No debo decir mentiras

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[Pov. Lily]

Llevaba dos horas leyendo y releyendo la carta de Max. Tanto era así, que le había tenido que decir a James, que era una carta de mi hermana y que no sabía cómo responder.
Por suerte, es tan grande el rechazo de James a Petunia, que no quiso saber nada.

Intuía quien era el chico del que hablaba. Desde que a sus 9 años mencionó a Draco Malfoy en navidad, para quejarse de las tonterías que este hacía, supe que de alguna forma u otra acabaría enamorándose de él, tanto como yo me enamoré de James.

A veces era difícil profundizar una conversación con Max. Por suerte o por desgracia, eso lo había sacado de su padre. Para ambos, fingir una sonrisa alegre era más sencillo que expresar tus sentimientos o decir lo mal que lo estás pasando. Pero esto era más complicado que una simple introversión. Mi hija de 15 años se estaba enamorando de un mortífago.

«Querida Max, no creas que no se de quién me hablas.
Bien sabes que tu padre y yo nunca nos llevamos bien, de hecho llegué a detestarle tanto como tu detestas a tu primo. De la misma manera, tu padre, cambió de un día para otro y de hecho fue ahí cuando yo me fijé en él de otro modo, cuando me di cuenta de que yo no sería nada sin James Potter repitiéndome lo enamorado que está de mí día tras día.

Max, cuando se trata de amor, no hay ni buenos ni malos, solo personas que se quieren, da igual que sea entre hombres, entre mujeres, entre personas de distinto sexo o género, entre personas de diferentes ideas, simplemente es amor y creo que con esto, entiendes mi respuesta a tu carta. Ve siempre al lugar dónde eres feliz, sin importar lo que la gente diga o piense, porque el lugar que a ti te hace feliz no tiene que ser el mismo para todo el mundo, de hecho, solo debe serlo para ti»

La carta estaba enviada, en el momento de hacerlo no pude evitar temblar. Puros nervios se apoderaron de mí, de todo mi ser. Quería pensar en Andromeda Tonks, cuya familia pertenecía al bando de Voldemort y fue ella quien desertó. También en Sirius, quien se escapó de casa siendo aun un niño, pero en cierto modo, no era capaz a imaginar eso, solo veía lo que podría pasarle a Max si el heredero Malfoy la estuviese utilizando.

[Pov. Max]

La carta de mi madre llegó como si fuera agua de mayo. Llevaba más de dos días esperando esa respuesta tan anhelada y cuando la leí ni siquiera supe que hacer, así que simplemente me dejé guiar sola, como si la propia vida fuese a ponerme el camino por el que ir en algún momento.

-Alumnos- por suerte la profunda voz de Dumbledore irrumpió en mi mente para salir de mi trance -durante este curso, me complace presentarles a la nueva profesora de defensa contra las artes oscuras, Dolores Umbridge- literalmente todos nos quedamos en silencio, contemplándonos los unos a los otros sin gana ninguna de mostrar empatía.

Lo que no sabíamos era que a partir de ahí todo iba a torcerse mucho más. Harry cada día parecía más atormentado. Habíamos dicho, por activa y por pasiva que Voldemort había vuelto y que fue él el causante de la muerte de Cedric Diggory. Pocos nos creyeron, en cambio, fueron muchos los que nos insultaron, acosaron e incluso agredieron.

-Esto no tiene sentido profesora, ¿que clase de magos y brujas vamos a ser si no nos enseña la práctica de la asignatura?- Si aun quedaba algo de valentía frente a esa señora, se la había quedado Helena.

-No necesitarán aprenderlos señorita Black, con que sepa cuales son los hechizos le basta-Umbridge tenía la extraña manía de sonreír como una auténtica desequilibrada cuando hablaba.

-Quizá sepamos cuales son, pero no utilizarlos- Sabía que por decir eso y por haber sido yo quien lo dijera, podría traerme problemas, pero mejor respaldar a una amiga antes de callar.

-Usted los conoce perfectamente señorita Potter, de hecho tengo entendido que la maldición imperdonable ha estado muy presente en su vida- Su risita fue una manera sencilla de rematar mi paciencia.

-Siempre lo ha estado porque fue Voldemort quien quiso matar a mi familia y no pudo, porque también vi como mataba a Cedric Diggory y como no consiguió matarnos a Harry y a mí, porque también se que ha vuelto y que intentará acabar con todos nosotros.

-Vaya a mi despacho cuando terminen las clases señorita Potter.


Sencillamente era mi fin, si no era Umbridge la que acabase conmigo, sería Harry.

-Es una víbora- Ginny escupió las palabras con auténtico asco, como si el castigo fuese a ser para ella. Realmente amaba la forma que tenía Ginny de empatizar con las personas que quería.

-Y que lo digas, además no entiendo esta forma estúpida de negar una evidencia, si no fue quien ya sabéis el que mató a Diggory, ¿quién más iba a ser?- El planteamiento de Maggie solo nos dejaba a Harry y a mi como sospechosos, pero por suerte, el ministerio se encargó de ver cuales habían sido los últimos hechizos de nuestras varitas y aseguraron que éramos inocentes del asesinato. Lástima que eso no saliese en la prensa.

-Es igual, ahora lo único que debe preocuparnos es lo que hará Umbridge con Max- Bufó Helena.

-¿Con Max?- La voz de mi hermano casi me mata de un auténtico susto -¿También te ha castigado? - Esta vez me miró fijamente.

-Sí, por insistir en...ya me entiendes.

-Ya somos dos -Suspiró de esa manera tan característica de mi hermano.

-Entonces vayamos juntos, chicas os veo luego.

Esas fueron mis últimas palabras antes de entrar al despacho de Umbridge y podría jurar que pensé que serían literalmente mis últimas palabras.

-Oh genial, ya estáis aquí- Su sonrisa y su tono de voz si que me desequilibraban a mí -Sentaos y coged un pergamino.

Harry y yo hicimos exactamente lo que nos pidió, sin saber muy bien por donde irían sus tiros.

-Escribid, no debo decir mentiras, con estas plumas si sois tan amables- Ambos cogimos las plumas deseando que acabase

-Profesora, no tenemos tinta.

-No la necesitaréis.

-¿Y cuantas veces lo escribimos?

-Las suficientes, hasta que cale el mensaje.

Tan pronto como empecé a escribir, mi mano izquierda empezó a picar, a doler y a resquemar. Miré a Harry quien estaba tan desconcertado como yo y pronto nuestras miradas fueron directas a nuestras propias manos.

-¿Ha sido suficiente?

-Sí, profesora- Murmuré intentando no estallar en cólera.

-Bien, entonces pueden irse.

Me levanté tan rápido como pude, sintiendo las pisadas de mi hermano detrás de mí.

-¡Max!, ¡para!

-¡No lo aguanto más!- Mi grito podía haberse oído hasta en el campo de quidditch y mis lágrimas no tardaron en aparecer.

-Lo sé, tranquila- Susurró acercándose para abrazarme -Estamos juntos en esto Max, desde siempre y para siempre, estaremos juntos.

Lily y James a través de los tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora