Capítulo 9

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Tal vez pasaron horas, Lía había dormido durante la mayor parte del trayecto para intentar calmar su angustia. Al abrir los ojos de nuevo, se encontró con la imagen de Adam al volante, conduciendo mientras saboreaba una paleta y con sus lentes de sol colocados. Lo contemplaba en silencio y cuando él la observó de reojo, ella cerró sus ojos de inmediato, simulando aun estar dormida. Sacó la paleta de su boca.

—Me alegra que despertaras, ya estamos por llegar —le informó y ella se incorporó soltando un pequeño gemido.

—¿Dónde has comprado tu paleta? Quiero una —pidió con un puchero.

—Te he comprado una mientras dormías. —Introdujo de nuevo el dulce a su boca y sacó la paleta de Lía de su bolsillo para entregársela. Ella la tomó, quitó el envoltorio y enseguida la saboreó.

—¿Dónde estamos? —inquirió, observando a su alrededor los pocos autos que pasaban por la autopista.

—Llegando al estado de Colorado, pasaremos la noche en un hotel aquí, fuera de la ciudad.

Unos minutos de silencio. Ella siguió observando su entorno y de repente unas preguntas asaltaron su mente.

—Adam —musitó—. Tú..., ¿no tienes miedo? De que algo nos pueda pasar, que nos capturen y nos lleven donde mis padres están retenidos y no podamos salir nunca de ahí o...

—Sí —la cortó—. Tengo miedo Lía, trato de ser lo más frío posible con la situación, pero me causa un terror tan grande como el tuyo porque te tengo bajo mi cuidado y toda la situación en juego, si algo malo sucede la culpa recae en mí y no habré podido cumplir mi propósito.

—¿No te preocupa que ya no vuelvas a ver a tu familia?

Adam presionó con fuerza el volante, sus nudillos se volvieron blancos y su mandíbula se tensó. En ese momento Lía se dio cuenta que no debió preguntar aquello, pues si Adam nunca había mencionado nada respecto a sus padres, debía ser por algo.

—Mis padres están muertos, Lía —contestó con un nudo en la garganta—. Yo no tengo familia.

Se heló al escucharlo, no sabía que responder, no encontraba las palabras correctas para reparar lo dicho. Lo había arruinado y lo sabía.

—Ya llegamos —dijo éste, aparcando el auto en el estacionamiento de un motel.

Bajaron de él y se dirigieron al vestíbulo. Adam conversó con el recepcionista para que les dieran dos habitaciones y, con llaves en mano, fueron a donde les habían indicado. Entraron al cómodo cuarto con una pequeña estancia, baño y dos recamaras individuales. Fueron a ver la que sería la habitación de Lía.

—Más tarde bajaremos el equipaje y quizá vaya a traer algo para cenar y contacte con Santino para informarle nuestro paradero, mientras puedes ponerte cómoda y ver un rato la tele si deseas —dicho esto, Adam caminó hasta la salida.

—Adam, espera —le detuvo y éste se giró a verla, tragó duro al observarlo directo a los ojos—. Yo... Lo siento por lo de hace un rato. No debí preguntar y no era mi intención incomodarte con el tema, perdona.

Adam resopló y se acercó hasta ella. Acarició con suavidad su mejilla y con un ademán le indicó que se sentaran un momento sobre la cama, así lo hicieron. Tomó aire.

—Lía, hay algo que debo contarte sobre mí —comenzó—. No debería hacerlo y mi intención no es darte mayor preocupación de la que ya tienes; pero sí que comprendas un poco más el por qué hago esto, este trabajo. —Ella le observaba atenta, en silencio, escuchando cada palabra, por lo que prosiguió con un suspiro—. Perdí a mis padres hace tiempo, ellos... —carraspeó—, ellos no murieron naturalmente, los mataron. —Tragó duro—. Mi padre debía dinero, no estoy seguro de cuanto era su deuda, era un maldito borracho y drogadicto, gastaba todo su sueldo en alcohol, cigarros y cocaína; pero no era suficiente, así que comenzó a pedir préstamo a muchas personas, entre ellos, quienes mandaron matar a ambos. —Esperó un momento para continuar—. Quizá mi padre de cierta forma lo merecía, nunca fue alguien con quien creara un vínculo afectivo, pero mi madre no tenía la culpa de nada. Ella no merecía ese final —aseguró severamente—. Ella era lo único que me quedaba, perdí a muchos amigos mientras estuve en la milicia y nunca me relacioné con mis demás familiares. Tampoco tuve hermanos, así que ella era todo para mí. Su muerte..., me cambió. Un día llegué y los encontré a los dos tirados en el piso, bañados en su propia sangre, desde ahí no volví a ser el mismo de antes y comencé a interesarme en una sola cosa: venganza. —Apretó sus puños—. Encontrar al maldito hijo de perra que les hizo eso y matarlo —finalizó la frase con voz gélida—. Comencé a ofrecer mis servicios como guardaespaldas para así tratar de ocuparme tiempo completo e investigar mientras tanto quiénes les habían hecho eso. Casualmente tu padre solicitaba mis servicios, le habían dado algunas buenas referencias sobre mí, y acepté, no sería muy difícil cuidar de una chica que estaba por cumplir la mayoría de edad, mientras ellos salían unos días de la ciudad. Sin embargo, conforme la investigación ha avanzado me he dado cuenta, y estoy casi seguro, de que quienes tienen retenidos a tus padres son los mismos que han matado a los míos.

Lía quedó atónita al escuchar aquello, un miedo desgarrador la invadió y comenzó a tiritar.

—Pero... pero entonces... eso significa que... —tartamudeó y Adam la tomó de ambos brazos, tratando de tranquilizarla.

—Significa que pase lo que pase voy a encontrar a tus padres y evitar que tengan el mismo destino que los míos y al mismo tiempo, hacer que esos hijos de puta paguen por lo que han hecho.

—¿Pero y si llegamos demasiado tarde y ellos ya están muertos para cuando los encontremos? Seguro ya los han matado, ahora sólo vienen por nosotros.

—No pueden. No los han matado porque necesitan información específica que sólo tu padre y ahora yo, conocemos. No tiene ningún sentido que los maten si no acceden primero a todas sus cuentas, no les interesa su vida, sino su dinero y manejar todos los ingresos de la empresa. De nada les serviría matarlo sin obtener primero esos datos y estoy muy seguro que tu padre, por más dolor al que lo hayan sometido, no los ha dado.

—¿Y entonces por qué nos buscan a nosotros? Si todo lo sabe mi padre ¿para qué nos quieren? ¿Para sacar la información de ti?

—Para meterle presión —contestó—. Ellos no saben que yo conozco lo que necesitan, te quieren a ti. Si tu padre aún no accede a decirles algo, necesitan someterlo a más angustia y no hay nada que no haría un padre por su hija, así signifique dar su vida por ella.

Lía sólo se encogió en sí misma, cerrando los ojos y tratando de no llorar, estaba tan cansada de hacerlo, mientras tanto Adam se acercó a ella y la rodeó con sus brazos mientras le daba un beso en la frente, susurrándole que todo estaría bien, ella sólo se aferró a él y suspiró, confiando plenamente en sus palabras.

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El cuerpo le dolía horrores, ya había perdido el sentido del tiempo ¿Cuánto llevaban ahí? ¿Una semana? ¿Dos, talvez? No lo sabía, ya se sentía que el cansancio gobernaba en su cuerpo. ¿Cuánto más resistiría? No mucho, realmente. Su esposa a su lado se sobresaltó por el sonido de la puerta cerrándose, la sintió acercarse más a él.

Escuchó los pasos cada vez más cerca, siseó cuando le quitaron la capucha y la luz le golpeó fuerte.

—Te ves como la mierda Jeremy. —Lo vio sentarse frente a él mientras prendía un cigarro.

—Púdrete —susurró, ni siquiera le quedaba voz, se sentía débil.

—Tu linda hijita tiene un muy buen perro guardián —le dio una calada al cigarro y soltó el humo despacio—. Es hermosa, por cierto, se nos escapó por poco.

—Te dije que la dejaras en paz —dijo entre dientes—. Ni se te ocurra tocarla.

Rio.

—¿Y quién me lo va a impedir? —bufó— ¿Tú? ¿Tu pequeña mierda inservible? —Puso los codos en las rodillas mientras entrecerraba los ojos y lo veía—. No eres nada ahora Jeremy, mucha gente ya te da por muerto, lo cual me beneficia.

—Ya. Sólo suelta a mi esposa, deja a mi hija en paz y te diré lo que quieres, te daré todo. —Cerró los ojos temblando—. Sólo haz eso.

Sonrió ladino y asintió.

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—Sí, sí Santino estamos bien, acabo de comprar este teléfono, no te preocupes, sólo me he comunicado contigo. —Abrió la puerta de la habitación buscando con la mirada a Lía, pero no la encontró en la estancia, así que se dirigió directamente a su cuarto, suponiendo que ésta estaba dormida, ya que no se oía ruido alguno. Entró a su pequeña recamara aun escuchando a Santino informándole sobre lo último que había pasado, al parecer tenían una pista del paradero—. Hazme llegar todos los datos ¿sí? Me tengo que ir, hablamos luego.

Colgó y se sentó un momento en la cama, tirando el celular en ésta, restregándose la cara, soltando un suspiro, estaba agotado. Necesitaba una ducha, una buena cena y al menos 8 horas seguidas de sueño, tiró la cabeza hacia atrás cerrando los ojos mientras movía los hombros en círculos tratando de relajarse, y suspiró.

Se quitó la camisa y los zapatos mientras agarraba su pequeña maleta, sacó un conjunto de ropa y la dejó sobre la cama, con ojos somnolientos se acercó al baño y abrió la puerta sin pensarlo, el sonido del agua corriendo lo golpeó de pronto y cuando alzó los ojos, la figura desnuda de Lía le saludaba.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora