Capítulo 2

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—¡Hija, ya nos vamos! —anunció su madre.

—¡Enseguida voy! —respondió Lía desde su habitación.

Se levantó de su cama y bajó las escaleras para llegar hasta la estancia. Ahí se encontraban sus padres con un montón de maletas listas para emprender el viaje.

—Cuídate mucho, ¿sí? —Su madre la envolvió entre sus brazos.

—Claro mamá. Si ya me han dejado hasta un niñero, no creo que tengas que preocuparte por eso.

Observó de reojo a Adam, quien sonrió ante tal comentario. Le divertía ver cómo se molestaba con su simple presencia. Apenas se quedaran solos, las cosas se pondrían más interesantes.

—Dijimos que no más reproches —advirtió su padre—. Ya hablamos de eso ayer.

Y vaya que lo habían hecho. En cuanto su guardaespaldas se retiró, ambos fueron hasta la habitación de su hija para hablar seriamente. Le prohibieron volver a montar alguna escenita frente a Adam y que le mostrara su total respeto. Él ahora sería quien se encargaría de vigilar todas sus salidas de casa y los contactaría para cualquier cosa que surgiese. Cualquier actitud mal intencionada que tuviera hacia él, sería informada a su padre y tomaría medidas de ello en cuanto volviera, así que más le valía comportarse bien esos días.

—De acuerdo —bufó—. Lo siento —masculló con cierto desprecio.

Hizo un ademán restándole importancia y su padre aprobó dicha disculpa. Se despidieron y pronto ellos abandonaron la casa, dejando únicamente a Lía y Adam.

—Escucha Lía —habló él, rompiendo el incómodo silencio entre ambos—. Estaremos mucho tiempo juntos y entiendo perfectamente tu molestia al sentirte mayor y creer que no necesitas a alguien que cuide de ti, pero créeme que sí que lo ocupas. Y tu padre lo mejor que pudo hacer fue pedirme a mí que lo hiciera.

—¿A ti? —inquirió burlona—. ¿A un idiota egocéntrico que cree que puede controlar mi vida ahora que ellos no están? Por favor —bufó—. Dudo que tuviera muchos candidatos, porque entonces tú hubieras quedado en su último lugar.

Adam soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

—No me conoces en absoluto.

—Ni me interesa hacerlo —declaró ella—. Ahora si me permites, tengo que subir a alistarme para una fiesta que tendré en unas horas. Así que...

—Espera un segundo. —La detuvo del brazo y ella se giró—. Tus padres no me han dicho nada sobre una fiesta a la que asistirías el día de hoy.

—Mis padres no tienen por qué estar enterados de toda mi vida —contestó molesta, zafándose de su agarre.

—Pero yo sí. Y mientras ellos no te hayan dado el permiso, no irás.

—Tampoco puedes detenerme.

Dicho esto, subió las escaleras, dispuesta a alistarse para dicha fiesta. Tomó una ducha rápida y apenas salió del baño privado de su habitación, escuchó el sonido del seguro de la puerta. Se acercó de inmediato, aún con sólo una toalla rodeando su torso e intentó abrirla, pero la manija había sido inmovilizada con algo afuera.

—Carajo —masculló irritada— ¡Ábreme maldita sea!

Una risa se escuchó al otro lado.

—Te dije que no irías.

Pero eso no la detendría. Terminó de vestirse con rapidez y se colocó lo básico del maquillaje en su rostro.

Una vez lista, comenzó a pensar la manera de salir de ahí. Contactaría a Chris y le pediría que pasara por ella en la esquina. Escaparía por la ventana y volvería a casa sin que Adam se diera cuenta a la media noche, cuando seguramente estaría dormido. Ya lo había hecho antes con sus padres y esta vez no podía fallar su estrategia.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora