Capítulo 6

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—No has tardado mucho —afirmó Lía al ver entrar a Adam por la puerta principal.

Se encontraba viendo una película con un bol de palomitas a un lado. Él no respondió y fue a sentarse junto a ella, en silencio. Permanecieron un rato así y Lía al darse cuenta de lo callado que se encontraba Adam, puso pausa a la película.

—¿Te encuentras bien? —le consultó extrañada.

—Sí, sí. Todo bien —descartó de inmediato— ¿Quieres ver ya lo que he encontrado? —cuestionó, queriendo evitar el tema.

Lía asintió enseguida y Adam se levantó, fue hasta su habitación y tomó los objetos encontrados en el lugar. Los llevó hasta la estancia para mostrárselos.

—Estos eran los celulares de tus padres. —Se los otorgó y ella encendió el teléfono de su madre inmediatamente—. Estaban muertos, así que los he puesto a cargar un par de horas. Por eso la señal se ha perdido ahí.

—¿Estaban sus pertenencias en el lugar? ¿No los tenían atrapados?

—Posiblemente estén retenidos, pero no a donde hemos ido. Parecía que se hospedaban ahí temporalmente, mas ellos no han pisado el lugar en los últimos días —informó—. También encontramos esto.

Le mostró el sobre y sacó dentro un par de hojas que le entregó para que les diera un pequeño vistazo.

—Es la carta donde se le informa a tu padre de una deuda numerosa que tiene. El motivo por el cual han viajado de improvisto. —Lía pasó su vista, leyendo rápidamente y captando algo de información, después le regresó las hojas a Adam—. Supongo que de aquí podremos sacar algunos mensajes, contactos, lugares o personas donde logremos localizarlos. He pedido un informe de las cuentas bancarios e ingresos de tu padre para analizarlos, es información algo confidencial, pero la situación lo amerita. Espero con esto tener algo más exacto pronto y poderlos encontrar.

Lía sonrió de medio lado, dejó los celulares a un lado y abrazó a Adam. Éste, aún un poco sorprendido por las muestras de cariño a las que no estaba acostumbrado, le devolvió el abrazo. Ella hundió su cara en su pecho y después alzó su mirada. Sus rostros se encontraban a escasos milímetros.

—Gracias —musitó Lía—. Estás haciendo más allá del trabajo para el que te contrataron y en serio lo agradezco.

Adam alzó su mano y la pasó con suavidad por su cabello.

—Sólo quiero que tú y tu familia estén bien —aseguró severamente.

Lía le sonrió de nuevo y se separó de él. Apagó la tele y se levantó de su lugar.

—¿A dónde vas? —inquirió Adam. No quería que se marchara, de alguna forma, le hubiera gustado continuar con ese abrazo. Se sentía realmente bien, después de tanto tiempo sin tener a quien darle un mínimo de afecto.

—A hacer tarea —rió Lía—. Sólo te estaba esperando y quise distraerme un poco. Pero tengo varias cosas que hacer y con lo que me has dicho al menos ya me encuentro un poco más tranquila.

Adam asintió y ella fue escaleras arriba, dejándolo solo, un poco confundido con toda la situación y con un remolino de sentimientos encontrados con todo lo sucedido el día de hoy.

Al día siguiente, Lía y Adam partieron al colegio, conversando un poco en el trayecto. Cada vez comenzaban a tenerse más confianza y la tensión se iba perdiendo conforme pasaban más tiempo juntos.

—Llega temprano, no lo olvides —señaló él.

—Ya lo sé perfectamente. —Lía rodó los ojos y sonrió—. Nos vemos más tarde. —Se acercó a él y dejó un pequeño beso sobre su mejilla, tímidamente, para así salir del vehículo.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora