CAPÍTULO 16: En el fondo del mar

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Después de descubrir el plan de su amiga, el comportamiento de Amelia había cambiado. No se lo había dicho a Marina, pero estaba ilusionada con ver a la rubia, pero también nerviosa. Eso era lo más raro, la morena siempre había sido una mujer segura de si misma, pero cuando se trataba de una rubia que había conocido hacia poco, todo cambiaba.
Marina aprovechó para preguntarle por ella. Conocía la opinión de la rubia, ya que Lourdes se lo había contado. Por eso, con más razón aun, quería que su amiga se abriera con ella para conocer sus sentimientos y poder hacer algo para ayudarla. Amelia no se explayó mucho, simplemente contó que estaba ilusionada con la idea de poder acercarse a ella y que tenía ganas de estar con ella a solas para descubrir que se le pasaba por la cabeza, por lo que, con esas últimas palabras, a Marina se le ocurrió una idea que pondría en práctica junto con Lourdes en cuanto llegaran.

Marina recibió un mensaje de que ya estaban al caer y las dos amigas decidieron esperarles tomando el sol. Fue al cabo de unos minutos, cuando divisaron al grupo de 5 personas a lo lejos, y de repente Amelia no sabía donde meterse. Veía a una rubia guapísima que se acercaba a ella cada vez más. Le dio tiempo a mirarla de arriba a bajo unas cuantas veces, mientras entreabría la boca. Luisita llevaba un vestido colorido que le llegaba por encima de las rodillas, una bolsa de playa y las gafas de sol encima de la cabeza. No era gran cosa, la simple vestimenta para ir a la playa, pero a la morena le parecía que estaba preciosa.

- Amelia, cariño, contrólate un poco – le reprochó Marina mientras le daba un codazo a su amiga, que seguía sin apartar la vista de la rubia.

- ¡Ay Marina! Me has hecho daño – rechistó colocándose la mano donde había recibido el golpe.

- Tendrías que darme las gracias, al menos he logrado que dejes de mirarla por un momento, no querrás espantarla, ¿verdad?

- No seas exagerada, no la estaba mirando a ella – contestó intentando convencerse a ella misma.

De pronto se dio cuenta de que estaba sola, Marina había salido corriendo para saltar a los brazos de Lourdes mientras los demás seguían su camino dejándolas solas, y llegando por fin hasta donde estaba la morena.

- Hola Amelia – saludaron Mateo y Fede, que fueron los primeros en llegar, mientras le daban dos besos. Esta les correspondió, pero sin apartar la vista de las dos chicas que venían detrás. Había vuelto a hacer lo que Marina le había reprochado minutos antes. Cuando Cristina y Luisita ya estaban delante suya, saludó primero a Cristina, igual que como había hecho con los chicos, y se recreó un poco más en la rubia.

- Hola Luisi – saludó tímidamente. Quería abrazarla, pero le daba miedo que la rubia se fuera a sentir incomoda por estar delante de sus amigos. Para su sorpresa, fue ella quien se acercó para envolverla en sus brazos. – Hola Amelia – respondió cuando la morena había respondido a su abrazo y notaba como apoyaba la cabeza en su hombro. Se quedaron así un rato más de lo habitual, aunque parecía no importarles. Parecía que las dos tenían las mismas ganas de abrazarse. Fue cuando escucharon las risas de Lourdes y Marina acercándose cuando se separaron. Se dedicaron una ultima mirada llena de ternura y se juntaron con los demás.
Mateo, Fede y Cristina habían puesto sus toallas a conciencia de tal forma que solo habían dejado un hueco al lado de Amelia, donde inevitablemente, tendría que tumbarse Luisita.

Se fueron todos corriendo al agua a consecuencia de que la arena quemaba y el sol apretaba, todos menos la rubia. Era la más blanquita de piel y necesitaba echarse crema antes de hacer nada. Siempre replicaba a sus amigos que hicieran lo mismo, que se iban a quemar, pero nadie le hacia caso. Estaban charlando distraídamente mientras disfrutaban del frescor del agua, pero había alguien que no prestaba mucha atención a lo que fuera que estuvieran diciendo. Amelia estaba allí de cuerpo presente, pero no había dejado de estudiar todos los gestos que hacia la rubia. Le hacían gracia todas las muecas que hacía mientras se esparcía la crema por todo el cuerpo, enfadándose con ella misma porque no llegaba a echarse crema por la espalda y empezaba a desesperarse. Como un resorte, la morena salió del agua para ir directa hacia esa chica de pelo rubio que desde que la había visto llegar, deseaba charlar con ella, y al verla sola, aprovechó.

Un verano cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora