente de Los Ángeles indicándole que sería un buen día, con una sonrisa temblorosa solo atinó a decir a la nada:

—Muchas gracias, espero sigas siendo feliz, que yo me encargare de volver a estar bien.

Se limpió las lágrimas y guardó ambas cosas en una de sus mesitas de noche que podía cerrar con una llave, se apresuró a lavarse la cara mientras le gritaba a su madre que pidiera el carro para irse.

Una vez que estuvo fuera, sintió un peso menos en sus hombros, ahora sí que podía hacerlo, ahora sí que podía comenzar. Cerró los ojos y suspiró, un nuevo comienzo, tomó las manos de su madre y le sonrió.

Adam por su parte se mecía en aquella mecedora frente al mar, con un cigarrillo descansando en su mano izquierda, viendo a su alrededor, con una pequeña sonrisa dibujándose en el rostro, estaba tan tranquilo ahora, sonrió más al pensar que la carta ya debería estar en las manos de Lía.

Iba a tener una gran vida.

Suspiró y cerró los ojos tranquilo, meciéndose, sintiendo el viento golpear contra su rostro, casi se sentía como si fuera una caricia que le daban, era un sensación increíble, tomó otra calada en su cigarro y siguió disfrutando de la vista. 

El Guardaespaldas (Adam Levine) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora