CAPÍTULO 5: La flaca

706 66 7
                                    

La noche avanzaba y Amelia daba gracias por que sus amigos la hubiesen sacado de casa, realmente estaba disfrutando mucho con todos ellos. Habían cantado a pleno pulmón canciones como bailando de Alaska, escuela de calor, like a virgin, corazón latino, torero, chiquilla, entre muchas otras. Pero también, se habían quedado casi sin voz cantando canciones más lentas que probablemente, todo el local se sabía. Estas por ejemplo eran: corazón partio del gran Alejandro Sanz, Bailar pegados, chica de ayer, no puedo vivir sin ti o morena mía.

- ¿No te animas a cantar una, Amelia?

- Por mucho que me lo digas Jesús, ya te he dicho que voy un poco pasada para ponerme a cantar ahora. A ver si me va a salir algún gallo y voy a ser el hazme reír de la noche.

- Va Amelia, porfi – le dijeron todos sus amigos al unísono mientras le suplicaban poniendo las manos en forma de rezar y una sonrisa en la cara. – Total, mañana no te vas a acordar de nada. – Parecía que se lo pensaba. Realmente le apetecía mucho. Cantar era como encontrar un oasis en medio de un desierto para ella, era a lo que agarrarse cuando no tenias nada más.

- Esta bien. Aprovecho ahora que el local ya no está tan lleno. Pero ni se os ocurra grabarme ni hacerme pasar vergüenza, ¿entendido? – todos sus amigos se tiraron encima de ella para abrazarla y empezaron a corear su nombre.

Dado que el ambiente ya estaba decayendo, decidió escoger alguna canción que no rompiese ese ambiente intimo que parece que se había creado con el paso de las horas. Subió las escaleras y habló con los trabajadores encargados de poner la música, y les hizo saber su elección. Le dieron un micro y vía libre para subir al escenario. Cuando empezaron a sonar los acordes, todos los allí presentes reconocieron la canción y empezaron a aplaudir. Ese fue el impulso que le faltaba a Amelia para serenarse y disfrutar de lo que iba a hacer. Miró a sus amigos y pudo ver el orgullo en sus caras y seguidamente, empezó a cantar la primera estrofa.

En la vida conocí
Mujer igual a la flaca
Coral negro de la Habana
Tremendísima mulata
Cien libras de piel y hueso
Cuarenta kilos de salsa
Y en la cara dos soles
Que sin palabras hablan
Que sin palabras hablan

La gente silbaba y disfrutaban de la famosa canción que estaba cantando. Parecía que estaba gustando, por lo que a medida que avanzaba la canción, se iba sintiendo más cómoda y empezó a cantar como solo ella sabia hacerlo una vez llegó al estribillo.

Por un beso de la flaca
Daría lo que fuera
Por un beso de ella
Aunque sólo uno fuera.
Por un beso de la flaca
Daría lo que fuera
Por un beso de ella
Aunque sólo uno fuera.
Aunque sólo uno fuera

Mientras cantaba, escuchaba voces que provenían del rincón donde estaban sus amigos. No hacia falta verlos para saber que eran ellos los que le gritaban cualquier tipo de tontería y no pudo hacer más que sonreír. Estaría perdida sin ellos.
A medida que llegaba el final de la canción, Amelia se fijó en que el público se había acercado más al escenario para contemplar la actuación, pero de lo que no se dio cuenta, era de que, en un lateral del escenario, había una rubia con un grupo de amigos que, desde que empezó a cantar, no le había sacado el ojo de encima y aún no había sido capaz de cerrar la boca.

Aunque sólo uno fuera
Aunque sólo uno fuera
Aunque sólo uno fuera
Aunque sólo uno fuera
Aunque sólo uno fuera

Sonaron los últimos acordes y por fin Amelia se permitió respirar y disfrutar de la ovación que le estaban brindando todos los allí presentes. Bajó del escenario y después de alguna que otra felicitación de la gente con la que se iba cruzando, llegó donde estaban sus amigos que, nada más al verla, se le tiraron encima y la abrazaron como si acabase de marcar el gol que le daba la copa del mundo a su país.

- Has estado increíble Amelia, que orgullosos estamos de ti.

- Me encanta esta canción y si la escucho con tu voz más aún.

- Lo has hecho genial morena. Si después de esto no te salen pretendientas... me ofrezco voluntaria – le dijo Marina dándole una palmada en el culo y provocando que se sonrojara.

- Gracias a todos chicos. Estoy feliz de haberos hecho caso y subir allí.



En el otro lado del local, Lourdes se había dado cuenta de que Luisita aún no había salido del trance en el que se encontraba y pensó que seria un buen momento para molestarla.

- Lo ha hecho genial la chica, ¿verdad Luisi? – le dijo con tono juguetón al que se unieron los demás.

- Cualquiera diría que no te ha gustado, no le has sacado los ojos de encima desde que la has visto subirse al escenario. – esta vez fue el turno de Fede. Luisita por fin se dio por aludida y se fijo en la cara que tenían sus amigos.

- Lo ha hecho bien si, pero tampoco hace falta que seáis tan exagerados. He estado tan pendiente porque ya sabéis que esa canción me encanta, y me ha hecho ilusión escucharla aquí, pero nada más.

- Lo que tu digas Luisi – esta vez era Mateo el que hablaba, - pero, de todos modos, yo voy a pedirle una fregona a la camarera de allí y ara vuelvo. – Mateo se fue con la compañía de Fede y Luisita se quedó con cara de no entender nada. Miro hacia abajo y no encontró ningún vaso que se hubiese derramado, por lo que pensó que sus amigos querrían ligar con alguna chica. Levantó la cabeza y se encontró con Cristina y Lourdes intentando aguantarse la risa, por lo que finalmente preguntó:

- Qué es eso tan gracioso de lo que os estáis riendo? – cuestionó con un tono de enfado. Al verle la cara, les fue imposible seguir aguantándose las ganas de reír y estallaron en una carcajada que aun confundió más a la rubia. Hizo el amago de irse, pero la cogieron del brazo y le pidieron que se quedara.

- Luisi cariño, los chicos se referían a que iban a buscar una fregona para limpiar la baba que se te había caído al ver a esa chica cantar. No has cerrado la boca en ningún momento e incluso después de acabar la canción, parecía que estabas en tu mundo y que no había nadie más alrededor.

- Bffff, vale sí. Pero es que, ¿la habéis visto? Lo bien que cantaba, la seguridad con la que lo hacía, como se movía, el timbre de voz que tenía, como la aplaudían y lo feliz que se le veía después de quedarse tan a gusto encima del escenario. – lo dijo todo del tirón y sin respirar, cosa que sus amigas ya sabían lo que significaba.

- Y no dices nada de lo guapa que era? – Mateo y Fede hicieron su aparición estelar. – Por que te prometo que si no vas tú, lo mismo al final de la noche lo intento yo eh.

- Es preciosa. Pero, precisamente por eso, yo no tengo nada que hacer. Ni siquiera sé si le gustan las chicas y, es más, en el caso de que le gustaran, también tendría que gustarle yo. Y eso si que es algo totalmente improbable. Además, en el hipotético caso de que eso fuese posible, ya sabéis que yo no valgo para encontrar a alguien de una noche y ya. Así que, por favor, haced como si no hubiese pasado nada y vamos a acabar de disfrutar de la fiesta.

- Madre mia Luisi, solo estábamos hablando de lo guapa que era la muchacha y lo bien que cantaba y tu ya estas pensando en el hipotético caso de acostarte con ella una noche. – Por qué no vas a hablar con ella y así la conoces? Tiene cara de buena chica.

- Vosotros habéis bebido mucho no? Por que vaya tela las tonterías que tengo que aguantaros – dijo eso y salió del local para poder fumarse un cigarro, a ver si conseguía calmarse. Se sentó en un banco que había enfrente de la entrada y poco a poco se puso a pensar en todo lo que había pasado ahí dentro. ¿Cómo se llamaría? ¿Se dedicaría a la música? ¿Cuántos años tendrá? Yo creo que no puede ser mucho más mayor que yo. ¿Vive aquí o esta de vacaciones como yo?
Fue después de unos segundos, cuando se dio cuenta de que estaba pensando en ella otra vez. - Menos mal que no la vas a volver a ver Luisita - se decía. Porque si no, iba a estar perdida.


Un verano cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora